Gestión de Negocios

Tres consejos para el buen manejo de ‘la duda’

Las personas más exitosas que conozco gozan de un nutrido anecdotario de dudas de toda índole.

Para Mau, por aquellas noches

en las que lo asaltan sus opciones de futuro

Puede descomponer emocionalmente a muchos o solo incomodar sostenidamente a otros. Lo que es un hecho es que, aunque es un acto de lo más humano, dudar no produce un sentimiento agradable.

Muchas personas quisieran vivir en la eterna certeza. Tener siempre claro a dónde van. Poder ver con lucidez perpetua qué opción les conviene o, en su mejor expresión, saber que están optando por el camino que mejor les resulta para sus propósitos intencionados. No obstante, no tarda mucho la vida en acreditarte que eso es imposible.

En su definición más simple, una duda es una indeterminación experimentada por cualquier individuo cuando se le presenta una situación en la que tiene que elegir o decidir entre dos o más juicios, actos o desenlaces posibles. No emerge cuando el tema tiene una indiscutible y obvia resolución, pero esto último se presenta pocas veces en la vida real.

¿Qué debe aprenderse para el buen manejo de la duda cuando aflora en distintos capítulos de la vida? Aquí tres consejos para tu personalísima reflexión:

1) No existe duda perpetua.- Cuando un ser humano no decide o resuelve con razonable oportunidad lo que le corresponde, se presentará un desenlace de todas formas. Es improbable que sea el óptimo para esa persona porque será decidido por terceros o porque las circunstancias se modificarán de forma indeseable o insospechada, pero ‘las calabazas se acabarán acomodando al andar de la carreta’.

Quien aprende que la realidad no espera, aprende que, por definición, toda duda es temporal.

2) Aunque dispare miedo, es un llamado a la reflexión.- Para una persona madura, dudar no es un problema en sí mismo. Es un llamado interior para meditar opciones, calcular costos y visualizar desenlaces alternativos.

Dudar tiende a disparar miedo o nerviosismo en muchos. Y eso es normal. Lo que no es saludable es que provoque inmovilidad. Y es que es precisamente la fortaleza de carácter la que, bien trabajada, ofrece la energía y serenidad suficiente para reflexionar lo necesario sin que el cóctel personalísimo de emociones nuble el juicio o inhiba la inteligencia reflexiva.

3) El problema no es dudar, sino no decidir.- En todos los ámbitos de la vida puede haber momentos de indeterminación. A veces nos topamos con dudas relativamente simples de despejar y en ocasiones nos confrontamos con titubeos relevantes ante asuntos muy trascendentes para nuestra vida o la de los demás.

La complicación no es lo relevante en sí misma, sino la incapacidad para confrontar, resolver, accionar y, en su mejor versión posible, resolver. El reto es ser capaz de tomar camino, optando por una opción. Y ojo, a veces no es necesariamente la más favorable, sino la menos costosa.

La duda es lo opuesto a la certeza. Y tiende a incomodar más en entornos de presión circunstancial, de falta de información idónea o ante el deseo de terceros de influir en tu criterio. Todo ello, sin embargo, no elimina el proceso personal e intransferible de procesamiento de la duda interior.

Las personas más exitosas que conozco gozan de un nutrido anecdotario de dudas de toda índole: familiares, educativas, asociativas, comerciales y hasta intrínsecas u ontológicas. Todos, unos más rápido y otros más lento, acabaron descubriendo que lo habitual en el ser humano es actuar entre la esperanza de la certeza y la anticipación a la incertidumbre.

Cuando el filósofo francés René Descartes (1596-1650) dijo “pienso, luego existo”, no sólo subrayó la conexión entre el pensamiento y la existencia, sino que nos permitió a muchos parafrasearlo diciendo “dudo y luego existo” porque cuando dudas, y sobre todo cuando dudas bien, confirmas la esencia de tu humanidad.

COLUMNAS ANTERIORES

3 reflexiones inocentes para los profesionales de la queja perpetua
La autopista México-Querétaro: un reflejo del México deficiente con destellos de modernidad

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.