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Pemex quiere extraer más gas shale, pero sin llamarlo fracking

La compañía habla de “estimulación de yacimientos”, pero los planes apuntan a más fracturación hidráulica en el país.

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Plataforma Complejo de plataformas de Pemex en el Golfo de México. (Susana Gonzalez)

En la pantanosa costa del golfo de México, Petróleos Mexicanos bombea con ímpetu chorros de agua a alta presión, productos químicos y arena al subsuelo con el fin de aumentar la producción de petróleo y gas natural de los pozos venidos a menos.

En casi todo el mundo, esta técnica se conoce como fracking. Sin embargo, en México, donde esta práctica sigue siendo muy controvertida, Pemex le da un nombre diferente: “estimulación de yacimientos geológicos complejos”.

Independientemente del nombre, Pemex lleva al menos una década aplicando esta técnica de forma discreta en Veracruz, Nuevo León y otros estados del país. Actualmente, sus ejecutivos analizan la posibilidad de expandir su uso hacia los yacimientos de shale de México —en su mayoría aún inactivos— con el propósito de reactivar tanto la producción energética como la propia empresa estatal de perforación, que atraviesa serias dificultades, y al mismo tiempo disminuir la dependencia nacional del gas proveniente de Estados Unidos.

“El fracking que ustedes conocieron es muy distinto en la actualidad, nosotros no vamos a hacer eso”, dijo a los legisladores el director general de Pemex, Víctor Rodríguez, a principios de este mes. “Pero el potencial está ahí. ¿Qué hacemos, lo dejamos, seguimos con los yacimientos que tenemos y seguimos con la dependencia de Estados Unidos de gas?”.

Pemex y el gobierno mexicano —que en su momento intentaron prohibir constitucionalmente esta práctica durante el mandato del expresidente Andrés Manuel López Obrador— han sido reacios a admitir que la empresa recurre al fracking, en parte por la fuerte oposición de grupos ecologistas y comunidades locales en los últimos años.

Esta técnica ya ha provocado contaminación de mantos acuíferos y ha sido vinculada con la aparición de sismos. En el pequeño municipio de Los Ramones, en Nuevo León, los habitantes alzaron la voz cuando los temblores y la escasez de agua comenzaron a afectar su vida cotidiana, de acuerdo con un informe reciente de la Comisión para la Cooperación Ambiental.

“No lo llaman por su nombre porque saben que políticamente no sería bien recibido”, dijo Alejandra Jiménez, activista de la Alianza Mexicana contra el Fracking. “Todo apunta a que el gobierno va a hacer más fracking y, al fin y al cabo, es una continuación de lo que ya están haciendo”.

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Sheinbaum La presidenta de México, Claudia Sheinbaum. ( Stephania Corpi )

Un portavoz de Pemex no respondió a las peticiones de comentarios. La Secretaría de Energía de México tampoco respondió a las solicitudes. Ya sea que se llame fracturación hidráulica, técnicas de recuperación secundaria o estimulación de pozos, el reconocimiento oficial de que está considerando aumentar su uso supone un cambio radical para la Presidenta Claudia Sheinbaum, una ingeniera medioambiental que rechazó esta práctica durante su campaña presidencial.

Es probable que la oposición de su predecesor, AMLO, a esta práctica también contribuyera a la reticencia del gobierno a llamarla fracking, incluso cuando Pemex apostaba cada vez más por esta técnica para intentar frenar la caída en la producción de crudo y gas.

Para Pemex, lo que está en juego no podría ser más importante. La empresa se encuentra sumida en una deuda de más de 100 mil millones de dólares, mientras que su producción ha caído a su nivel más bajo en 15 años. Aunque la empresa ha recaudado algunos fondos para pagar deudas a corto plazo, incluidos los aproximadamente 20 mil millones de dólares que debe a sus proveedores de servicios, no está claro si el plan conseguirá revertir la producción de forma significativa. Sus refinerías están perdiendo dinero y la petrolera ha sufrido una serie de explosiones, accidentes, derrames de petróleo e incendios en los últimos años que han provocado la huida de muchos inversores.

Un plan de negocio integral publicado recientemente tiene como objetivo, entre otras cosas, explotar los recursos recuperables de gas shale de México, estimados en 545 billones de pies cúbicos, la sexta reserva más grande del mundo. Más del 60 por ciento de ese tesoro, junto con unos 6 mil 300 millones de barriles de petróleo compacto, se encuentra en la cuenca de Burgos, una extensión del yacimiento Eagle Ford de Texas, justo al otro lado de la frontera entre Estados Unidos y México.

