Retrato Hablado

‘Saber quién ganará no es consolidación democrática’

“Después de 10 años de hacer funciones electorales, me animé a buscar ser consejero en el INE. Lo intenté en 2020. La convicción que tengo hoy es la misma”: Javier Aparicio.

“Uno es hijo de sus tiempos”, dice Javier Aparicio, aspirante a ocupar uno de los asientos para los nuevos consejeros del INE. Como buen hijo de la época dorada del salinismo –en plena discusión de la modernización, en el auge de la tecnocracia y las promesas del TLC–, Aparicio fue un estudiante de economía decidido a dotar a la izquierda de los conocimientos de los que carecía.

-Yo era muy crítico de ese gobierno, desde la elección de 1988.

-¿Eras un crítico de las políticas neoliberales en su esplendor? El morenismo te señala como prianista irredento.

-No lo fui y no lo soy. Tuve un profesor que era economista y filósofo, mi profe marxista. Mi plan de estudiar economía era poder contrarrestar a los gobiernos neoliberales. Pensaba que Salinas, Pedro Aspe y Serra Puche nos estaban vendiendo un cuento, y que Cuauhtémoc Cárdenas y el PRD necesitaban formar sus propios tecnócratas.

Aparicio anhelaba entrar a la Universidad Autónoma de Puebla, pero su padre se opuso. En una universidad pública su hijo se volvería un radical. Unos años después, durante la crisis de 1994, se vio forzado a abandonar la Universidad de las Américas porque su familia, endeudada, no podía con la carga de la colegiatura. “Me tardé más de siete años en acabar la licenciatura”, cuenta.

“En la universidad me cambiaron el chip. Me di cuenta de lo importante que podía ser el Tratado de Libre Comercio, y me distancié de la red que combatía el neoliberalismo. Comprendí que modernizar nuestro país no era mala idea, que el comercio internacional no era mala idea, que la autonomía del Banco de México no era mala idea, que tener un Instituto Federal Electoral tampoco. Cuando Cuauhtémoc Cárdenas fue a las elecciones del 94 declarando que iba a combatir el TLC, yo sentí que me había perdido, aunque desde entonces tenía muy claro el increíble costo social de vivir en un país no democrático”.

Poblano de origen y chilango por elección, Aparicio estudió un doctorado en economía política en la Universidad de George Mason, en Fairfax, Virginia, y regresó al CIDE, cuatro años después, como profesor e investigador. Aunque su vocación es la docencia, ahora intenta salir de la academia “para entrar en otra cancha, la electoral”.

Después de dar clases en una preparatoria mientras estudiaba la carrera, Aparicio trabajó en el vacilante negocio familiar, de artículos de decoración. Cuando finalmente pudo graduarse, trabajó un año y medio en la Secretaría de Finanzas en Puebla, el último año de Bartlett, y unos meses más, al inicio del gobierno de Melquiades Morales, cuyo secretario de finanzas fue Rafael Moreno Valle.

-Estuviste en la boca del lobo.

-Sí, estuve en Casa Puebla haciendo tarjetas amarillas para el gobernador Bartlett. Pero esos años sirvieron para confirmar que no era feliz siendo comerciante y menos siendo burócrata.

Al CIDE, donde Aparicio llegó de manera casi accidental, entró como economista y se transformó en politólogo, y se embebió de asuntos electorales. “Querían que yo estudiara los problemas de financiamiento de campañas, los casos de Amigos de Fox y el Pemexgate, pero 2006 me movió más hacia la ciencia política. La elección presidencial más cerrada y controvertida de las últimas décadas, yo diría, no fue equitativa, pero es diferente a la de 1988, una elección fraudulenta de libro de texto. El 2006 fue una elección en una cancha dispareja, como también lo fue la de 1994″.

-¿Y qué te movió del terreno de la academia al campo electoral?

-Pasaron dos cosas. Una: tras el debate de 2006, pensé en qué hacía falta en nuestro país para tener elecciones confiables, aunque se gane o se pierda por un solo voto, que es el estándar de hoy. Por eso participé en el debate de la reforma electoral de 2008. Y dos: conforme nos acercábamos a 2012, estaba cantado que Peña Nieto iba a ser candidato presidencial y que iba a ganar. Se sabía, y saber quién va a ganar tampoco es señal de consolidación de la democracia. A mi generación le preocupaba el regreso del PRI, así que decidí conocer de cerca cómo se hacían las elecciones, desde las tripas, y me postulé como consejero local.

Aparicio auxilió las labores electorales en el proceso de la Ciudad de México, las elecciones federales de 2012, de 2015 y en el de la Asamblea Constituyente. Conoció las etapas del proceso electoral, la ley electoral, las dificultades en la organización de las elecciones, la capacitación de funcionarios de casilla y las claves del PREP. “Luego de 20 años de vida académica, me arremangué la camisa y me metí a las tripas de la organización electoral, por eso valoro y respeto al INE y las bondades de nuestra joven democracia”, sostiene el experto.

Más adelante, Aparicio se involucró en los conteos rápidos. Estuvo en el primer conteo de gubernatura en Veracruz, donde hubo alternancia; también en el primer conteo de gubernatura en el Estado de México, cuando ganó Del Mazo y en 2018 en el PREP nacional, que le dio el triunfo a López Obrador. En 2021 participó en los conteos de Coahuila y Tabasco, en el que arrasó Morena.

“Después de 10 años de hacer funciones electorales, me animé a buscar ser consejero en el INE. Lo intenté en 2020. La convicción que tengo hoy es la misma. Hay mucha gente que toda su vida ha querido ser consejero, yo no. Estaba feliz en la trinchera académica, y todos esos años vi pasar de largo las convocatorias del IFE y del INE. En su momento, no me interesaban. Va a sonar cursi, pero creo que hoy, a mis 50, puedo ser mucho más útil en el INE que en un salón de clases”.

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