Gestión de Negocios

Comodidad en la dificultad

Si dirigir es saber gestionar las distintas presiones del curso normal de cualquier negocio, dirigir es también saber administrar las expectativas de los adentro y de los de afuera.

Es una posición a la que muchos aspiran y que pocos logran dominar. Tiene sus prerrogativas, pero está llena de presión y responsabilidad. Desde afuera tiende a verse linda, aunque adentro tenga sus partes feas.

La dirección general de un negocio es un poliedro con muchas aristas. Ejercerla implica lidiar, un día sí y otro también, con una larga lista de asuntos que deben mantener conectadas las capacidades competitivas con la econósfera en la que la organización resultante desarrolla sus negocios.

No siempre es cómodo desempeñarla. Siendo el hombre o la mujer vértice —como suelen decir en las escuelas de negocios—, tiene presiones perpetuas de arriba (su Consejo y accionistas) y de abajo, es decir, de su estructura y la respectiva operación que soporta.

¿Cómo distinguir las presiones que recibe la dirección general? Aquí tres categorías para la reflexión:

1) Presiones competitivas.- Emergen del dinamismo de mercado y del eterno deseo que tenemos los clientes de recibir el mejor beneficio alcanzable, en las mejores condiciones de pago y exigencia posibles.

Implica lidiar con los apremios de un negocio competitivo y diferenciado, al tiempo en que se mantiene en línea las ambiciones normales de crecimiento y rentabilidad con el foco en el actuar organizacional. Todo, balanceando beneficios presentes y futuros de los ‘stakeholders’ de su ecosistema productivo.

2) Presiones evolutivas.- Emergen del cambio necesario por el simple paso del tiempo. Los procesos se agotan. Los activos se desgastan. Las personas se cansan. Los clientes se aburren. Nada es permanente y todo va perdiendo valor relativo.

Implica lidiar con los apremios de una mutación estratégica y operativa continua, gradual en ciertas cosas y acelerada en otras, mientras se mantiene viva la empresa y con caja para hacer frente a todo aquello que promete resultados productivos en el futuro.

3) Presiones de tiempo.- Emergen de los ciclos de reporte ordinarios, de modificaciones en la regulación aplicable y de las ventanas de oportunidad que el mercado de repente abre para quien tiene la posibilidad de tomarlas.

Implica lidiar con los apremios de las fechas límite en su máxima expresión. Cierres que intensifican las fricciones. Plazos que distorsionan óptimos teóricos o reales. Y, desde luego, fechas caprichosas que muchos clientes pueden imponer haciendo uso de la prerrogativa que el mercado le permite a quien compra y paga.

Si dirigir es saber gestionar las distintas presiones del curso normal de cualquier negocio, dirigir es también saber administrar las expectativas de los adentro y de los de afuera. Y sí. Se requiere cierta fortaleza de carácter para que las múltiples emociones cruzadas que se detonan en esa realidad no impidan el sueño tranquilo y reparador.

Mucha de la presión del cargo de director general viene de la complejidad. Lo sencillo no le llega. Eso lo resuelven en otras capas de la organización. La función tiene una conexión intrínseca con una lista larga de inconvenientes que se detonan en el quehacer de la empresa y que impiden entender, conseguir o ejecutar algo bien y dentro de los tiempos necesarios.

Hay muchas cosas que distinguen a los buenos directores generales. Los expertos afirman que una de las más importantes es lograr que no existan partes inteligentes independientes y desconectadas del resto de la organización. Yo digo que la distinción más humana que se debe poseer es lograr sentir comodidad en la dificultad.

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