MADRID.- Los venezolanos decidieron con más del 70 por ciento de los votos en una elección desigual y controlada por el Estado: fuera Maduro.
Y la izquierda hipócrita contesta que el presidente legítimo de Venezuela es Nicolás Maduro y que la oposición, aliada al imperialismo yanqui, fracasó en su intento de golpe de Estado.
Para esa izquierda, los únicos dictadores a combatir son los de hace medio siglo atrás, que ya están muertos y enterrados.
Ante la evidencia del autogolpe, condenado prácticamente en todo el mundo, hacen malabares: “Que decidan los venezolanos”.
¿Decidir? Ya decidieron.
El expresidente del gobierno español Felipe González, de izquierda y demócrata que vivió en la clandestinidad en la dictadura de Franco, se los dijo donde más les duele: “El gobierno español y la Unión Europea deberían protagonizar una respuesta contundente a este robo descarado de la voluntad popular y la implantación de una dictadura”.
Lo dijo en una entrevista realizada en la redacción de The Objective, el periódico digital creado por intelectuales y periodistas de la talla de Fernando Savater, Juan Luis Cebrián, Antonio Caño y otros fundadores y exdirectores del diario El País, con el cual ya no se identifican.
El punto es sencillo para cualquier demócrata: permitir el autogolpe de Nicolás Maduro es poner alfombra roja a todos los aspirantes a tiranos.
Si llegan al poder no lo suelten, aunque pierdan.
“La Unión Europea debe romper relaciones (con Venezuela), pero la propuesta la tiene que hacer alguien. Por eso digo que actúe España”, pidió Felipe González.
Para la izquierda hipócrita sólo hay que cerrar filas contra dictaduras de los años 70 y 80: Pinochet, Videla, Somoza, Franco, los coroneles griegos u Oliveira Salazar.
¿Y los de ahora?
“Que decidan los venezolanos”. Vaya malabarismo para no hacer enojar al dictador y que responda con cosas desagradables.
Los escasos aliados de Maduro en el mundo festejan el autogolpe porque, argumentan –por así decirlo– que se evitó la pretensión de Estados Unidos de apropiarse del petróleo venezolano.
Algo similar dijo el dictador que tomó posesión protegido por los militares, con las fronteras cerradas y bloqueado el espacio aéreo del país, ante sólo dos presidentes: Díaz-Canel, de Cuba, y Daniel Ortega, de Nicaragua.
Hipocresía o ignorancia, una de dos. Estados Unidos no necesita el petróleo venezolano. Tiene de sobra. Exporta.
Las grandes corporaciones petroleras estadounidenses, en efecto, presionan en el Capitolio y la Casa Blanca, aunque con una finalidad distinta: apoyar a Maduro y evitar sanciones a la dictadura venezolana.
Encabezadas por Chevron, las petroleras estadounidenses trabajan y hacen negocios en Venezuela sin restricciones porque el gobierno de Biden levantó la prohibición total que había a las compañías de su país y negocian a placer con PDVSA (la petrolera estatal de Venezuela).
Trump no recibió al ganador de las elecciones en Venezuela, Edmundo González, y la posición de su próximo gobierno hacia la dictadura de Nicolás Maduro está bajo la presión de las compañías petroleras que cabildean en Mar-a Lago para impedir el regreso de prohibiciones a hacer negocios con su socio y acreedor.
Del otro lado, Trump tiene la presión de la realidad: hacerse de la vista gorda ante el autogolpe de Maduro implica que cientos de miles de venezolanos lleguen a su país cada año en busca de refugio.
El punto, sin embargo, es otro: Maduro es un dictador, cabeza de un gobierno sustentado en la represión a sus oponentes y jefe de una mafia criminal por cuya detención Estados Unidos ofrece una recompensa similar a la que puso por la captura de Bin Laden.
¿Que decidan los venezolanos? Hay que insistir: ya lo hicieron y es inhumano exigirles que vayan a la muerte contra un Ejército corrompido y capataz del narcotráfico.
Ahora el mundo democrático es el que tiene que hacer su parte: sacar a los representantes de la dictadura venezolana de todos los foros internacionales posibles y romper relaciones diplomáticas, como urge Felipe González.
Empujar en favor de la transición pactada que generosamente ofrece a Maduro la líder de la oposición venezolana, María Corina Machado, es la salida menos costosa para todos.
“No sabemos qué va a pasar en Venezuela”, dice el expresidente del gobierno español a Álvaro Nieto, director de The Objective. Lo que sí sabemos “es que la represión de esa dictadura tiránica está creciendo exponencialmente, hay muchas desapariciones en todos los rincones del país, han declarado una especie de guerra para no aceptar un resultado que es inapelable: la voluntad popular quiere que se vayan el sátrapa Maduro y su corte”.
Y finaliza con una propuesta sencilla y contundente:
“Si se dice que hay que acabar con el deterioro de la democracia, que hay que defenderla frente a todos sus enemigos, empecemos por Venezuela”.
Sí pero no.
Es de que…
Son las respuestas de la izquierda hipócrita.