En diciembre de 2024, un grupo internacional de educadores, responsables de políticas e investigadores se reunió en Salzburgo, Austria para abordar un tema urgente: el futuro de la enseñanza. Fruto de ese encuentro es una Declaración que no solo recoge aprendizajes globales, sino que lanza un llamado claro: ningún sistema educativo podrá transformarse sin liderazgo colectivo, sin acción desde la base y sin cambios profundos de mentalidad entre todos los actores involucrados.
La Declaración de Salzburgo sobre la Acción Colectiva por la Equidad Educativa está alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente el ODS 4 sobre educación de calidad. Pero va más allá de los marcos técnicos o los informes de diagnóstico: afirma que el verdadero liderazgo no está reservado a quienes tienen cargos, sino que emerge en la vida cotidiana de maestras, estudiantes, familias y comunidades. Liderar en la acción colectiva implica conectar el corazón con la mente: actuar desde la empatía, construir confianza y compartir el poder para lograr soluciones más justas.
Transformar los sistemas educativos es una tarea compleja, pero posible. Las experiencias compartidas —desde Perú hasta India, desde México hasta Nigeria— demuestran que cuando las comunidades tienen voz y agencia, el cambio deja de ser una promesa lejana. El liderazgo colectivo no impone, convoca. Y en ese proceso, los medios, los sindicatos, las organizaciones civiles y los gobiernos tienen un rol que reimaginar: escuchar más, imponer menos, colaborar siempre.
Uno de los mayores aportes de esta Declaración es el énfasis en los cambios de mentalidad como condición para el avance. Gobiernos que dialogan, docentes que se reconocen como líderes, familias que participan activamente, estudiantes que levantan la voz, medios que cuentan lo que sí funciona, todos son parte de un ecosistema que puede —si se lo propone— pasar de las palabras al cambio sistémico. Se trata de reformar juntos, no desde arriba.
La invitación está abierta: dejar atrás la lógica de silos, reconocer el poder que ya existe en las comunidades, y construir una educación que no reproduzca desigualdades, sino que abra futuro. Hoy el sistema educativo mexicano requiere de mirar hacia adelante, sin señalamientos ni prejuicios. Reformar sin escuchar ya no es opción. La agenda educativa es de un país, es agenda nacional. Y actuar colectivamente, con propósito y humanidad, es el único camino para que cada niña, niño y joven, en cualquier lugar del mundo, pueda aprender, desarrollarse y transformar su realidad.
Se puede consultar la declaración en: