Te caiga bien o no. Sea a todo dar o resulte una persona difícil en el trato. Tengas una diferencia importante en ingresos o no, comprar un regalo para tu jefe puede ser un deporte extremo.
Si es un detalle por debajo de la línea de lo simbólico, tenderá a considerarlo irrelevante. Si le entregas un obsequio por arriba de lo que él o ella considere en tu capacidad económica, provocarás incomodidad o rechazo. Y si sólo compras algo para salir del paso, lo podría interpretar en extremo impersonal.
En su definición más simple, un regalo es un obsequio que se hace voluntariamente con el propósito de agradecer, agradar o festejar. En su versión más espontánea expresa generosidad y en la más negativa puede ser interpretado como un acto de soborno.
Si en esta temporada navideña estás evaluando comprarle un regalo a tu jefe, ¿qué conviene evitar para mantenerte en la línea de lo aceptable? Aquí tres reflexiones que pueden resultar útiles:
1) Nunca compres un regalo que no puedas pagar cómodamente.- No importa tu nivel de ingresos. Presionar tu economía por un obsequio al jefe o tener que endeudarte para hacer frente al pago necesario es, por definición, un error.
Si el regalo se decide comprar sólo por razones de festejo, no vale la pena gastar en nada más allá de tu capacidad y si fuese aderezado por algún tipo de agradecimiento debe ser reflejo de la capacidad económica que has ya construido. Jamás una proyección de tu posible ingreso futuro.
2) Nunca tomes como referencia lo que otros le han regalado.- La incrementalidad inercial en la calidad o tamaño de un regalo en las empresas puede ser mucho más frecuente y presionante de lo que algunas personas imaginan.
Aunque es fácil caer en la tentación de tomar como referencia obsequios que el jefe haya recibido en el pasado, el regalo que tú decidas dar tiene que ser en función de tu generosidad, gusto y capacidad, jamás de los estándares de alguien más.
3) No asumas que el obsequio tiene que ser secreto.- Una cosa es que busques mantener el factor sorpresa hacia el beneficiario y otra es que no te atrevas a preguntarle a alguna persona apropiada ideas o recomendaciones.
Una llamada discreta a su cónyuge para rebotar posibilidades. Una consulta discreta a su asistente de confianza. Incluso, un repaso rápido a sus pasatiempos extraoficina pueden resultar más útiles que caminar o navegar horas por la tienda de tu elección.
Si tienes la disposición de entregar un obsequio a tu jefe, orienta tu energía y esfuerzo económico a regalos de alta personalización y baja disponibilidad para el beneficiario. Algo que, independientemente de la talla económica del jefe o jefa en cuestión, difícilmente pueda comprar en un teclazo en su teléfono inteligente.
Ese producto exquisito que sólo venden cerca de tu pueblo. La firma autógrafa de alguien que está a tu alcance en un objeto de su afición. La foto especial que nadie le ha enmarcado de ese éxito de alto simbolismo. Cosas que pueden derivar en un alto valor percibido y no necesariamente en una exigencia presupuestal fuera de tu órbita.
Y mejor aún si ese obsequio es incomparable para el jefe, por próspero que este sea. Unas galletas horneadas por tu familia, un café de molido especial de un área geográfica que nunca ha visitado.
Una suma de mensajes de sus afectos con una elección musical curada por sus personas favoritas.
Por algo mi abuela la refranera solía decirme, “hijo mío, nada mejor que darse el gusto de obsequiar algo, no porque se deba, sino porque se puede y realmente se quiere”. Y es que sí, no hay nada peor que comprar un regalo por obligación de complacencia.