La influencia más profunda en la vida de Ana Paula Elías provino de su madre, una mujer chilena de carácter fuerte y espíritu feminista. Creció inmersa en un ambiente donde la fortaleza femenina era palpable, una constante en su desarrollo. Hija de una reconciliación, Ana Paula nunca convivió con su padre, pero su madre, una figura imponente de 1.78 metros, glamorosa y dedicada al mundo de la moda, llenó su infancia de la compañía de adultos entrañables y amigas-primas que se convirtieron en hermanas.
Su madre, sola en México, había cortado lazos con Chile tras la trágica pérdida de un hijo a los ocho años, tres años antes del nacimiento de Ana Paula. Esta circunstancia la llevó a forjar lazos profundos con la familia que, aunque no de sangre, se convirtió en su verdadero hogar. Con estas “hermanas adoptadas”, Ana Paula pasaba gran parte de su tiempo.
La dinámica familiar de su padre era compleja: tras dos hijas de un primer matrimonio, conoció a su madre, y luego a una viuda con dos hijos, conformando una familia de cinco. Sus hermanas mayores le llevaban 25 y 20 años respectivamente. Para su padre, la agudeza intelectual era primordial, una exigencia que Ana Paula, a sus cinco años, experimentaba al convivir con hermanas mucho mayores.
Su padre, un publicista en la época dorada de la publicidad (los 80 y 90), dirigía una agencia con cuentas de gran envergadura, Augusto Elías Comunicación Integral. Sin embargo, en casa, el trabajo era un tema vedado. Ana Paula, desde pequeña, demostró ser elocuente, con una habilidad innata para la escritura y un dominio impecable del inglés, la ortografía y la historia. A pesar de un déficit de atención, sus recursos cognitivos la impulsaron a superar cualquier obstáculo académico. Su paso por París, donde estudió francés, la llevó a escribir cartas a su familia y amigos, puliendo aún más su talento.
Ana Paula Elías había proyectado estudiar comunicación en la Universidad Iberoamericana, dada su facilidad para crear historias. Próxima a su titulación, trabajó un verano en la agencia de su padre. Consciente de la necesidad de ganarse el respeto de todos en la agencia, se integró al departamento creativo. Aunque la duda sobre su valía la perseguía, redoblaba esfuerzos para demostrar su capacidad. “La agencia fue el puente entre mi padre y yo, porque antes nuestra relación era bastante distante. No sé qué fue primero, si mi jefe o mi papá”, reflexiona.
Doce años transcurrieron. Elías ascendió hasta la dirección creativa, acumulando diversos premios internos. Sin embargo, el síndrome del impostor –un concepto aún sin nombre en aquel entonces– la acompañaba. Con el nacimiento de sus dos primeros hijos, optó por trabajar a medio tiempo, dedicándose a la crianza. Cinco años después, su esposo recibió una atractiva oferta en Monterrey, y la familia se mudó a la ciudad norteña. Mantuvo el contacto con la agencia, desarrollando algunos proyectos como freelance, hasta que recibió un golpe devastador: su madre enfermó y falleció poco más de un año después. Como terapia ocupacional, Ana Paula Elías decidió abrir su propia agencia, una oportunidad para probarse a sí misma de una vez por todas.
Transcurrió otra década. La Casa Comunicación, su nueva agencia, tuvo un gran éxito en campañas digitales. “Entonces supe que yo era mejor de lo que imaginaba”, afirma. Luego llegó la pandemia. Augusto Elías planeaba jubilarse y quería dejar a su hija al frente, y ella aceptó el reto.
-¿Cómo ves el futuro de la agencia ahora que cumplió 80 años?
-Lo primero es volver a poner a esta agencia en el mapa. Ha sido una labor de varios años, porque habíamos perdido relevancia frente a los tomadores de decisiones de hoy, que tienen un perfil totalmente distinto al de quienes tomaban las decisiones anteriormente en esta industria. Quiero que esta agencia sea no lo que fue, sino una agencia 360, absolutamente omnicanal. Ese es el principal reto. También es cambiar el chip de muchos de nuestros clientes, que tienen una agencia, digamos, tradicional, y otra digital. Hay que ver las campañas de una manera mucho más holística, desde su gestación.
-¿Cómo ha cambiado la inteligencia artificial al mundo de la publicidad?
-No habrá en poco tiempo manera de hacer publicidad sin esta herramienta. Cada vez estará más integrada, es decir, habrá que dejar de ver a la inteligencia artificial como un asistente ocasional, porque tendremos que integrarla y no sólo para resolver consultas obvias. Eso sí, siempre habrá quien piense detrás de ella. Me parece que hay que desprenderse de ese miedo a que la inteligencia artificial nos sustituya. No lo hará.
Ana Paula Elías tiene el mérito de haber preservado y conseguido la exitosa evolución del legado de la agencia de su padre, que creó personajes como Julio Regalado, La Nana Goya y el Hombre Amarillo, además de conceptos publicitarios que se han ganado un lugar en la cultura popular, como “¿Vas al súper o a La Comer?” o “Póngale lo sabroso”.
-¿Cómo lograron adaptar estos mensajes publicitarios para que prendieran en las nuevas generaciones?
-Nos hemos transformado en un espacio realmente mucho más abierto y con un pensamiento mucho más integral gracias a los jóvenes de la generación Z. Hacen mucho más cuestionamiento, pero son más flexibles de pensamiento y son muy random en sus gustos. Y, sobre todo, no juzgan. Lo que sigue para mí es pasarles la estafeta a los jóvenes, que tienen una mentalidad increíble, la que yo hubiera querido tener a los 20 años.
”No habrá en poco tiempo manera de hacer publicidad sin esta herramienta. Habrá que dejar de ver a la IA como asistente ocasional”