Victor Manuel Perez Valera

Jesucristo el Logos: Logoterapia espiritual

Jesucristo vino a los suyos, mas muchos no lo recibieron, sin embargo, a los que lo recibieron, les dio el derecho de ser hijos de Dios y tener un nuevo nacimiento.

Toda la Biblia se podría resumir alrededor de una expresión, palabra (Logos):

La palabra de Dios hace al hombre: la creación;

La palabra de Dios se hace palabra de hombre, los profetas;

La palabra de Dios se hace hombre: la encarnación de Jesucristo.

Para el hebreo, la palabra Dabar y en griego Logos no es sólo un sonido, sino algo vivo, una unidad de energía cargada de poder. El poder de la palabra de Dios se manifiesta además de en la creación, en la literatura profética y en la encarnación del Verbo, en las bendiciones, en la sanación y en la resurrección de los muertos. La Palabra es como un fuego que debe propagarse sin disminuirse, como un mazo que quebranta la roca y rompe los obstáculos.

Para el ilustre filósofo griego Heráclito (560. A.C) todo está en flujo, en continuo cambio, es casi un caos, pero el Logos hace que todo tenga sentido, orden y belleza. Varios siglos después también en el Éfeso de Heráclito, al principio del Evangelio de san Juan se declara: “En el principio era el Logos, el Logos estaba en Dios y el Logos era Dios”. En el versículo cuarto se específica: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn 1, 1-4). En este mismo texto “El Logos se hizo carne y puso su morada entre nosotros”. Hoy en la fiesta de Navidad, recordamos que Jesucristo vino al mundo para que los que creen en Él tengan vida eterna. Ante esto surge la pregunta ¿vale la pena vivir en nuestro mundo? Si, la muerte no es el fin de la vida, sino el paso a una vida más plena, que más que duración es calidad de vida.

En el Evangelio se proclama: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Jn 3,36) ¿Qué tipo de vida? La vida es la luz de los hombres, es una nueva expresión del “Hágase la luz” que combate la oscuridad, las tinieblas. Es la luz que ilumina, la luz que guía nuestro camino, la luz invisible. Más aún, Jesucristo es la luz del mundo y sus discípulos también lo son. Un niño observando los vitrales de una iglesia expresó: los santos son aquellos que dejan pasar la luz.

Ahora bien, Jesucristo vino a los suyos, mas muchos no lo recibieron, sin embargo, a los que lo recibieron, les dio el derecho de ser hijos de Dios y tener un nuevo nacimiento. El nacer de nuevo nos conduce a un conocimiento de Dios, que no es conocimiento intelectual sino cordial, conocimiento interno, conocimiento de amor que nos impulsa a propagarlo, especialmente en Navidad: nos damos cuenta de que conocer a Jesucristo lleva consigo reconocerlo en nuestro prójimo en la fraternidad que produce una verdadera revolución, que es el culmen de un mundo nuevo.

No podemos celebrar la Navidad sin vivir más profundamente nuestra vida espiritual. La Navidad nos invita a un nuevo nacimiento. El psicólogo humanista Erick Fromm decía que era necesario en nuestro mundo, “nacer de nuevo”. En la fe, un nuevo nacimiento implica revelar nuestro amor a Dios y también, el amor a nuestros hermanos.

Para encontrar el sentido de la vida, el gran psicólogo vienés Viktor Frankl utilizó un método que llamó Logoterapia. Para encontrar el sentido del cristianismo en nuestras vidas necesitamos vivir algo semejante, una logoterapia espiritual: No solo que Jesucristo, como Logos, se encarne en nuestro mundo, sino también en nuestra vida, solo así podemos vivir una ¡Feliz Navidad!

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