El cambio de régimen provoca conflicto y confrontación, trastoca la realidad y modifica la costumbre del poder; es la sustitución de políticas públicas tradicionales por nuevas y contrarias a las establecidas. Este gobierno se ha abocado a condenar a sus antecesores neoliberales. Es la esencia y la razón de ser de lo que ellos llaman el cambio verdadero. No es tarea fácil, su realización tiene grandes complicaciones.
«Mucha agua ha corrido bajo el puente». El mundo cambió y México también. La globalización es una realidad universal, nuestro crecimiento económico depende del exterior. Tampoco será posible recobrar para el Estado mexicano las instituciones y propiedades privatizadas. De igual forma, será difícil recobrar la energía eléctrica y el petróleo. El fenómeno se complica aún más por la pandemia, la parálisis económica, la violencia y la inseguridad.
El presidente fue electo por un sexenio y no existen las condiciones de crisis y descomposición política grave y de falta de gobierno que harían procedente la consulta de revocación de mandato. Por otra parte, se tendría que analizar la legitimidad, ya que la ley es muy clara sobre la irretroactividad y esta reforma constitucional no aplicaría para el actual gobierno. De nuevo estamos ante una expectativa fallida y una posible resistencia del Senado de la República.
El gobierno está en una encrucijada política; el tiempo pasa a velocidad de vértigo, ya vamos en el tercer año, a la mitad del sexenio y se aproximan momentos difíciles de retos y desafíos. En este contexto, la revocación de mandato no le conviene al presidente López Obrador ni al pueblo mexicano. Será un distractor político más, sin beneficio para nadie. Lo inteligente, lo sensato, sería que el Congreso y el propio presidente cancelaran esta consulta; no va a tener resultados democráticos y habrá más división y polarización en el país.
Por otra parte, la revocación de mandato no fortalece la democracia electoral. El presidente López Obrador tiene un alto porcentaje de aceptación y se sometería a un escrutinio muy polarizado que hará evidente la existencia de dos Méxicos: uno a su favor y otro en su contra. Además, la oposición, a excepción de Frena, no está pidiendo su renuncia y entraría en una batalla desgastante en energía y recursos. La gente, menos; no lo precisa, no lo está exigiendo.
Este procedimiento sólo es aceptable cuando existe grave inestabilidad política, falta de gobernabilidad y una gran descomposición social. No es nuestra realidad. La gente está preocupada por su salud, seguridad, ocupación, ingreso y bienestar. Lo racional sería dedicar toda la energía y esfuerzo institucionales para sacar adelante al país y resolver sus problemas.
La simulación política no ayuda al proceso democrático de México. El asunto es de otra dimensión y de otro nivel de tratamiento nacional. Debemos fortalecer nuestras instituciones electorales, respetar su autonomía y crear una cultura democrática en los ciudadanos, para que tengan la capacidad de exigir sus derechos y expresar su voluntad libre y soberana en las urnas.
El ejercicio de gobierno lleva implícito un proceso gradual de desgaste. Los afanes y propósitos renovadores, así como los resultados, corren casi siempre a contracorriente de la realidad. Este gobierno abrió las expectativas de cambio y de ajusticiamiento del pasado y en la realidad ha enfrentado obstáculos, algunos insalvables, que no ha podido resolver a cabalidad ante el pueblo.
Además, ha puesto en escena diversos y variados distractores políticos, es adicto a jugar y estimular las emociones del colectivo. Sólo por poner un ejemplo: el enjuiciamiento de los expresidentes. Después de una condena pública a su corrupción e impunidad nada pasó, la famosa consulta fue un fracaso sin contenido y, lo más delicado, un engaño popular. Un distractor político.
Se está jugando con los sentimientos nacionales, se convoca a los fantasmas vengadores y reivindicadores y estos brillan por su ausencia. «Ahí viene el lobo» y nunca llega, «tanto se lleva el cántaro al pozo hasta que se rompe». La gente ya no cree en esos malabarismos políticos.
En estas condiciones y con estas experiencias, la consulta de revocación de mandato nace muerta. Ya le es indiferente a la población, es más, puede ocasionarle un revés muy fuerte al gobierno si la oposición en su conjunto, partidos políticos, gobernadores federalistas y otras organizaciones, ratifica su apoyo a López Obrador para que cumpla su periodo de gobierno, anuncia que no participará y se deslinda de la consulta de marras. Ante este escenario sería un acto fallido, de alto costo para el presidente.
Los romanos, aun en el esplendor del poder, pusieron en marcha distractores populares que obsequiaban alegría y esparcimiento a los ciudadanos del Imperio, quienes prodigaban agradecimiento al emperador. «Pan y circo», divisa y costumbre del ejercicio del poder; el Coliseo romano, fedatario de esta costumbre política. Sin embargo, sin resultados ni gobierno eficaz la demolición llega tarde o temprano y el espectáculo queda en desuso y en el olvido.
El licenciado Roberto A. Albores Guillén, es exgobernador de Chiapas.