La trayectoria de Pablo Vázquez Ahued es la historia de un académico que, casi por accidente, se convirtió en pieza clave de la ingeniería legislativa de Movimiento Ciudadano (MC). Originario de Guadalajara y apasionado por la historia contemporánea política de México, su gusto no fue casual, sino heredado; provenía de una familia donde la “discusión sobre la vida política” era cotidiana, cimentada por un bisabuelo periodista y político de derecha en Jalisco, Pedro Vázquez Cisneros, fundador de un periódico en el occidente.
Este ambiente, de libros y literatura, despertó en él un interés por el siglo XX mexicano, la génesis del sistema político y los movimientos sociales. Esto lo llevó a estudiar ciencia política en la Universidad de Guadalajara, con un plan de vida claro: la academia, el posgrado en Europa (realizó un intercambio en Granada, España, en 2007) y el rol del politólogo. Su aspiración inicial era concentrarse en la investigación, la teoría y los métodos cualitativos; tenía el ímpetu de “ponerme a estudiar” y de lograr una carrera académica de alto nivel, y quería permanecer lejos de la “grilla estudiantil”. Pero el destino, en su caso, tenía un nombre y apellido que redirigió su brújula: Clemente Castañeda.
Vázquez Ahued conoció a Castañeda –senador y coordinador de la bancada emecista en el Senado– como su profesor en la Universidad de Guadalajara. Su colaboración inicial fue sólo académica: ayudó a Castañeda como asistente de investigación en su tesis de doctorado, enfocada en derechos indígenas. Esta relación fue lo que lo sacó de las aulas justo cuando terminaba la carrera.
En ese momento, Enrique Alfaro ganó la elección en Tlajomulco y la política irrumpió en sus planes. La invitación fue directa: “Vente a ser asesor”. La respuesta fue la previsible resistencia del idealista: “No, mi plan es la academia”. La promesa de que “sería sólo por unos años” lo convenció, junto con el aliciente de que luego tendría apoyo para irse a Europa. La promesa, como suele pasar en la política, fue flexible. La incursión en Tlajomulco fue su bautismo en el pragmatismo: pasó de la teoría pura a un “terreno técnico donde se podía aportar ideas”, ayudando a Alfaro a elaborar el programa de gobierno de 2012, una labor que lo alejó definitivamente de los planes de posgrado.
Vázquez Ahued descubrió en el servicio público un valor profesional insospechado, y el hecho de que su carrera estaba en una “espiral de crecimiento constante” fue lo que lo convenció. Su nueva dinámica profesional no sólo era retadora, sino personalmente satisfactoria.
Así comenzó un ascenso que lo llevó de ser coordinador de asesores de Alfaro en Tlajomulco a la vida parlamentaria junto a Clemente Castañeda en el Congreso de Jalisco y, más tarde, a la Ciudad de México como coordinador de asesores de la bancada federal en San Lázaro, una fracción que incluía nombres clave como Jorge Álvarez Máynez y Verónica Delgadillo.
En 2018, aunque el paso natural era seguir a Castañeda, quien asumió la coordinación nacional del partido, Vázquez Ahued fue invitado por Dante Delgado, fundador de MC, a quedarse como coordinador de asesores en el Senado, aun sin ser parte de su equipo original. Fueron tres años de intenso aprendizaje con el líder emecista, un periodo marcado por un estilo de administración de tiempos políticos diferente al de Castañeda, más extenuante y demandante, con jornadas que se extendían “horas y horas hasta la madrugada” revisando cada dictamen, lo que forjó su capacidad de resistencia y precisión técnica. Fue Dante Delgado quien, con su estilo directo, le dio una orden que definió su futuro: “Usted va a ser diputado. Nunca diga que servirá a Movimiento Ciudadano en ‘cualquier lugar’ diga que sí, porque si no, pongo a otro”. Esta instrucción no sólo fue una lección sobre la ambición política, sino un reconocimiento tácito de su valor como activo político, un legislador en potencia.
Vázquez Ahued, quien por años fue un técnico de la política, finalmente se incorpora al Congreso por la vía plurinominal y recientemente fue nombrado vicecoordinador de la bancada de MC. Asumió su nuevo rol en un momento que considera propicio para su partido, cuyas encuestas demuestran “positivos” en la percepción pública y “buenos gobiernos” en sus enclaves de poder.
En su diagnóstico, el panorama de la oposición es desolador: el PAN y el PRI están “muy desacreditados”, con el PRI en un “declive claro y al borde de la extinción” a nivel nacional, por más que surjan algunos enclaves. El PAN está “surfeando la ola” y en un “dilema de identidad muy fuerte” que lo asemeja a una especie de PRD, con facciones internas y grupos (los “Romero del PAN”) que generan un profundo sectarismo y hacen inviable una agenda unificada. Vázquez Ahued detalla que el PAN se debate entre dos caminos: por una parte, los muy duros, que quieren una “confrontación abierta, directa, sobre todo ideológica con el régimen” –una postura que él ve como puramente reactiva, ideologizada y con escaso margen para ser propositiva–; por otra, un grupo que considera que la estrategia de MC –ser una alternativa sin caer en la oposición total, que sólo desgasta– funciona mejor. Esa falta de claridad sobre “qué papel quieren jugar”, sumado a sus problemas internos, es lo que los tiene estancados, afirma. Frente a este panorama, MC tiene una “claridad” definida: ser una alternativa frente al régimen, sin caer en la oposición a todo, desarrollando ideas que “realmente abonen a una visión de futuro para el país”, una postura que le otorga mayor margen de maniobra.
Para Vázquez Ahued, el crecimiento de MC pasa por no cometer errores hacia dentro. El error fundamental sería “caer en una lógica de facciones políticas y de sectarismo”, traicionando el valor de la pluralidad y el “derecho a la diferencia” que, a su juicio, es el verdadero motor de la fuerza naranja. Lo que queda, sostiene, es “aprovechar, en el buen sentido de la palabra”, el vehículo que les heredaron los fundadores: un partido que las encuestas muestran con alta imagen positiva y baja tasa de negativos, y que se percibe como una fuerza con visión de futuro.
En lo electoral, su preocupación se centra en dos frentes: la reforma electoral que Morena quiere impulsar, que destruiría la equidad, minaría las contiendas y cancelaría el pluralismo político al reducir la representación parlamentaria, y la amenaza latente de un “fraude electoral descarado y abierto”, como el que se documentó en municipios como Poza Rica y Papantla, que exige estar “muy alertas y atentos” en las elecciones del 27. La historia, que alguna vez quiso sólo estudiar desde el ángulo académico, es ahora su campo de batalla.