Gestión de Negocios

Si has hecho empresa, tú no eres el negocio ya

En el autoempleo asistido, el equipo gravita en torno a las instrucciones precisas del principal.

En una junta reciente, emergió una conversación sobre la diferencia entre el autoempleo asistido y la dirección de una empresa con modelo de negocios logrado. Me quedé con el tema en mente.

En lo primero, la atracción de clientes, la venta, el núcleo del entregable y la administración esencial gira en torno a los tiempos, criterios y capacidades del principal de esa unidad productiva. Basta con imaginar un consultorio médico, un despacho de contadores o un local de servicio técnico especializado.

En lo segundo, los accionistas –trabajando directamente en el negocio o no– ya identificaron un espacio en un mercado, que sirven de manera organizada con un modelo de hacer dinero que ya probó un mínimo viable y tienen en sus manos una operación viva, superando retos emergentes.

En el primero, el prestigio del negocio gira en torno a la acreditación profesional del principal, su sistema de relaciones o el personalísimo proceso de creación. La gente espera que él o ella los atienda, esté atento a su caso y responda en el supuesto de que algo no evolucione de manera óptima.

En el segundo, el prestigio lo acredita la consistencia del entregable al cliente, la capacidad colectiva e institucional para replicar resultados o productos y la garantía de que, si algo no sale en óptimos, habrá un sello de garantía que responda conforme a procesos razonablemente instituidos.

En el autoempleo asistido, el equipo gravita en torno a las instrucciones precisas del principal. En el mejor de los casos hay procesos, orden metodológico y control en la evolución de los casos o solicitudes que los clientes hacen.

En una empresa con un modelo logrado, hay equipos con niveles de autoridad y claridad de objetivos. Están ahí para cumplir roles definidos, con marcos de actuación que exigen conocimiento y pericia específica. Aunque haya atención personalizada, es el proceso lo que tutela la satisfacción del cliente.

Puede haber autoempleo muy asistido y muy rentable. Muchos colaboradores eficientes o gente de alta sofisticación para tramos de la tarea de mucho valor agregado pero lo que sale lo hace con el sello, la firma o el nombre del principal que, en el fondo, resulta la cara que le da razón de ser a esa estructura.

Puede haber una empresa chica, todavía emergente y apenas rentable. Pocos colaboradores eficientes o profesionales con conocimientos de nicho insospechados o de tecnologías de lo más avanzadas pero lo que sale lo hace en función del modelo de entrega que le da razón de ser a la capacidad instalada y funcional del negocio.

Hay autoempleo asistido como modelo de vida. Donde la restricción al crecimiento es la capacidad limitada del principal o su deseo de mantenerse en el tamaño que lo hace sentirse cómodo. Su equipo le dice que se puede más, pero él o ella no quieren saturar ya su nivel de actividad o poner en riesgo lo que ya ha construido.

Hay empresas que, como modelo de vida, se diseñan para su escalabilidad. Donde la restricción al crecimiento casi siempre es la falta de capital suficiente o la ignorancia, pero la pericia de sus dueños (operativos o no) es encontrar formas de seguir en el camino de la mejora, del crecimiento y de la acreditación de marca, aún sin los medios idóneos para lograrlo.

Ambos modelos pueden resultar perfectamente funcionales para lograr una vida productiva y próspera, que logre crear valor en mercados competitivos y que mantenga competitivo el esfuerzo organizado en entornos que tenderán perpetuamente a la incertidumbre y pocas veces ofrecerá certeza de lo que viene.

Lo realmente importante, jóvenes ilustres, es diferenciar que, en el autoempleo asistido, el negocio eres tú. Y sólo si has evolucionado a hacer empresa un día descubres que tú no eres el negocio ya.

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