Antes del Fin

H-1B: la barrera que puede redefinir la visa del T-MEC

México tiene una ventana única: convertirse en receptor de parte del talento que Estados Unidos expulsa. Pero esa oportunidad requiere visión política, inversión educativa y certidumbre para empresas globales.

Los muros ya no se levantan en la frontera. En 2025 se erigen en hojas de cálculo. Desde el 21 de septiembre, toda petición nueva de visa H-1B debe ir acompañada de un pago de 100 mil dólares. La medida no afecta a renovaciones ni a quienes ya tienen visa vigente, pero encarece radicalmente la entrada de talento extranjero a Estados Unidos.

La H-1B es mucho más que un documento migratorio. En 1990 fue diseñada para que empresas estadounidenses pudieran cubrir vacantes altamente especializadas que no encontraban en su mercado interno. Con el tiempo se convirtió en sinónimo de oportunidad: por esa vía llegaron ingenieros que hoy lideran empresas globales, médicos que sostienen hospitales universitarios y científicos que participan en la frontera de la innovación. En otras palabras, la H-1B ha sido uno de los pilares silenciosos de la competitividad estadounidense.

En 2024 se aprobaron casi 400 mil peticiones de H-1B —unas 141 mil para empleo inicial y 258 mil para renovaciones o cambios de empleador—. Más del 60 por ciento correspondió a tecnología, con empresas como Amazon, Google, Microsoft y Meta encabezando la lista. Tan solo Amazon tramitó más de 6 mil en un año y JPMorgan más de 2 mil. La dimensión del golpe es evidente: hablamos de cientos de millones de dólares adicionales solo para estas compañías.

El fin de semana del miedo

El anuncio provocó escenas de nerviosismo. Empresas enviaron circulares a su personal: “no salgan del país hasta nuevo aviso”. En aeropuertos, trabajadores extranjeros cuestionaban si podrían volver a entrar tras un viaje. La memoria colectiva evocó el travel ban de 2017, cuando miles de personas quedaron varadas en salas improvisadas. La diferencia es brutal: entonces el filtro era la nacionalidad, ahora es la capacidad de pago.

Aunque el gobierno aclaró que las renovaciones y peticiones previas no están afectadas, la desconfianza ya está instalada. En la práctica, todo cambio de empleador, toda nueva contratación y, por supuesto, la lotería de 2026, estarán sujetos al peaje.

El costo para la industria

Las cifras hablan solas. Analistas de JPMorgan calculan que podrían perderse hasta 66 mil autorizaciones de trabajo en un año, el equivalente a todo el cupo base de H-1B. El costo agregado para empresas podría rondar los 14 mil millones de dólares.

Tecnología: el sector más afectado, con más del 60 por ciento de las visas, y dependiente de ingenieros de software e inteligencia artificial.

Salud: hospitales universitarios y comunidades rurales recurren a médicos foráneos para cubrir vacíos críticos.

Finanzas: bancos y fintechs emplean a especialistas en algoritmos y ciberseguridad.

Las grandes corporaciones podrán absorber el golpe; las startups y medianas empresas quedarán fuera de la competencia por talento. El riesgo para Estados Unidos es evidente; es la relocalización; la ventaja para países como México es el nearshoring.

Sin embargo, la medida contradice la lógica económica. Estados Unidos arrastra un déficit estructural de ingenieros y un faltante creciente de médicos. La Oficina de Estadísticas Laborales proyecta más de un millón de vacantes en STEM para 2030. La H-1B fue la herramienta para compensar esa brecha. Limitarla encarece la innovación y erosiona la confianza en EU como destino del talento global.

México y el T-MEC

El cambio también obliga a mirar al sur. El T-MEC contempla la visa TN, que permite a mexicanos y canadienses trabajar en Estados Unidos en profesiones específicas, sin cupo anual. Hoy no está afectada, pero la presión política podría endurecer criterios o reducir la lista de ocupaciones. Ingenieros civiles, contadores, arquitectos, científicos y enfermeros forman parte del catálogo actual. Si la H-1B se encarece y se vuelve inaccesible para muchos, la TN podría convertirse en la vía natural para suplir esa demanda.

Ese escenario abre dos posibilidades: una mayor demanda de profesionales mexicanos en Estados Unidos o, por el contrario, el riesgo de que se endurezcan también las condiciones para la TN bajo el pretexto de “proteger empleos locales”. Ambos escenarios exigen que México actúe: fortaleciendo la formación en STEM, asegurando movilidad ordenada y aprovechando la coyuntura para posicionarse como socio estratégico en la región.

Antes del fin

El daño de esta medida no se medirá solo en millones de dólares, sino en innovación perdida. Cada ingeniero que se canse de la incertidumbre, cada médico que elija otro país, cada startup que se instale en Toronto en vez de California, representa un vacío que Estados Unidos no podrá llenar con discursos.

La historia demuestra que las naciones que cierran sus puertas al talento terminan rezagadas. Hoy, Silicon Valley puede perder proyectos; mañana, Wall Street verá cómo sus sistemas se diseñan desde Bangalore o Berlín. En ese vacío, México tiene una ventana única: convertirse en receptor de parte del talento que Estados Unidos expulsa. Pero esa oportunidad requiere visión política, inversión educativa y certidumbre para empresas globales.

La verdadera guerra comercial de esta década no se libra con tanques, sino con aranceles, visas y formularios. Y como en toda guerra, quien cierre puertas terminará pagando un precio más alto que aquel que se cree proteger.

Nadine Cortés

Nadine Cortés

Abogada especialista en gestión de políticas migratorias internacionales.

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