Sin hacer un gran gobierno, Javier Milei derrotó a la maquinaria del kirchnerismo en las recientes elecciones del domingo 26 en Argentina.
El triunfo de Milei en estas elecciones legislativas y en la presidencial de noviembre de 2023 obedece al hartazgo con la ineptitud y la corrupción del kirchnerismo.
Ineptos y transas, los gobernantes populistas de Argentina fueron los fabricantes de su propio verdugo: un personaje extravagante de la extrema derecha.
Eso de pensarse dueños de los pobres es una fantasía del populismo latinoamericano que se rompe cuando topa con su ineptitud para gobernar y la corrupción de sus dirigentes.
Ahí sólo le quedan dos caminos: cambiar las leyes para ejercer una tiranía, o entregar el poder en elecciones democráticas.
En Argentina ocurrió lo segundo y los perdedores tienen la oportunidad de corregir errores, sacudirse el lastre y volver a competir por el voto popular. Democracia, pues.
“No podés gastar más de lo que tenemos, ¡boludos!”, les gritó Milei a sus adversarios políticos y la gente lo entendió.
Entendieron luego de una amarga y prolongada experiencia populista, con reparto de dinero sin generar riqueza, que dejó a Argentina en la ruina y a sus habitantes con la inflación arriba del 200 por ciento anual.
Milei bajó la inflación anual del 211.4 por ciento a 31.8 por ciento.
Igual puede dispararse otra vez porque, como decía un exsecretario de Hacienda de México, lo complicado no es tanto bajar la inflación de tres a dos dígitos, sino de dos a un dígito.
Como la inflación es el impuesto que más castiga a los pobres, la pobreza en Argentina bajó del 41.7 al 31.6 por ciento de la población.
Argentina tenía más de una década sin crecimiento económico, y para este año se espera que su PIB crezca 4.5 por ciento.
Milei logró contener el déficit fiscal, luego de los déficits históricos del kirchnerismo.
En el gobierno anterior, del kirchnerismo, el ministro de Economía le ordenaba al Banco Central imprimir billetes para mantener las clientelas electorales… que la ineptitud y la corrupción les quitó.
Los que son buenos para construir consignas, pero malos para gobernar, demeritan el triunfo de Milei obtenido el domingo antepasado con el argumento de que ganó por “el entreguismo a Trump”.
Todos los gobiernos del mundo quieren –o han querido– ganarse el favor de Trump y tener a Estados Unidos de su lado.
Desde Maduro hasta Putin y Xi Jinping o Pedro Sánchez, le han hecho guiños para ganar su simpatía.
Maduro le ofreció oro. Sí el oro de Venezuela.
Hamás y Netanyahu se cuadraron ante su plan de paz que no le gustó a ninguno de los bandos.
Javier Milei no ha sido más pragmático que ninguno de los arriba mencionados.
Con una diferencia sustancial: Milei y Trump piensan de manera bastante parecida. No hay hipocresía en su acercamiento.
Lo del militarismo de Milei resultó falso. Quien sí es defensora de los regímenes dictatoriales es la vicepresidenta, Victoria Eugenia Villarruel.
Milei se desmarcó y con su lenguaje altisonante la llamó “bruta traidora”.
Era mentira que iba a desaparecer los programas sociales de golpe y porrazo para mandar a la indigencia a millones de argentinos.
Cuando su partido perdió en septiembre en la provincia de Buenos Aires, reconoció la derrota y ofreció redoblar esfuerzos para ganar en las siguientes elecciones.
Ahora ganó hasta en la provincia de Buenos Aires, con lo que viene un reequilibrio de fuerzas en el Congreso.
No digo que lo vaya a hacer bien o mal, pero el caso es que con el nuevo mapa electoral Milei cierra la posibilidad de que una mayoría calificada lo remueva del cargo en forma anticipada.
No estará obligado a aceptar presupuestos con alto déficit fiscal porque tiene los votos en el Congreso que dan luz verde al ejercicio del veto presidencial.
La votación obtenida el domingo 26 le da margen para hacer política, negociar con partidos y gobernadores, y avanzar en las reformas de liberalización de la economía y redimensionar el gobierno.
Ya Milei y su partido tienen la fuerza y el atractivo suficiente para alcanzar un acuerdo con la Unión Cívico Radical, centrista, y contar con mayoría en el Congreso que le dé estabilidad y larga vida al cambio en Argentina.
En días recientes ha hecho cambios en su equipo de trabajo que parecen erróneos. O tal vez no.
Los argentinos, tan buenos en el futbol, la música, la literatura, y malos a la hora de votar, lo juzgarán en las urnas.
Democracia es el nombre del juego.
En una de esas y Argentina vuelve a ser uno de los países más ricos del mundo como lo era hace un siglo, y la primera economía de América Latina. El segundo y tercer lugar eran para Venezuela y Cuba.