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Este es el reto de Arabia Saudita en su transición digital

El príncipe saudí Mohammed Bin Salman de 31 años tiene una visión poco atada a la tradición y quiere convertir la economía de su país a una que no dependa tanto de combustibles fósiles, pero en las provincias el camino será largo.

Los jóvenes emprendedores saudíes en una conferencia en Riad celebrada el mes pasado se mezclaban cómodamente sin importar la barrera de géneros. Se sentaban en pufs, escuchaban historias sobre la frontera digital, y participaban en mesas redondas con títulos como "Descubriendo las herramientas del mañana" o "Haz tuya la tendencia".

Esta escena en la capital del reino podría haber salido directamente del plan cuyos líderes llevan promoviendo todo el año; en especial, uno de ellos.

A lo largo de miles de páginas de texto, y muchas horas de entrevistas y conferencias de prensa, el príncipe heredero sustituto Mohammed Bin Salman, de 31 años, y su equipo cuidadosamente escogido han diseñado una visión de la Arabia Saudí que pretenden crear para 2030: una economía más innovadora y diversa, que no dependa de los combustibles fósiles, en una sociedad quizá menos atada a la tradición.

Pero la capital no es el país. Esto ha sido una constante mundial en 2016, un año que ha puesto de manifiesto el abismo entre los centros metropolitanos en los que se diseña la política, y sus periferias. Esto también se aplica a Arabia Saudí. A pesar de toda la charla futurista, la industrialización del reino es irregular y se encuentra en una etapa relativamente temprana; el petróleo es lo que aún paga todo, y una versión austera del Islam domina con firmeza.

En la cosmopolita Yeda, quienes lideran los negocios pueden aprobar los objetivos de Vision 2030, pero aún se preguntan si se alcanzarán.

En la céntrica provincia de Casim, los alumnos discutieron con qué grado de cambio se encontrarían cómodos; no demasiado, fue el consenso, y desde luego nada que se aparte de los valores islámicos, incluyendo demasiada mezcla entre sexos.

En la ciudad fronteriza de Najran, al sur, el futuro pronosticado por el príncipe Mohammed parece muy lejano, al tiempo que la guerra en el vecino Yemen es una realidad de cada día.

Los modernizadores saudíes tienen prisa, pero no está claro hasta qué punto sus planes encuentran eco entre el público. Esto es un riesgo político para el príncipe Mohammed, que se ha embarcado en su intento de transformar Arabia Saudí en un momento turbulento en Oriente Medio.

El príncipe y sus aliados "necesitan convencer a una masa crítica de conservadores, y en particular al estamento religioso, de la sensatez del plan de modernización", opina Paul Pillar, profesor en la Universidad de Georgetown. Esto podría suponer dejar que los clérigos ejerzan su autoridad sobre "segmentos de la vida como la educación y las costumbres sociales, mientras que el régimen se centra en la reforma económica".

Si no pudiera alcanzarse tal acuerdo y los conservadores dan marcha atrás, "el joven príncipe se enfrentará al peligro adicional de que esta resistencia pueda mezclarse con oposición dentro de la familia real a su propio y rápido ascenso al poder", explica Pillar.

Después de que el derrumbe de los precios del petróleo en 2014 lanzara al déficit los presupuestos del régimen, el príncipe Mohammed diseñó ambiciosos planes para recortar los empleados en nómina del Gobierno, incentivar la empresa privada y la industria nacional, y atraer la inversión extranjera. No hay alternativa, declaró en una entrevista en marzo: incluso con toda su riqueza procedente del petróleo, Arabia Saudí se arriesgaba a quebrar si el despilfarro continuaba.

El cambio de dirección va más allá de la economía de 650 mil millones de dólares de Arabia Saudí: bajo este nuevo liderazgo, el reino ha abandonado una política de exteriores tradicionalmente cauta y se ha enredado en una guerra con el vecino Yemen, luchando contra rebeldes que dice que son apoyados por su rival regional Irán.

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