Retrato Hablado

Hay que reivindicar el poder como un espacio de virtud

Julio Castillo publicará 27 reglas para un líder humanista. Sobre el volumen, dice: “Quiero reivindicar al poder como lo que debe ser. Creo que el gran drama de la actualidad es que el poder ya no es lo que era y los líderes no son las personas a las que debemos admirar.

La carrera profesional de Julio Castillo se ha dictado sin pedir su opinión: “Voy en franco detrimento, porque Aristóteles ponía como cumbre del conocimiento las artes, después la filosofía y, al final, las ciencias; y voy justo al revés: primero estudié música, después filosofía. Igual y me sigo con alguna ciencia para acabar en la decadencia”.

Es cierto. La vida misma le indicó el camino. Aprendió guitarra desde niño y ganó un concurso en Casa Veerkamp, lo que lo convirtió en joven maestro. “Hasta que dije: hay que hacerlo mejor”, y formalizó sus estudios de composición y arreglo en Fermatta.

En 1997, cuando su padre, Carlos Castillo Peraza, fue candidato del PAN a jefe de Gobierno, Julio terminaba la secundaria, daba clases y lo acompañaba en una campaña en la que no podía votar. Tenía 16 años y era el único en su familia que gozaba de la grilla.

Dos años después de la muerte de Castillo Peraza, en 2002, Germán Martínez y Carlos Torres lo buscaron en un bar de la Condesa donde tocaba trova. Trabajaban en el libro biográfico del político yucateco, titulado Por el orgullo de ser panista, y le pidieron que lo presentara en una extensa gira por el país. Al terminar, Santiago Creel lo invitó a coordinar a los jóvenes en la campaña interna y en adelante lo acompañó en el Senado, donde estudió filosofía para dedicarse a la redacción de discursos.

Castillo siguió una carrera académica prolífica: hizo una maestría en Doctrina Social de la Iglesia, otra en comunicación y mercadotecnia, una más en comunicación política y pública en la UP, además de especialidades tan diversas como la de ajuste de guitarras, la de filosofía humanista y una certificación para hacer cursos en línea.

Mientras trabajaba en el Senado, Julio Castillo seguía tocando por las noches. Fernando Palma, secretario de elecciones del PAN, le pidió que ayudara a uno de sus hijos que quería dedicarse a la música. Formaron una banda de rock llamada Gordon Palmer y postularon una canción al homenaje a Bronco, “Tributo al más grande”. Con ella, ganaron un disco de oro y una nominación a las Lunas del Auditorio. “Así era mi vida cuando mezclaba dos mundos que no son muy manejables, porque la gente de la música te ve con desconfianza si estás en la política, sobre todo en el PAN, y la gente del PAN te ve con la misma desconfianza si tienes el cabello largo y eres rockero”.

–Tus amigos de la vida, ¿son músicos o son políticos?

–Tengo de ambos lados, definitivamente. Yo creo que mis amigos más cercanos en lo personal son los que hicimos la banda de rock. Pero la política absorbe y empieza a convertirse en todo tu círculo.

Julio Castillo, director de la Fundación Rafael Preciado –el primero en cruzar un presidente del PAN–, quiso ser candidato en 2012, pero Federico Döring le ganó la interna por unos cuantos votos. Desde entonces, ha acompañado a varios coordinadores de diputados y senadores. Ha sido director de discurso de casi todos los presidentes del PAN, desde Manuel Espino a la fecha, salvo por un par de ellos. “Me dediqué a ser pluma fantasma, hasta que Marko (Cortés) me invita a dirigir la fundación”.

–¿Qué piensas cuando escuchas que al PAN se le acabaron las ideas?

–Es cierto, sí se ve un detrimento en las ideas, en la profundidad del discurso, pero no es algo que le pase al PAN, es algo que le pasa a México y al mundo. En los 90, cuando creció ese PAN de grandes argumentos, se consolidó la imagen de “ganamos el debate, pero perdimos la votación”, la imagen del campeón sin corona. Y pasó porque la historia de los medios de comunicación es paralela a la historia de los sistemas políticos. Aquí había un comunicador que le informaba a todo el mundo, Jacobo Zabludovsky, que hablaba de los temas nacionales; el PRI decía “nosotros estamos a favor” y el PAN decía “nosotros estamos en contra”, y lo argumentaban. Luego cambió el modelo y se fragmentaron los medios de comunicación, los comunicadores y los temas. Es muy complicado argumentar de una forma global para que un partido brille desde temas individuales. No todos han aprendido a comunicar en este nuevo mundo. Trump sí, y parte de Vox y un poco como lo hace Morena, que comunica por epicentros de comunicación. Tiene un vocero central y una serie de replicadores intelectuales –intelectuales entre comillas–. La otra fórmula es imponer un monotema, como Milei o Bukele, para quienes todo es economía y todo es seguridad.

“La victoria cultural del PAN empezó cuando logró subir temas que utilizaba el PRI. Ellos empezaron a hablar de división de poderes, de democracia, de libertades. Ahora fue la derrota cultural porque en la campaña el PAN tuvo que hablar de programas sociales y en ese momento estaba perdida”.

Castillo sostiene que el PAN tiene otro problema. “Desde que tengo memoria, el PAN no sabe comunicar. Pero tiene una razón de ser, y es la forma en que se llega a militar al PAN: no como extensión de un grupo, un sindicato, una militancia corporativa. Te ubicas igual que los demás y eso comunicativamente es dificilísimo de digerir porque cada uno quiere que su tema sea central. Yo creo que ya no vamos a tener una comunicación de temas nacionales universales, a menos que pase algo tremendo como un temblor o un huracán”.

Próximamente, Castillo publicará 27 reglas para un líder humanista. Sobre el volumen, dice: “Quiero reivindicar al poder como lo que debe ser. Creo que el gran drama de la actualidad es que el poder ya no es lo que era y los líderes no son las personas a las que debemos admirar. Me pueden tildar de ingenuo, pero hay que reivindicar el poder como un espacio de virtud, hay que reivindicar una visión positiva del liderazgo. Tenemos que recuperar y hacer prevalecer al sentido común, y no sólo para el PAN, para el diferente o para las fuerzas emergentes, sino para la virtud como una posibilidad”.

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