El avance de la inclusión financiera en México es innegable, y tenemos mucho que celebrar. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2024, el 77 por ciento de la población adulta cuenta con un producto financiero, un crecimiento de 9 puntos porcentuales respecto a 2021 si consideramos las cuentas contratadas por internet o aplicaciones no bancarias. El incremento en tenencia de productos financieros no solo refleja un mayor acceso, sino también una transformación en la forma en que las personas se vinculan con el sistema financiero.
Los pagos digitales son la puerta de entrada a la inclusión financiera: permiten que personas y pequeños negocios den sus primeros pasos en el sistema financiero formal. Un pago digital puede ser el primer contacto con el ecosistema financiero, pero también el inicio de una trayectoria hacia productos más sofisticados como el crédito, el ahorro formal o el financiamiento empresarial.
Los agregadores de medios de pagos hemos jugado un rol clave en ese objetivo. De acuerdo con la CNBV, el número total de terminales punto de venta (TPV) en el país pasó de 3.2 millones en 2019 a más de 6.1 millones en 2023, y este crecimiento se debe principalmente a la expansión acelerada de los agregadores, que ya representan más de dos tercios del total de TPVs disponibles. Estas terminales se han colocado en comercios históricamente desatendidos por el sector financiero tradicional.
Es justo también reconocer el impulso que han dado los programas sociales del gobierno, al acercar productos financieros a quienes tradicionalmente han estado excluidos. 15 por ciento de los usuarios ingresaron al sistema financiero a través de cuentas de programas de apoyo gubernamental. Muchas personas han abierto una cuenta bancaria para recibir transferencias como becas o pensiones, dándoles un primer acercamiento a la inclusión financiera. No obstante, persiste un gran reto al profundizar en la adopción y el uso integral de las herramientas financieras.
A pesar de los avances, la alta dependencia del efectivo sigue siendo uno de los mayores retos para la inclusión financiera en México. La ENIF 2024 muestra que el 85 por ciento de las personas aún prefieren pagar en efectivo cuando se trata de montos menores a 500 pesos, revelando que las transacciones del día a día siguen ocurriendo, en su mayoría, fuera del sistema financiero formal. Esto limita el potencial de las cuentas digitales, dificulta el acceso a productos más sofisticados como el crédito y perpetúa una economía fragmentada. Reducir la dependencia del efectivo no solo es deseable, sino necesario para lograr una inclusión financiera más profunda, más útil y más transformadora.
No basta con abrir cuentas; necesitamos que se usen activamente para pagar, ahorrar, invertir y mejorar el día a día de las personas. Quienes contribuimos al ecosistema de los pagos y el mundo de las finanzas en general –sea empresas Fintech, los bancos, el gobierno, y cualquier otro jugador– tenemos la tarea de diseñar, coordinar e implementar soluciones creativas y efectivas para exponenciar la inclusión financiera.
En este camino, es una buena señal el impulso dado al Grupo de Innovación Financiera (GIF), promovido por la Unidad de Banca, Valores y Ahorro (UBVA) de la Secretaría de Hacienda, y cuyos primeros resultados pudieron verse la semana pasada en el marco de la Segunda Semana Fintech. Que el sector público invite a la iniciativa privada a participar en el diseño de una política pública que promueva la inclusión financiera es una oportunidad valiosa. Pero no basta con buenas intenciones: estas iniciativas no deben quedarse en papel, sino traducirse en acciones concretas que impulsen el uso efectivo de los productos financieros en todo el país.
Porque sí, hemos avanzado. Pero la inclusión financiera no termina en la apertura de una cuenta. Aún hay mucho por hacer: reducir la dependencia del efectivo, fortalecer la educación financiera, ampliar la conectividad digital y diseñar productos pensados verdaderamente para quienes más los necesitan.
Hoy celebramos lo alcanzado. Pero más importante aún: seguimos trabajando para que la inclusión financiera deje de ser una meta y se convierta en una realidad.