De nada sirvió adelantar la toma de posesión presidencial. Esa medida, que acortó el tiempo entre la elección y el juramento en el Congreso, resultó estéril porque a la presidenta electa se le impidió preparar su gobierno, que es lo que le vemos hacer justo ahora.
Pongamos un ejemplo. El jueves, Claudia Sheinbaum recibió en Palacio Nacional a la iniciativa privada para hablar de Acapulco.
Tras el cónclave, la Presidenta publicó un video en la red social X con esta leyenda: “Me reuní en Palacio Nacional con servidores públicos, empresarias y empresarios para la reactivación integral de Acapulco, tras el huracán John. Consolidaremos el turismo entre todas y todos”.
Si ven ese video admirarán a la Presidenta recorrer la mesa para saludar a sus convocad@s; y luego aparecen tomas de vari@s hablando. Pero no se oye nada. Pura musiquita. No hubo boletín, ni cosa parecida. Quizá porque aún no saben qué informar.
Según algunas fuentes, en la reunión se dejó claro que a pesar de sobrevivir dos megahuracanes, Acapulco y su población están lejos de salir de terapia intensiva. Que así como va, a mediano plazo el puerto es inviable.
La Presidencia se comprometió a que habrá seguridad –que tan delicado tema no será disuasor de la inversión privada o del renacer turístico– y a apoyar las iniciativas de las y los empresarios para recuperar la normalidad económica del puerto.
Para ilustrar lo descomunal del reto, alguien mencionó, mis fuentes no aclararon quién, que en una encuesta a visitantes recientes del puerto, siete de cada diez dijeron que dadas las condiciones en que está Acapulco, difícilmente regresarán.
Las y los empresarios pidieron obras de infraestructura, y terminar de una vez por todas con el caos en el transporte y la falta de servicios.
Al día siguiente, en la mañanera Sheinbaum tocó el tema. A pregunta expresa, defendió lo hecho en el pasado, y confirmó que programarán algo con las y los empresarios.
“Y quedaron muy entusiasmados, quedamos de trabajarlo durante más o menos dos meses para que en enero podamos presentarlo en Acapulco, este programa de inversión pública y privada”, dijo la mandataria.
Cuando digo que estamos viviendo la verdadera transición no lo expreso como una explicación tranquilizadora. Y el ejemplo que elegí reúne, creo, algunos elementos de la enorme complejidad de que la Presidenta tenga que armar su programa sobre la marcha.
Hoy Claudia tiene que: lidiar con el costo de asumir compromisos del pasado (CNDH), tratar de enderezar políticas que apenas si evitaron estallidos sociales (Acapulco), corregir errores catastróficos (desabasto médico) y navegar todo eso con estrecheces presupuestales… no por nada dicen que el sexenio empieza en enero.
Agreguemos algo: las giras de junio a septiembre, en las que su agenda fue secuestrada por su predecesor, no sirvieron para ver el estado en el que le entregaban la nación. Porque quienes daban los reportes no iban a aceptar frente a YSQ problemas e insuficiencias.
En enero, dice la Presidenta, sabrá qué hacer con Acapulco; y se puede decir lo mismo del abasto de medicinas o de la política energética: porque no fue sino a partir del 1 de octubre que ella y su equipo empezaron a ver la realidad de lo recibido.
Las transiciones servían para quitar de en medio a quien ya no servía, o de plano estorbaba; para tramitar ajustes (leyes o devaluaciones) a costa del saliente; para establecer con cierta discreción quién manda. Como no hubo transición, vemos lo que vemos en el Congreso.
Cerremos con Acapulco: imaginen a Sheinbaum queriendo resolver estructuralmente el puerto mientras lidia con la ‘ayuda’ de Salgado Macedonio et al.