Gestión de Negocios

Tres desafíos al entrenar la objetividad profesional

Tendemos a construir opiniones antes de comprender razonablemente los hechos que las originan.

Tendemos a construir una opinión antes de ganar o trabajar un entendimiento razonable de muchos hechos o circunstancias. Así en la vida, así en el trabajo.

Sea por percepción o por el flujo continuo de la información multiformato que consumimos todo el día, es tremendamente fácil brincar a conclusiones cuando nos vemos expuestos a un cierto tema. Y a eso sumémosle los paradigmas que vamos forjando y acumulando a lo largo del tiempo, que le dan un cierto ángulo a lo que vemos, leemos o interpretamos de cualquier suceso.

En su definición más simple, la objetividad se refiere a leer y expresar la realidad tal cual es. En el actuar profesional, se refiere a la cualidad de revisar o dar a conocer hechos o resultados por sus características, sin dejarse llevar por opiniones o intereses propios.

Si en dirección la objetividad profesional se agradece, ¿qué desafíos debemos superar quienes buscamos entrenarla con disciplina de método? Aquí tres para la reflexión:

1) No hay objetividad sin claridad de ánimo.- La lectura de la realidad no se da en la neutralidad actitudinal. Al margen del carácter de cada uno, todo acontecimiento es revisado o expuesto en cierta disposición o estado de ánimo: enojo, entusiasmo, temor, nerviosismo, por solo mencionar algunos.

No hacer una lectura de la realidad desde la conciencia emocional, es crear la condición para que el ánimo influya en aquello que se quiere ver o entender, en lugar de que favorezca lo que se tienen que ver o entender. Quien busca ser objetivo con algo externo parte de ser objetivo con lo que está sintiendo y cómo eso lo está influyendo o limitando.

2) No hay registro puro pero sí hay lentes que filtran la claridad.- Todo lo vemos o entendemos desde nuestra posición física, intelectual y contextual. Eso no lo hace bueno o malo, lo hace y ya. Aún con empatía, observamos, procesamos, evaluamos desde lo que somos y desde nuestra estructura de intereses y limitaciones.

Entrenar la objetividad implica tener la capacidad de revisar los anteojos con los que estamos filtrando la realidad y buscar complementar esa mirada con un cambio intencionado de lente o preguntando por perspectivas de terceros disímbolos. Nada más valioso que la mirada enriquecida por panorámicas cuestionadas.

3) Hay que preguntarse siempre qué no estamos viendo.- Nadie es omnipresente ni omnipotente. Siempre habrá lados ciegos, visibilidad incompleta o, en la peor expresión posible, hechos que nos son negados o invisibilizados intencionalmente por cualquier tercero.

Se puede tener la mayor disposición a la objetividad, pero se puede enfrentar una ceguera parcial que no permite dilucidar con certeza algo o estimula cierto grado de especulación. Incluso así, quien busca la mayor objetividad posible procura mantenerse en una línea de objetividad con la conciencia de que hay cosas que no puede ver o evaluar.

La objetividad se trabaja. Pocos la tienen como cualidad innata. Es el efecto de otras cualidades que se requiere desarrollar o perfeccionar: la prudencia, la capacidad de análisis, el autocontrol, la posibilidad de cuestionar, la pericia para identificar intereses subyacentes y comprender los explícitos y más.

La objetividad se ve enriquecida por el desarrollo de criterio y disminuida por creencias incuestionadas que pueden guiar reacciones intempestivas o poco asertivas. La serenidad es buena aliada en el entrenamiento, pero lo es más el autocontrol meditado y la reacción táctica.

Bien dicen los que saben que la objetividad no es la eliminación de la muy humana subjetividad, sino la posibilidad de identificar las fronteras y la virtud para controlar cuando se actúa desde la una o la otra. Y eso, sólo los mega masters.

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