Yo sí entiendo la frustración del secretario de Agricultura, Julio Berdegué, por la crisis del gusano barrenador de ganado. Si yo lo conociera como para tutearlo, también le diría “Julio, sin enojarte”. Pero no tengo el gusto, así que sólo le diré: “Quién le manda”.
México tiene oootro dolor de cabeza con Estados Unidos y también éste es, básicamente, de fabricación casera. Washington paró la importación de ganado mexicano por contaminación de gusano barrenador, problema que no se veía desde inicios de los 90.
Y claro, los ganaderos de este lado del río Bravo ya pusieron el grito en el cielo, y los de Coahuila incluso piden la renuncia del secretario Berdegué. Lo acusan, según la prensa, de no tomar las medidas adecuadas para prevenir esta crisis, y le exigen cerrar la frontera sur.
Cuestionado el martes en la mañanera al respecto, cuando la presidenta le dio la palabra se alcanzó a escuchar un “Julio, sin enojarte”. La verdad es que el secretario es medio estentóreo en sus redes sociales, así que sorpresa, sorpresa que se enoje, tampoco eh.
Ahora bien, si yo lo conociera, sí le diría “Sí, enójate, Julio, pero con quien te haya engañado a la hora de aceptar el puesto que ahora ejerces”. Claro, le diría eso hablándole de usted, porque, como ya se los dije, no tengo el gusto.
Enójese, secretario, con quien le haya hecho creer que llegaba a un gobierno, digamos, con los recursos para funcionar. No, querido amigo (acá yo ya amiguéandome con él), la burocracia nunca fue perfecta, es cierto, pero hace años, como seis, que está peor que nunca.
Descargue su muina (así hablamos los provincianos) con quien no le haya dicho con todas sus letras del maltrato al Senasica en el sexenio pasado. Y no es una cosa sólo de pesos y centavos, de recortes o presupuestos, es un asunto también de valoración.
Venimos (en ese plural que usan los mosquitos cuando dicen que aran junto a los bueyes) de un gobierno (es un decir) que desdeñaba abiertamente la especialización, que acuñó al nivel de la petulancia la supremacía de la lealtad sobre cualquier experiencia.
La actual administración heredó, y para nada se plantea corregir, la lógica de que los cuadros formados en los, a ojo de buen cubero, últimos cuatro sexenios eran sospechosos de neoliberales. Así que si se iban de la administración, qué mejor noticia.
El otro día (haré un paréntesis, porque nada tan tentador como un rodeo) escuché a la presidenta criticar los salarios del personal diplomático de México. Qué buena falta haría que la hoy titular del Ejecutivo federal viera cómo se la rifan en los consulados y cuánto ganan, con respecto a lo que cuesta la vida en diferentes ciudades, muchos de esos funcionarios (suspira). Vuelvo con usted, don Julio.
Se bajaron sueldos (o sea se promovió que no pocos de los técnicos mejor formados por el propio gobierno mejor buscaran horizontes en la iniciativa privada), se puso en Conacyt a cada personaje, se abrió la frontera a importaciones indiscriminadas para bajar por decreto los precios, se creyó en la magia…
Pero la magia no es buena a la hora de gobernar el mundo no político, el que depende de valoraciones técnicas y científicas, el que se rige no por los “detente” sino por las reglas sanitarias. Sí, don Julio, le tengo noticias: trabaja con gente que no va a criticar la “magia” de YSQ. Nuuunca.
Y si hoy una mosca lo pone de malas, esas moscas estériles que le urgen para detener la propagación de esta enfermedad que hace décadas no provocaba dolores de cabeza al hato mexicano, vaya al espejo y enójese, muchísimo, con ése que no le recordó lo que usted seguro ya sabía: que con buenos discursos ideológicos no alcanza para matar los bichos ni engañar a los gringos.
Enójese cuanto quiera. Y luego dígale a los ganaderos qué va a hacer con lo que sí tiene –no lo que usted espera que Estados Unidos le regale–, porque para eso lo nombraron. Para resolver, no para que su jefa le diga que no se enoje. Eso ni como chiste pasa.