Samuel Aguilar Solis

La incertidumbre en las campañas

Lo señalan diversos estudios internacionales y nosotros lo constatamos día a día: México ya no es una democracia, sino un sistema político híbrido, con rasgos democráticos y autocráticos.

A escasas 10 semanas de las elecciones más grandes de nuestra historia, y sin que las elecciones locales arranquen formalmente, es claro que las de carácter federal (presidente de la República y Congreso federal), están llegando relativamente poco desde mi parecer al ánimo de la sociedad o cuando menos no se presentan como la conversación principal entre los grupos de familiares y amigos, salvo de aquellos que estén realmente interesados en el tema por motivos profesionales o de militancia. ¿Será que tenemos todo el sexenio metidos en la polarización política que como estrategia del populismo autocrático, López Obrador montó, que la llegada de la “espotización” y toda la basura electoral en postes, volantes y bardas ha generado no solo más polarización, sino hartazgo de la rivalidad política? ¿O será que la narrativa de las campañas de polarización no seduce porque al final es más de lo mismo? Por un lado, la candidata del populismo es muy clara y puntual, la actual política de polarización seguirá y con su dicho del tal “segundo piso”, se entiende que las políticas públicas y acciones gubernamentales como las que ahora se aplican se radicalizarán; por el lado de la candidata del frente opositor, si bien en varios temas se ve contestataria, hay otros en los que pareciera estar en subasta para decir que ella dará más en los programas sociales. Lo que sí es de ambas es su silencio para decir de dónde saldrán los recursos para hacer realidad tanta promesa cuando lo realmente importante que deberían de decir (cuando menos la de la oposición) es el desastre financiero y la crisis fiscal que el obradorato está dejando en las finanzas públicas.

Puede ser que para determinados actores políticos del gobierno y de Morena, la estrategia de polarización a ultranza piensen que funcione hasta llegar a un punto que muchos ciudadanos no solo no quieran escuchar más de la política de polarización, sino de hastiarse y preocuparse y lleve a ese ciudadano de a pie a quedarse en casa en previsión de que “las cosas no vayan a llegar a mayores el día de las votaciones” y de esa manera inhibir el voto en contra del partido gobernante; en cambio, esa actitud sería justo a favor del partido oficial, ya que esté contando con mayores recursos tendría la capacidad de movilizar a sus militantes y simpatizantes, en detrimento de la oposición. Pero también puede suceder lo contrario, que la polarización esté tomando carta de naturalización y se vea una copiosa votación y entones sí “vamos a ver de qué cuero salen más correas”. La historia electoral muestra que cuando la participación ciudadana es muy alta, por lo regular no es a favor del partido gobernante.

Ahora bien, ¿qué puede modificar la percepción que se tiene hoy de las campañas federales y en particular de la campaña presidencial? A mi parecer pueden ser dos cosas a grandes rasgos: 1. La dinámica que tomen las campañas locales, máxime que esta lleva en todas las entidades federativas, mínimo una, y 2. Algún acontecimiento que cimbre a la opinión pública nacional, ya sea por un fenómeno natural o un acto que atente contra algún personaje público de la vida nacional. Los escenarios en los “cuartos de guerra” seguramente trabajan entre otras cosas en esto, y sobre todo de cómo responder, si llegara a ocurrir.

Es tan grande la cantidad de cargos a elección popular a nivel local –en donde se conoce al candidato(a) o se tiene un interés personal–, que para muchos la definición de una candidatura a favor o en contra de a quién considera que debe de obtener dicho cargo lo haga cambiar de opinión para el resto de las candidaturas de ese partido o coalición, amén de los intereses del crimen organizado en esos territorios, que sin duda habrán de pesar y mucho en las elecciones. Las rupturas internas en los partidos por las candidaturas locales son otro posible factor a tomar en cuenta. Así es que la definición y arranque de las campañas locales nos puede dar otra percepción del proceso electoral y no solo ello, sino otros resultados a nivel federal. El fantasma del voto cruzado puede andar navegando en estas aguas para ambas candidatas.

Mientras que para la candidata del populismo su hoja de ruta es mantener la ortodoxia narrativa del obradorato, sin cometer errores como por ejemplo que tuviera más lapsus y de pronto dijera: ”la violencia y la corrupción que hoy existen…”; “a mi llegada habremos de corregir…” etcétera, y para la candidata de la oposición es que por fin encuentre ya una narrativa que sea consistente en el resto de su campaña y que tanto los candidatos locales como los partidos de su coalición repliquen dicha narrativa, de esa manera habrá solo una, claro con los temas locales de por medio, pero no cada quien entonando su canción.

En la política democrática la incertidumbre tiene carta de naturalización, pero surgen varias dudas en el contexto actual de nuestro país; si como lo señalan diversos estudios internacionales y nosotros lo constatamos día a día, México ya no es una democracia, sino un sistema político híbrido, con rasgos democráticos y autocráticos, ¿será esta elección la prueba de que aunque lentamente muere la democracia o que sus raíces institucionales y culturales son tan fuertes que saldrá fortalecida? ¿Todo el larguísimo proceso de liberalización (1987-2000) y las alternancias políticas en este siglo a nivel de la presidencia de la República y en el siglo pasado las tantas alternancias locales, han formado una verdadera ciudadanía que anteponga los principios de la democracia por encima de un programa social que además nadie le puede hoy ya regatear?

COLUMNAS ANTERIORES

La herencia maldita
Incertidumbres electorales

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.