Retrato Hablado

Mi voz era un Ferrari

El extenor, director operístico y productor, David Lomelí, aplica la inteligencia empresarial al bel canto y lleva la ópera a las redes sociales.

“Voy a ser centro delantero de la Selección Nacional o voy a ser cantante”, predijo David Lomelí cuando era muy niño. Tenía un don, y una abuela y una madre con voces privilegiadas, como la suya, que lo instruyeron desde temprano.

En la preparatoria, el canto y el teatro se volvieron su prioridad. Pronto su voz lo catapultó a competencias locales y regionales que siempre ganaba. Su talento le abrió las puertas del Tec de Monterrey, que lo becó para estudiar sistemas computacionales. El director de difusión cultural –un extenor de ópera mexicano– lo apoyó como el superdotado que era. Hugo Garza Leal y Manolo Acosta fueron sus primeros maestros.

El Tec creó una compañía de ópera, y Lomelí cantó ahí su primer Réquiem de Verdi a los 18 años. La segunda vez lo haría en la Filarmónica de Berlín. Lomelí se graduó de ingeniero en sistemas, pero realizó un posgrado en Europa para continuar su elegibilidad en el ensamble. En Monterrey, era famoso en los bares locales y una celebridad que también cantaba en misas y hasta en cenas con el gobernador.

David Lomelí rechazó una oferta para grabar un disco y la final del programa La Academia, de TV Azteca, cuando César Ulloa, quien también fue su maestro de canto, le ofreció llevarlo a audicionar frente a Plácido Domingo.

Domingo lo escuchó después de una función de Rigoletto, a la una de la mañana, en una casa privada de Central Park. Lomelí cantó Che gelida manina, de La Bohème, y el tenor acabó invitándolo a Operalia, la competencia mundial de Ópera, en Valencia, y a formar parte de una tropa de aprendices asalariados. “Empecé mi vida de cantante de ópera sin haberme presentado en una ópera profesional”.

Lomelí se mudó a Los Ángeles y al mes ganó el Mundial de Ópera; fue el primero en ganar las dos categorías, ópera y zarzuela. “Era un tenor alto que cantaba muy bien el agudo, con bravura”. Era una combinación muy particular, influenciado por dos grandes, Domingo y Pavarotti. Con el grupo de Plácido Domingo, Lomelí cantó en los Óscar, en los Grammy y en un tour con Dudamel. “Mi voz entonces era un Ferrari”, sostiene. Para 2011, ya había debutado en Nueva York, París, Berlín y había grabado con la Filarmónica de la capital alemana. Por su voz, barba y complexión, The New York Times lo llamó “el nuevo Pavarotti”.

La presión no hacía mella en él. Hasta diciembre de 2011, cuando iba a cantar La Traviata en la Ópera de Berlín y el director de orquesta le dijo que estaba ligeramente desafinado. “Siempre estaba en el centro del tono o un poco arriba, pero nunca hacia abajo”, recuerda. Algo estaba sucediendo. “Aun así, como mi nivel era tan alto, me disculpaban todo y uno también empieza a tomar menos riesgos en el escenario y a negociar con uno mismo”. Lomelí sostuvo durante dos años su altísimo nivel, pero para 2013 no podía centrar la voz sin hacer una enorme manipulación de la técnica.

Los siguientes dos años los pasó de hospital en hospital. Desarrolló quistes en el esófago y sufría de un espantoso reflujo. “La voz estaba ahí, pero ya no era tan flexible; no me lastimé porque paré a tiempo”. En su última operación de diafragma, los médicos le colocaron una prótesis magnética alrededor del esófago para cerrarlo, porque estaba destruido. Era un defecto genético. “Fui un superdotado en la garganta, pero genéticamente deficiente del diafragma”.

Con profunda pena, decidió retirarse. Fue rechazado luego de una entrevista para hacer estadísticas para el Manchester United. Quería alejarse tanto como pudiera del canto y la ópera, pero aceptó una oferta para ser asistente de director de reparto en la Ópera de Dallas. Le venía muy bien el seguro médico porque su salud, y la de su entonces esposa, estaban comprometidas. La mente del artista, sin embargo, seguía ahí. “Y comencé a pintar con otras voces y hacer castings bastante particulares, donde el sonido era muy distinto. A la gente le gustaba mi sonido y volvía. Entonces empecé a documentar mi proceso como director de reparto y a hacer posteos del backstage en Instagram”.

Seis meses después, asumió como mánager de proyectos del Instituto de Directoras Mujeres de Orquesta, el primero en el mundo. “En 2014, 99 por ciento de los directores de orquesta mundiales eran hombres. Diez años después, ese uno por ciento se convirtió en 17 por ciento”.

En 2018 fue el primer latino en ocupar un puesto artístico destacado en una compañía de ópera de primer nivel en Estados Unidos, cuando fue nombrado director de administración artística de la Ópera de Dallas.

El año siguiente, dos leyendas de la música europea, Vladímir Jurowski y Serge Dorny, le propusieron ser director de casting para la Ópera Estatal de Baviera en 2021. Igualmente fue el primer hispano en ocupar el cargo de jefe de casting en una de las cinco mejores compañías del mundo. Era un gran salto: “En Dallas hacíamos cinco óperas al año y en Múnich se hacían 51”. Pero el cierre por la pandemia cambió sus planes. En Estados Unidos cerraron las óperas, pero en la de Europa mantuvieron los ensayos. “Yo hacía el casting por teléfono y zoom desde Dallas”, donde se volvió director general de iniciativas digitales. Lomelí creó una barra de productos de ópera para redes sociales, un talk show y conciertos.

A los seis meses de gestación, nació su hijo. Antes de los tres meses de nacido, fue operado del corazón. En esas condiciones no podía llevarlo a Alemania, donde todavía no había vacunas. Entonces, la Ópera de Santa Fe, el festival de ópera más grande del continente, le ofreció convertirse en su director artístico. Pero ni Dallas ni Múnich estaban dispuestos a desprenderse de él. Lomelí conservó las tres posiciones, y después arrancó su carrera como productor. “Necesitaba crear cosas que me gustaban. Me frustraba que no podía desarrollar proyectos por falta de recursos, como óperas latinoamericanas, para las que es muy difícil conseguir financiamiento”.

Desde entonces, Lomelí Consulting hace producciones, castings e inteligencia empresarial, y consigue patrocinadores para desarrollar proyectos como la grabación en los estudios Churubusco de la ópera Salomé, de Richard Strauss, dirigido por Alex Prior y con la mancuerna de la Sinfónica de Minería. Entre sus proyectos independientes, Lomelí prepara un programa de telerrealidad de ópera para Netflix.

-Tienes una tremenda mentalidad de negocio…

-Sí, a veces la gente se enoja conmigo porque soy muy matemático en cuestiones artísticas. En esta industria hay mucho temor porque la mayoría de la ópera es gubernamental, y no hay mucho interés de los gobiernos por cambiar las cosas, pero a mí me preocupa mucho que el comediante Franco Escamilla tenga hoy más seguidores que las 25 óperas mundiales juntas o que el Necaxa tenga más seguidores que todas ellas. Por eso hago productos para YouTube y para las redes sociales si queremos mantener en el rango de atención de la audiencia.

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