Rolando Cordera Campos

La nación sin sentimientos

Todo es un ‘rascarse con sus propias uñas’; una difusa participación en un frenético carnaval; un todos contra todos abiertamente autodestructivo para todos.

Todo indica que los mexicanos no nos entendemos; que, desde hace tiempo, no nos estábamos entendiendo. De ahí, tal vez, esa sensación viscosa de incertidumbre que nos asedia; que atora nuestros pasos y hace de la política un caminar sin rumbo, pero con mucha furia.

Aquello de los sentimientos de la nación en que pensaba Morelos, del bien común, no aparece por ninguna parte. Todo es un “rascarse con sus propias uñas”; una difusa participación en un frenético carnaval: un todos contra todos abiertamente autodestructivo para todos.

Se equivocan totalmente el Presidente y con él muchos de sus seguidores, al calificar de victoria el evento montonero del Senado el viernes pasado. “Acomodarse” en las escaleras del patio central de Palacio a la protección presidencial es una ridícula pantomima, un lamentable espectáculo que señala con toda crudeza el deterioro de nuestro nivel político.

Hasta dónde pretendan llegar el Presidente y sus servidores, no se sabe. Tampoco pueden vaticinarse las reacciones de los siempre temerosos inversionistas financieros, dispuestos a moverse como rebaño y optar por la salida cercana, buscando la seguridad del Tesoro americano para pensarlo un rato.

Y si los supergrandes del capital pueden seguir comiendo chipilín y chocolate en Palacio, no ocurre así con la masa empresarial, que no acierta a acomodarse a esta reproducción amorcillada de la economía, que de máquina de máquinas de producción y lucro hoy aparece amordazada por el temor a invertir y la inseguridad en el trabajo.

Así pasan las horas: entre los conjurados de los días pasados en el Zócalo y la casona de Xicoténcatl y sus opositores, no solo se mantiene y reproduce la angustia de los gladiadores, sino que se agudizan la incertidumbre y la desazón que abruman el, de por sí, alicaído espíritu público. La política plural y sí, democrática, puesta a los pies del presidente.

Es por esto por lo que una y otra vez hay que decir: los exabruptos y bravuconerías presagian tormentas y ruido, mucho ruido. Una desgracia.

Al destierro las esperanzas y expectativas de progreso y paz para todos despertadas en muchos por el triunfo de 2018. A cambio se nos ofrece un funesto hit parade de abyección. Lejos, en el olvido, aquello de “(…) nosotros queremos convertir la honestidad y la fraternidad en forma de vida y de gobierno. No se trata de un asunto retórico o propagandístico (…) Estoy consciente de la gran expectativa que existe entre los mexicanos, y el desafío que significa enfrentar los grandes y graves problemas nacionales, pero soy optimista y creo que vamos a salir bien (…)”.

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