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Guanajuato y Líbano eran una fiesta

Una fiesta de cine, música y arte que aún no acaba en la presente edición del Festival Internacional de Cine de Guanajuato.

GUANAJUATO, Gto.- Cielos limpios y despejados, la brisa de verano y los ecos de la música del Medio Oriente visten a Guanajuato, que este fin de semana recibe lo mejor de la cultura de Líbano, la nación del cedro.

Desde el pasado miércoles, la ciudad es sede de la XXI edición del Festival Internacional de Cine de Guanajuato, el cual exhibe cientos de cintas procedentes no sólo de México, sino de Líbano, el país invitado de honor, que le ha aportado a nuestra cultura arte, talento, gastronomía y economía.

Aquí se aburre el que no quiere o no se sabe divertir, porque actividades hay para dar y repartir. Por ejemplo, la gente se puede dar cita en el Teatro Juárez para ver a las celebridades desfilar en la alfombra roja de Los herederos, filme que abre el festival; puede sentarse en las escalinatas de la Universidad de Guanajuato a ver el documental de ese huracán llamado Rita Guerrero, o lanzarse al ciclo dedicado Ingmar Bergman, quien ayudó a definir el mundo cinematográfico de la segunda mitad del siglo XX.

Para los emprendedores, pláticas de cómo emplear el crowdfunding para hacer sus películas; para los amantes de Bergman, pláticas a cargo de periodistas y críticos; para los geeks, proyecciones de cortos hechos en realidad virtual, lo que hace preguntarnos si ésta será el nuevo terreno por conquistar. En la Alhóndiga puedes optar por escuchar cumbia sonidera o transportarte vía violines y tambores al Medio Oriente acompañado de Aziza, cuya voz suena etérea y potente al mismo tiempo. El aire de Líbano debe sentirse igual.

¿Shakira qué? Las caderas de esta mujer, además de no mentir, gritan de felicidad y se mueven al compás del nay y el buzuk; el derbak y el violín emocionan tanto a la audiencia que Aziza no lo duda y se baja del escenario a para batir palmas y bailar con ella en una danza que tiene algo de árabe, algo de griego y algo de hebreo. Por unos minutos, pareciera que la euforia fue creada en Líbano.

Pero la fiesta sigue. El país invitado se pone guapo y ofrece una fiesta en la que los asombrados invitados no dejan de preguntarse de dónde sale tanta comida: las bandejas con jocoque, tabuleh, buñuelos de berenjena, arroz con lentejas se vacían en minutos para aparecer de nuevo repletas como por arte de magia. Los rollitos de acelgas y los alambres de cordero parecen no terminarse. Dante se hubiera infartado de ver que la gula aquí no parece ser pecado. Para paliar la culpa, aparecen las jarras con agua de anís y café.

A lo lejos se empiezan a ver telas vaporosas de colores, listones con anillos de metal y piedras brillantes; como en una escena de Los cuentos de la Alhambra o Las mil y una noches, las bailarinas hacen su aparición para deleitar a los invitados. Allí la noche parece haberse detenido.

Pero Guanajuato también es una ciudad de leyendas, misterios y espantos; aquí las momias y los aparecidos con trajes coloniales son cotidianos y por ello, los cementerios también quieren contar sus historias en el GIFF. Si eres de sangre fría, el panteón de Santa Paula se viste de brumas para exhibir este fin de semana Swiss Frights y Good manners. ¿Quién dijo miedo?

Guanajuato y Líbano son y eran una fiesta. Una fiesta de cine, música y arte que aún no acaba.

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