Sin dejar a nadie atrás

Un gran desorden

Las medidas anunciadas por Trump van más allá del ámbito comercial: presenciamos una reconfiguración geopolítica que podría definir este siglo.

Apenas en febrero, el maestro Enrique Quintana titulaba una de sus editoriales en este diario como “Ya no quisiera hablar de Trump”, y aunque muchos deseamos lo mismo, esto no es posible. ¿Cómo lo sería, si hace una semana volvió a sacudir las relaciones internacionales con su hiperdemagógico anuncio del “Día de la Liberación”?

Con la imposición de aranceles a casi todas las economías que tienen lazos comerciales con los Estados Unidos, estamos atestiguando el mayor desorden en el comercio internacional desde el “shock” de Richard Nixon. El plan de Trump, que recapitularé la próxima columna, comienza a articularse con claridad ante los ojos de sus opositores, economistas, funcionarios y empresarios: depreciar el dólar para encarecer las importaciones y abrazar el proteccionismo arancelario para promover la reindustrialización del país, amenazar a los bloques comerciales para negociar con sus miembros por separado y conservar la preeminencia del dólar. Su estrategia busca aprovechar la tendencia de migración de capital al continente americano: la paulatina relocalización del gigante químico BASF y la inversión recientemente anunciada por Volvo son indicios de ello; o el hecho de que el Reino Unido tenga un arancel “preferencial” de 10 por ciento en comparación con el 20 por ciento de la UE. Es un plan “delicado” que él mismo califica de “doloroso”, y uno que bien podemos comparar con una cirugía de alto riesgo: aunque el objetivo es salvar al paciente, el procedimiento puede ser fatal.

Claro, los asuntos socioeconómicos y políticos no se desarrollan en entornos tan controlados como el quirófano. Cuando Nixon anunció en 1971 la suspensión de la convertibilidad del dólar en oro, el presidente buscaba dos cosas: estabilizar la moneda y contener la inflación. Aunque fue un éxito político, económicamente dio origen a un sistema de tipo de cambio flotante y un escenario de estanflación cuyos efectos seguimos pagando hoy en día. Una vez más nos enfrentamos a un contexto de bajo crecimiento con alta inflación, aunque en esta ocasión hay un factor clave que puede favorecer (o arrastrar) a México: la integración inextricable de nuestra economía en Norteamérica.

El ejemplo más claro está en el sector automotriz, tan imbricado en la región que todavía estamos trabajando una renegociación arancelaria que dependerá, en gran medida, de la pericia técnica y política de nuestros representantes. Por lo pronto, las negociaciones de la Secretaría de Economía y las buenas relaciones del Ejecutivo Federal con su homólogo estadounidense han dado resultados superiores a los esperados por muchos escépticos. De la noche a la mañana, y gracias a la exención de los nuevos aranceles, las empresas mexicanas poseen una ventaja competitiva frente a sus rivales.

Sin duda, nos encontramos en tiempos muy interesantes en los que la naturaleza misma de las naciones evoluciona con rapidez. Las medidas anunciadas por Trump van más allá del ámbito comercial: presenciamos una reconfiguración geopolítica que podría definir este siglo, y aunque esto representa una crisis, el nuevo escenario estará lleno de oportunidades. Hoy pasa en México como dicen en China: “hay un gran desorden en el cielo, y la situación en la tierra es excelente”.

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