Son solo 175 kilómetros oficiales. Y, dependiendo de las circunstancias, pueden ser transitados como un islote de proximidad al desarrollo o como el recordatorio más perenne de un tercer mundo que no queremos abandonar.
Sus 6 carriles de concreto hidráulico de alta resistencia (8 en un tramo de 10 kilómetros a la altura de San Juan del Río) y varias de sus especificaciones --acotamientos, barreras de protección, reductores en los extremos, áreas verdes intermedias en ciertas partes y conexiones con libramientos y caminos secundarios-- pueden bien provocar admiración en un visitante primerizo.
Y no es gratuito. En un día óptimo, la México-Querétaro se puede circular a muy buena velocidad continua y no deja uno de impresionarse de la enorme cantidad de camiones de carga (30%), así como de la diversidad de vehículos en traslado.
Pero basta con poner un poco de atención, le comenté a un acompañante extranjero recientemente, para observar los reflejos de un país lleno de contradicciones. Por ejemplo:
1. La sub-invertida caseta de cobro de CAPUFE en Tepotzotlán, goza de un sistema automatizado de pago manualizado. Sí. Lo leyó bien. Un lector valida los tags de múltiples marcas con inmediatez, pero, por alguna incomprensible razón, el operador de la caseta tiene que apretar un botón para que se abra la pluma.
2. En ninguna caseta es posible pagar el peaje con tarjetas de crédito. Los conductores que no tienen tag están obligados a pagar en efectivo. Aunque muchos han descubierto que las plumas de control tienen flexibilidad lateral y los vigilantes son indiferentes, así que cruzar sin pagar es una opción de uso recurrente para muchos.
3. La red celular a lo largo de la ruta es más que deficiente. No importa la compañía telefónica, es imposible mantener una llamada continua y con buena calidad de señal en todo el trayecto. Y hay algunos kilómetros donde ni siquiera hay servicio real.
4. La legalidad y la ilegalidad comercial conviven a lo largo de la ruta. La gasolina es el mejor ejemplo. Es posible comprarla facturada y bien surtida en bomba de múltiples marcas serias y es cero difícil distinguir los lugares estrambóticos en los que se despacha la robada.
5. Hay horarios en los que se puede recorrer todo el tramo sin observar una sola patrulla de vigilancia. Y cuando se ve a la Guardia Nacional, es más probable que sus elementos estén parando trailers para ‘revisar sus papeles’ que observando conductores que cometan alguna infracción o deteniendo autos que circulan sin placas.
6. Hacia Querétaro, en ciertos horarios, la desviación a Huehuetoca produce tanto tráfico en la lateral, que congestiona el tránsito de los carriles centrales de la carretera provocando kilómetros de tráfico que no parece importarle a nadie.
Manejábamos en una tarde-noche con visibilidad inmejorable y el GPS nos indicó un accidente más adelante. La velocidad promedio se redujo hasta 10-20 kilómetros por hora. En un pequeño trayecto hicimos 60 minutos hasta que testificamos dos vehículos colisionados y la población local ayudando a los pasajeros heridos. Ninguna autoridad. Ningún funcionario. Sólo un recordatorio de como la ausencia de lo esencial multiplica los problemas en una sociedad.
Y así decenas de días. Esa importante autopista es una fotografía de la realidad del país. Cuando el flujo se detiene, los conductores sabemos que tendremos esperas inciertas, una explosión de inseguridad y un vacío de información pública oportuna que impide tomar decisiones alternativas de calidad.
Pero cuando los autos y camiones gozan de movimiento continuo, la ruta puede ser espectacular. Ofrece un paisaje diverso que nos recuerda que en México siempre buscamos, como sea, continuar nuestro camino porque, al margen del gobierno, los particulares estamos obligados al viaje continuo.