Nadie se esperaba que un ciudadano estadounidense se convirtiera en papa, a pesar de que el cardenal Robert Francis Prevost apareciera en la larga lista de candidatos papables. Y es que primero resaltaban los europeos, asiáticos e incluso un cardenal africano que logró fortalecerse de un tiempo para acá.
Por eso a la mayoría sorprendió el nombramiento de Prevost, no sólo por su nacionalidad (cercanos al poder pero lejanos a la Curia) y segundo americano consecutivo, sino también porque de forma contundente se impuso la continuidad del papa Francisco, premiando la humildad y cercanía con la gente, y seguir abriendo la iglesia romana a ciertas reformas, históricamente negadas por los anteriores sumos pontífices.
No obstante, tras un cónclave que dio certeza por su rapidez, pues sólo bastaron dos días para aplaudir el humo blanco, también tomó desprevenidos a muchos periodistas que consideraron que la tarde de ese histórico jueves 8 de mayo había concluido sin novedades. Esa inmediatez nocturna generó mucha confusión sobre los motivos que impulsaron la asunción de Francis Prevost como nuevo papa, cuando se escuchó su nombre como el elegido.
Hubo quienes consideraron, de manera apresurada, que Donald Trump había tenido que ver en la decisión, quizá porque fue muy activa su presencia, primero en los funerales del papa Francisco, donde incluso usó como sede política el Vaticano, al reunirse con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, pero sobre todo al subir en sus redes una desfachatada imagen donde se le veía a él mismo como papa. Las aventuradas conjeturas no se hicieron esperar y muchos apostaron que la mano del presidente de los Estados Unidos impregnó la decisión final.
Pero nada más alejado de la realidad. Las diferencias son notorias; aun como cardenal, Francis Prevost había criticado la política migratoria de Donald Trump y de JD Vance. En su cuenta de X, dijo: “JD Vance is wrong: Jesus doesn’t ask us to rank our love for others”.
Además, recordemos que el cardenal favorito de Trump era el conservador Raymond Burke, un crítico consumado contra las reformas del papa Francisco, y quien apoyó manifiestamente algunas de las políticas de Trump, como sobre el aborto y, precisamente, sobre la migración.
Rápidamente se fue dando a conocer la historia del nuevo líder católico. Inmediatamente sorprendió gratamente con palabras pronunciadas en español desde su primer mensaje como papa desde el balcón frente a la abarrotada plaza de San Pedro, donde, por cierto, la palabra “paz” fue la más pronunciada.
Se destacó inmediatamente que fue arzobispo-obispo emérito de Chiclayo en Perú, donde adquirió esa nacionalidad tras cerca de 20 años de ejercer misiones en lugares humildes de este país sudamericano. Sobre sus orígenes y definiciones religiosas, en una entrevista con la cadena italiana RAI, dijo: “conocí a mi familia religiosa, los agustinos. Tras un breve tiempo de discernimiento para tomar una decisión, y también al conocer a otros jóvenes que habían ido con los agustinos”. En contraparte, Trump es cristiano protestante, específicamente presbiteriano. No obstante, aunque es creyente, su participación en la iglesia ha sido sumamente superficial. Para Trump, el asunto de las iglesias es un asunto político.
Otro factor relevante que hay que considerar es que León XIV es un papa joven, que goza de cabal salud, por lo que se proyecta un pontificado largo. Es decir, presenciará y formará parte de los cambios a nivel global que están por verse, más allá de quienes gobiernen cada cuatro u ocho años a los Estados Unidos.
Nació en Chicago en 1955; es el menor de tres hermanos. Fue un joven muy unido a sus padres, quienes eran muy activos en la parroquia local. Sus cuatro abuelos eran inmigrantes, provenientes de Francia y España. No obstante, su arraigo con América Latina es uno de sus principales aspectos a destacar, donde en 1985 inició su misión y se desempeñó en diversas funciones pastorales en Piura, Trujillo y Chiclayo en Perú. No obstante, ha estado en varios países de la región, entre ellos México, que visitó en dos ocasiones.
Por cierto, así como el papa Francisco era un fanático del futbol, ahora se podrá decir que el papa León XIV lo es del beisbol. Ha trascendido su aparición en el estadio de los Chicago White Sox en alguna Serie Mundial, lo cual creará un arraigo inmediato con la sociedad estadounidense, tan fragmentada en decenas de religiones.
Por ello, quizá comencemos a ver transformaciones sociales en Estados Unidos tras la llegada de León XIV, en un momento crucial donde surgen guerras en diversos puntos del mundo, aparecen nuevas superpotencias globales y un mundo hipertecnologizado donde la Inteligencia Artificial se posiciona como la nueva reina global.