La Feria

La kriptonita contra Omar… está en casa

La resistencia a Omar García Harfuch, que ojalá no resulte ser la kriptonita a sus superpoderes constitucionales, vendrá de los gobiernos de Morena.

Para combatir a los criminales, a Omar García Harfuch se le dieron poderes constitucionales como a nadie antes. Porque los recientes fueron cambios hechos a la medida de un individuo, no necesariamente de una institución.

México prueba una nueva medicina a su dolor de cabeza de décadas. La presidenta Claudia Sheinbaum ha decidido personalizar la lucha anticrimen. Es un modelo con cierta lógica –confía mucho en su elegido para la tarea–, no exento, sin embargo, de complejos retos.

Dado que este año la Guardia Nacional se terminó de militarizar, y el diseño institucional suponía un Ejército empoderado y una siempre arisca Fiscalía General de la República, la discusión versaba sobre si García Harfuch tendría con qué emprender la lucha anticrimen.

La respuesta llegó en forma de cambios constitucionales por consenso para que García Harfuch centralice inteligencia, coordine a los tres niveles de gobierno, fiscalice fondos que entrega la Federación e incluso promulgue decretos o lineamientos.

No es momento de pensar en qué pasará con todo ese poder cuando alguien distinto a García Harfuch, que congrega simpatías de propios y extraños (salvo el sarpullido electoral que provoca en parte de Morena, pero eso es otro tema) llegue a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.

No es momento porque urge un esquema, el que sea, incluso éste que da suprapoderes al exsecretario de Seguridad de la Ciudad de México, que funcione. Que comience a revertirse lo que a leguas es obvio: estadísticas gubernamentales aparte, el crimen es dueño del territorio.

Así que la virtud sería que García Harfuch tiene ya lo que ni García Luna soñó: además de la confianza plena de la Presidencia, un armazón constitucional que le permitirá desplegar operativos como el que, de nombre Enjambre, barrió el viernes parte del Edomex.

De esa forma, no es sólo un factor político –la identificación de Omar con Claudia Sheinbaum– lo que le otorga la capacidad para convertir un operativo estatal, como Enjambre, en un golpe espectacular que daría réditos en percepción, y eventualmente en la realidad nacional.

Esos operativos son como los goles en el futbol. Si una semana un equipo logra una vistosa anotación, la gente pedirá de inmediato otra, incluso otras dos. Máxime cuando está la sensación, cierta o no, de que la escuadra llevaba mucho tiempo sin marcar a favor.

A favor de Omar jugará el factor de que, precisamente, su músculo político se fortalece por el hecho de haber elevado la visibilidad de la redada donde cayeron una alcaldesa, un presidente de un DIF, e importantes funcionarios policiacos de municipios mexiquenses.

La Constitución le da ahora a García Harfuch lo que a ningún policía en el pasado reciente. Y si encima consideramos su capacidad mediática, se tiene la mesa puesta para que convoque a gobernadores y a alcaldes de todo el espectro para coordinar los siguientes goles.

Dado que la mayoría de esos políticos son de Morena, porque esa es la realidad electoral de 2018 para acá, eso constituirá la verdadera prueba para el superpolicía con quien Sheinbaum ha decidido jugarse el sexenio en la materia que más amenaza la gobernabilidad.

La entrega de plazas en ayuntamientos y en estructuras estatales a los criminales sólo se explica por miedo o por compromisos de campaña.

La resistencia a Omar, que ojalá no resulte ser la kriptonita a sus superpoderes constitucionales, vendrá de quienes más han ganado: en los gobiernos de Morena; unos por miedo, otros por…

¿Cómo podría Omar blindarse contra esas resistencias? Abriendo su secretaría, es decir su quehacer, a mecanismos ciudadanos de colaboración y vigilancia. ¿Lo hará?

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