La Feria

La nueva burla de Rubén Rocha

Rubén Rocha Moya actúa desde la prepotencia de quien busca salvar el pellejo, no desde la conciencia de quien hizo una promesa de cuidar a sus paisanos.

Es una trampa. Y una burla. La nueva burla de Rubén Rocha a la sociedad sinaloense. Una farsa a costa de la ciudadanía, eso es lo que se pretende montar con la treta de flotar en la discusión la posibilidad de la revocación de mandato para la crisis de Sinaloa.

Quien cobra un salario que no devenga como gobernador de Sinaloa se llama Rubén Rocha y es parte del problema de gobernabilidad que padece ese estado desde julio pasado. Eso es obvio para todos, hasta para quienes, traicionando al pueblo, lo defienden.

La credibilidad del todavía gobernador se evaporó sin remedio cuando fue asesinado el diputado electo Héctor Melesio Cuén y raptado Ismael El Mayo Zambada, todo en una reunión donde, ya preso, el narco aseguró que asistió confiado en que vería a Rubén Rocha.

De entonces a la fecha –incluidos los cinco meses que van de la guerra intestina de lo que por años fue un solo cártel–, Rocha no sólo no ha recuperado el control de su estado, sino que se ha dedicado a injuriar a una sociedad que no se resigna a vivir bajo las balas narcas.

La gravedad de la situación es tal que la presidenta Claudia Sheinbaum ha tomado decisiones inéditas: su estratégico secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, se ha tenido que quedar por días en Sinaloa porque Rocha simplemente no puede con el paquete.

Ya cambiaron de fiscal, ya cambiaron de jefes policiacos. Y ni el despliegue de la Guardia Nacional con Harfuch a la cabeza logra la paz; ¿no será hora de que Morena, constituido por negacionistas de la realidad narca de zonas enteras, vea a quién sí tiene que cambiarse?

Luego del asesinato en enero de dos niños y del padre de ambos, retumbó en varias marchas el “¡fuera Rocha!”. Cuestionada por ese clamor ciudadano, Sheinbaum dijo que ella no quita gobernadores. Es verdad, pero sí puede quitar respaldo político. Con eso caería Rocha.

En lugar de ello, desde Morena se alimenta una discusión no sólo falaz sino ruin. Rocha fue el primero en decir que si lo quieren fuera, que reúnan los votos y lo echen. Él y sus solapadores saben que, por retroactividad, la ley de revocación no le aplica.

Claro, Morena es capaz de saltarse la legislación y simular una “revocación” a fin de arrasar políticamente. Es decir, nada les costará ofrecer, desde la condescendencia de su indolencia, una consulta que saben que ganarían.

En Sinaloa no hay normalidad. Salir a las calles supone un riesgo mayúsculo. ¿Quiénes podrían tener más opción de ir a un referéndum, protegidos por un aparato de seguridad? Aquellos que movilice el gobierno que ganó en 2021 mientras se secuestraba a opositores.

Además, se carece de las mínimas garantías de que Morena respetará cualquier proceso sin actuar juntos, como si fueran uno, partido y gobierno. Aceptar la mera discusión de un revocatorio es ayudarles a desviar la atención.

Sinaloa merece un gobierno que no tenga el estigma del narco en su origen electoral, ni la sospecha de que le alcanzará la pus que saldrá en las Cortes de Estados Unidos por el juicio de El Mayo.

Rocha actúa desde la prepotencia de quien busca salvar el pellejo, no desde la conciencia de quien hizo una promesa de cuidar a sus paisanos.

Lejos de aceptar que las y los sinaloenses de a pie han padecido demasiados meses la doble bota del crimen organizado y del desahuciado gobierno de Rocha, Morena tiende ahora una cortina de humo: vamos a las urnas, vean qué democráticos somos. Pura maña.

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