El plan Pemex llega en un momento en que algunas de las mayores operadoras estadounidenses comienzan a cuestionar el potencial de crecimiento del shale en ese país. Diamondback Energy, el mayor productor independiente de la cuenca del Pérmico, declaró que cree que la producción petrolera estadounidense alcanzó su punto máximo este año y disminuirá en los próximos meses.

La formación Agua Nueva de México, al igual que Eagle Ford, es una capa de roca que contiene materia orgánica del final del período Cretácico y que tiene el potencial de proporcionar hasta 2 mil 500 millones de pies cúbicos de gas al día, según escribió en una nota un equipo de analistas de Wood Mackenzie, entre los que se encuentra Marcos Bernabe.

Esa formación por sí sola podría ayudar a Pemex a alcanzar su objetivo de aumentar la extracción de gas en casi un tercio para 2030. La empresa estima que puede incrementar la producción diaria de gas en 500 millones de pies cúbicos, además de 300 mil barriles de petróleo, a partir de yacimientos no convencionales, según el documento.

Aumentar la producción nacional es aún más crucial para México, ya que busca dejar de depender del gas de Texas. En mayo, México importó 7 mil 300 millones de pies cúbicos de gas diarios a través de un gasoducto desde Estados Unidos, un récord histórico. En medio de las crecientes tensiones con la administración Trump en todos los ámbitos, desde el comercio hasta la seguridad y la inmigración, el flujo de gas podría convertirse en un punto álgido si las negociaciones se agrian.

“Si Estados Unidos cierra la llave, México se queda a oscuras”, afirmó Rodríguez, de Pemex, quien calificó la producción nacional de gas como una cuestión de seguridad nacional.

Cada vez más, las condiciones meteorológicas adversas también suponen una amenaza para el flujo de gas mexicano. En febrero de 2021, una de las consecuencias secundarias de la mortífera tormenta invernal que azotó Texas fue la interrupción de los envíos de gas a través de la frontera debido a la congelación de los gasoductos.

Por supuesto, los problemas financieros de Pemex limitan su capacidad para emprender proyectos de alto costo, como la explotación de reservas de shale, sin la participación de socios. Este año, la compañía redujo en un 25 por ciento el presupuesto destinado a proyectos de fracking en cuatro de sus principales zonas de exploración, que quedó en 12 mil 300 millones de pesos (unos 658 millones de dólares). La cifra representa apenas el 3 por ciento del presupuesto operativo anual total de la empresa, de acuerdo con datos oficiales de Pemex.

El reto de Sheinbaum será atraer inversiones y tecnología del otro lado del Río Bravo, donde se inventaron y perfeccionaron las técnicas actuales del fracking. Pemex está tratando de crear empresas conjuntas con compañías del sector privado que se limitarán a ser socios minoritarios, al tiempo que asumen los costos operativos y la mayor parte de los riesgos.

“El gobierno no está creando un entorno propicio para la entrada del sector privado”, afirma Osama Rizvi, analista de la consultora energética Primary Vision. “Tienen que hacer mucho más en términos de preparación y comunicación. No veo que la industria del fracking en México vaya a experimentar un auge en un futuro próximo”.

Aun así, Rizvi mantiene cierto optimismo respecto a las reservas no convencionales de Pemex, especialmente ahora que la producción de shale en Estados Unidos muestra signos de estabilización y los ejecutivos del sector energético en Houston buscan nuevos mercados. Persisten, sin embargo, retos de gran magnitud: operar con seguridad en regiones dominadas por el crimen organizado y enfrentar la limitada disponibilidad de agua e infraestructura, señala Rizvi.

Por su parte, la presidenta Claudia Sheinbaum —electa con la promesa de sanear las finanzas de Pemex— ha subrayado la necesidad de encontrar un equilibrio entre el impulso a la producción de la petrolera estatal y la protección de las comunidades frente a los impactos medioambientales.

“No está nada decidido y se tiene que poner a consideración de la gente”, dijo en una de sus ruedas de prensa diarias, añadiendo que expertos de Pemex y del Instituto Mexicano del Petróleo están estudiando opciones para explotar los yacimientos no convencionales. “Pero hay un tema importante que es la dependencia que tenemos del gas natural”.

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