Nacido en una familia privilegiada de la Ciudad de México, Rafael Prieto-Curiel quedó huérfano de padre a los siete años. Hasta ahí llegó su fortuna. Su madre, quien había dejado un trabajo estable en el Telmex previo a Slim para dedicarse al hogar, tuvo que emplearse de nuevo para sostener a sus dos hijos, criados con la ayuda de sus dos abuelas.
“Mi mamá nos platicaba historias interesantes en los larguísimos trayectos de la casa a la escuela y de la escuela a la casa, y nos compartió una visión crítica de la sociedad. La admiro tanto que me convertí, sin saberlo, en una copia suya”.
Rafael Prieto-Curiel fue becado en el ITAM, pero le costó descubrir su vocación. Entró primero a actuaría, luego a economía y, desesperado, acabó en matemáticas. Dirigió la revista universitaria Laberintos e Infinitos y consiguió un primer empleo en una consultoría. Como parte de un equipo, realizó un proyecto para una agencia de seguros. Durante la presentación, el cliente cuestionó su fórmula, pero el joven demostró que no estaba equivocada. Al término de la reunión, el cliente le ofreció duplicar sus ingresos. “Lo voy a pensar”, respondió Prieto-Curiel. “Esta persona no me conocía; sólo me quería contratar porque le iba a ahorrar dinero. Me fui a dormir pensando que haría más rico a un rico y decidí que no. Luego renuncié a la consultoría, aunque no tenía dinero ni para imprimir mi tesis”.
Prieto-Curiel se entrevistó pocos días después en Mattel y en la Policía de la Ciudad de México. Primero fue a las coloridas oficinas de la empresa estadounidense, luego al edificio de la policía en la calle de Liverpool, en el que todo se caía a pedazos.
“La chica que me entrevistó me dijo que si tomaba la chamba, trajera una buena silla de mi casa, porque ahí no había, y también una laptop; que trabajan de 8 a 10 y algunos fines de semana, y que no me iban a dar vacaciones el primer año. Y luego, me aseguró que habría un día que iba a sentir una enorme satisfacción por trabajar por la seguridad de mi familia y de mi ciudad, y que valdría la pena el esfuerzo. Fueron las palabras correctas”.
El matemático colaboró en el proyecto Bicentenario Ciudad Segura, impulsado durante la administración de Marcelo Ebrard, cuando se instalaron las cámaras de seguridad del C5.
“Luego nos hicimos de todo el equipo del C5. Honestamente, pienso que las cámaras que nos vendieron fueron espejitos. Se suponía que iban a detectar delitos automáticamente e íbamos a seguir a personas sospechosas con 20 cámaras. Cuando dejé la policía, cinco años después, las cámaras no hacían ni la centésima parte de lo que nos ofrecieron. No detectábamos delitos como se planteaba. Instalamos 10 mil por toda la ciudad, pero los policías veían dos, si acaso. Por 2011, cuando el proyecto ya funcionaba, hacía comparativos para calcular cuánto costaba perseguir un delito: el nivel de costo era de aproximadamente 800 mil pesos. Había que hacer algo. Pero fue muy interesante trabajar con un equipo muy técnico, sumamente preparado y formado por gente de lo más honorable”.
Prieto-Curiel fue promovido a director y trabajó con un grupo de policías, matemáticos, economistas e ingenieros que formulaban estrategias contra el crimen. “Fue el trabajo de mi vida”. Hasta 2012, año electoral. Su jefe, Fausto Lugo, fue nombrado secretario de Protección Civil. Prieto-Curiel tenía 26 años. Era el director más joven de toda la ciudad. “Mi mejor opción era hacer lo mismo seis años más para llegar a subsecretario de seguridad o director del C5. Mi juventud no me permitía crecer, pero no aguantaba seis años más, así que me puse a buscar maestrías en estadística”.
Estudió la maestría y el doctorado en matemáticas en University College, en Londres. Cuando terminó, en 2018, rechazó algunas ofertas de trabajo en México y empezó un posdoctorado en Oxford. La historia es una tragedia, similar a la que han sufrido estudiantes y científicos desde el inicio del obradorato: “Fui becado en el Conacyt para la maestría y el doctorado. Había una regla para la visa con la cual yo me había adscrito en el doctorado, según la que después de ser patrocinado por un gobierno por más de tres años, necesitas una carta de permiso de ese gobierno para quedarte. Escribí al Conacyt en julio para informar que había ganado un fellowship en Oxford (el único latino que lo consiguió) y que quería quedarme para hacer investigación sobre México. Conacyt me contestó que la regla es regresar al menos seis meses, pero que por tratarse de Oxford me darían la carta para aplicar a la visa. Después, en Recursos Humanos de Oxford me avisaron que la carta decía que me quedaría ‘sólo por este proyecto’ y que necesitaban que eliminaran esas tres palabras”.
Lo que siguió fue una odisea. El Conacyt, ya en manos de María Elena Álvarez-Buylla, le respondió que la redacción de la carta constituía un acto de corrupción. “Le escribí a Conacyt, al decano de Oxford, al embajador de México en Reino Unido, Julián Ventura; nadie pudo cambiarme esa carta”. Su visa expiraba el 7 de enero de 2019 y antes de eso, fue notificado, debía abandonar Reino Unido; de lo contrario, no sería contratado nunca más por ninguna otra institución británica.
Su jefa de Oxford le ofreció mantener su contrato en Colombia. “Salí del Instituto de Matemáticas con los ojos rojos de lágrimas. No me quería ir a Colombia, no era mi sueño, pero se convirtió precisamente en eso”. Iba por un año, que se convirtió en tres. Prieto-Curiel podía volver a aplicar a la visa británica, pero el mundo cerró por la pandemia. “Trabajé con gente brillante en Medellín, una ciudad que fue exageradamente violenta, el epicentro de la guerra contra el cártel de Pablo Escobar, y ahora es de las ciudades más seguras de América Latina. Fue muy bonito ver de cerca que sí, sí se puede”.
Después, el matemático tomó una posición más formal en la academia en Austria, como miembro de la facultad del Complexity Science Hub, un instituto de investigación en Viena, donde dirige un equipo de 10 investigadores que estudian sobre migración, violencia y otros temas urbanos.
El año pasado, junto con Gian Maria Campedelli y Alejandro Hope, Prieto-Curiel publicó en la revista Science un estudio sobre el tamaño de los cárteles, el quinto empleador del país, según los estudiosos, que recluta a 380 miembros a la semana. Lamentablemente, el paper fue aceptado la misma semana del fallecimiento de Hope. Él no lo supo. “Alejandro fue como mi maestro; me dio mucha pena que nunca lo conocí en persona. Empezamos a hablar y a colaborar cuando escuché a López Obrador declarando que los muertos en Aguililla eran producto de un ajuste de cuentas, lo mismo que antes decían Peña Nieto y Calderón. Tres partidos, tres presidentes, misma narrativa; algo tenía que estar mal. Y lo estaba. Aún lo está”.