La reunión anual de la International Trademark Association (INTA), que reúne a las empresas más influyentes del mundo y sus asesores legales, fue dominada por una preocupación que a todos alcanza por igual: el impacto que la Inteligencia Artificial tendrá en el negocio de la Propiedad Intelectual en los próximos 5 años.
INTA puede considerarse como una de las más influyentes organizaciones en el mundo en el campo de la Propiedad Intelectual. Formada en 1878, a la fecha reúne cada año a más de 10 mil profesionales dedicados a este negocio, líderes empresariales, autoridades, jueces, ONG’s y proveedores de soluciones. A diferencia de otras organizaciones de estructura más rígida, en el caso de la INTA parecería que los consensos se construyen en las conversaciones informales entre los que formamos parte del negocio, provenientes de todas partes del mundo.
La pregunta que cruza transversalmente, tanto en las mesas de trabajo como en las sobremesas, apunta a que está haciendo cada empresa y cada firma legal para prepararse ante la llegada del meteorito. Todos sabemos, desde hace al menos 5 años, que la profesión legal será de las más afectadas por la llegada de los sistemas automatizados y la capacidad de aprendizaje de la Inteligencia Artificial. Esta visión no es exclusiva de este gremio, ya otros no solo la visualizan, sino que sufren las consecuencias del desplazamiento por su llegada.
La sola fecha de formación de la INTA (1878), acredita la profundidad de conocimiento y experiencia en una materia que, si bien vive sus momentos estelares en esta época en la que la propiedad tecnológica define el liderazgo en los mercados, las raíces históricas de la Propiedad Intelectual se extienden por más de cuatro siglos. Uno de los aspectos que más destaca de la reunión, y que resulta un claro indicador del cambio de dirección, es la presencia dominante de dos tipos de proveedores de servicios. Por una parte, empresas altamente especializadas, basadas en sistemas de inteligencia artificial, dedicadas a la búsqueda de patentes y de marcas para definir la procedencia de nuevos registros alrededor del mundo. El nivel de rapidez y precisión de estas búsquedas no se puede comparar, en nada, a los sistemas pedestres utilizados en el pasado. No se trata de un nuevo escalón, sino de una transformación radical en la forma de operar este tipo de recurso. En segundo lugar, la sobreoferta de firmas chinas de abogados buscando representar extranjeros en su país, o buscando aliados en el extranjero para representar empresas chinas. Un escenario que era impensable hace 10 años, hoy es un cambio sustancial reflejo del crecimiento exponencial de las marcas chinas y de su salto en la producción de tecnología patentable.
Otra interesante sensación de la reunión es la materialización del “business as usual” con el que las empresas y sus asesores siguen operando. Por abajo de la turbulenta superficie en la que la imposición de aranceles, la amenaza de pérdida de privilegios comerciales y otras ocurrencias políticas en el entorno internacional, los jugadores del mercado siguen encontrando la manera de perseguir sus objetivos comerciales de rentabilidad en todas las formas posibles, manteniendo la rueda con buena velocidad desde la significativa reducción que representó el COVID en el 2020.
Una cosa queda clara y palpable resultado de la armonización de leyes de propiedad intelectual que dejó como herencia la globalización de los años 90, y es la gran convergencia de patrones legales que facilitan notablemente el intercambio comercial sobre bases, seguras y eficaces. Difícil entender que un país que exporta mucho más de lo que importa, esté obstinado en destruir la narrativa que se tardó tantas décadas en construir.