Retrato Hablado

Contar historias puede transformar a las personas

“Quisiera encontrar la forma de contar historias para construir puentes entre posturas irreconciliables”, dice el periodista Juan Pablo García Moreno.

Juan Pablo García Moreno no se impone. Es discreto, de maneras contenidas. Lo asalta una incomodidad visible cada vez que se le pone bajo el reflector. Esa sobriedad no es impostada: proviene de una educación familiar marcada por una ética del servicio público y pensamiento riguroso. Su abuela paterna, psicóloga de segunda generación de la Universidad Iberoamericana, fue el eje de una casa donde nada se obligaba, pero todo convocaba al debate. Las sobremesas eran largas y densas: se discutía con inteligencia, sin estridencias, como si pensar bien las cosas fuera también una forma de decencia.

Los Moreno vivían en Morelos, donde la familia solía reunirse los fines de semana. “Con los primos de Cuautla y los de Cuernavaca nos veíamos dos o tres veces al año”, recuerda Juan Pablo. Esa dinámica cambió radicalmente cuando la violencia en la Ciudad de México superó todo límite: “En una semana, despojaron a mi papá de su coche a punta de pistola y se metieron a robar nuestra casa, en dos hechos completamente independientes”. La familia decidió entonces mudarse definitivamente a Cuernavaca, en busca de seguridad y estabilidad.

Aunque Juan Pablo García Moreno nació en el Distrito Federal y es, como él dice, “técnicamente chilango”, reconoce que su formación personal y emocional se consolidó en Morelos. Más tarde, al regresar a la capital para estudiar en el ITAM, experimentó una suerte de desarraigo: “No me validaban como chilango ni como foráneo”.

-Supongo que viviste una infancia idílica en Morelos…

-En un sentido distinto al que te imaginas. Fui feliz en el sentido de que tenía la libertad de caminar al cine o a casa de los abuelos, hasta que todo se convirtió allá en un horror. Había balaceras, muertos en fuegos cruzados y finalmente toques de queda. Pero un joven de prepa es un joven de prepa en cualquier circunstancia. Nos quedábamos juntos en la casa de algún amigo si no nos daba tiempo de regresar a las nuestras antes de las 7:00 de la noche. Y con frecuencia no nos daba tiempo de regresar y se armaba la fiesta.

García Moreno ingresó a la carrera de Ciencias Políticas con la intención de volverse diplomático. Sin embargo, el periodismo se cruzó en su camino a través del periódico escolar El Supuesto, donde coordinó la sección de opinión. En 2014, cuando se cumplían 20 años del turbulento 1994, Nexos preparaba un número especial dedicado a ese periodo. Motivado por el tema y por su admiración a la revista, García Moreno se acercó a Esteban Illades para manifestar su interés en realizar ahí su servicio social.

Como suele ocurrir, al principio nadie sabía exactamente qué tareas asignarle. Pero poco a poco se ganó un lugar en las juntas editoriales, cuyo tono y contenido le recordaban las sobremesas en casa de su abuela. Su primer artículo versó sobre la inseguridad en Morelos, un tema que conocía de primera mano. En una de esas jornadas, Héctor de Mauleón –figura que al principio lo intimidaba– se le acercó para pedirle ayuda en una investigación. “Ver cómo leía y escribía De Mauleón, y cómo Héctor Aguilar Camín interpretaba la realidad política, fue un aprendizaje enorme”.

Después de la pandemia, García Moreno se volcó hacia nuevos formatos narrativos, como los pódcasts y los documentales. “Fue un momento muy interesante. Tuvimos que reaprender a hacer lo mismo, pero desde otros lenguajes. Me parecía brujería ver cómo el contenido se transformaba para funcionar en soportes visuales y sonoros”. Esa etapa fue también una escuela: “La última alineación de la redacción me enseñó muchísimo. Llegaron editores –y lectores– más jóvenes que yo, con otras referencias y formas de leer. Me hicieron ver el oficio con otros ojos”.

El exeditor general de Nexos visitó recientemente Leipzig, Alemania, para asistir a los conciertos conmemorativos por los 50 años de la muerte del compositor ruso Dmitri Shostakóvich. Más allá de la música, lo impactó el ambiente social y político que percibió: “Sentí una conciencia generalizada y desconcertante entre los alemanes sobre su momento histórico. Allá la guerra se percibe de cerca: están los refugiados ucranianos, los hombres desvalidos, y hay una conciencia extendida del riesgo, de la incertidumbre. Pero no es resignación, es sentido de urgencia. No saben qué va a pasar, pero están alineados, porque la realidad no se detiene y nos rebasa”.

Esa claridad lo llevó a una comparación inevitable con el contexto mexicano: “Me preocupa no percibir ese mismo sentido de urgencia, aunque sea en una escala menor, en nuestro país. Ni siquiera es un tema en la conversación pública”.

Fanático de compositores contemporáneos como Philip Glass y John Adams, y admirador de los clásicos Mahler y Shostakóvich, García Moreno celebra que su obsesión –que roza lo compulsivo– sea socialmente aceptada: “Está bien visto enviciarse con la música clásica. Nadie lo cuestionará. Nunca”.

Durante su visita a Alemania, tras asistir a varios conciertos en la Gewandhaus de Leipzig, quedó fascinado por un órgano monumental que preside la sala. “Es una verdadera maravilla”, cuenta. El instrumento lleva grabado en latín el lema de la orquesta, fundada en 1700 no por decreto real, sino por ciudadanos organizados, lo que la convierte en la primera orquesta cívica del mundo. La inscripción reza: “No hay cosa más seria que el placer”. Para García Moreno, esa frase resume una filosofía de vida: el gozo estético como forma de compromiso.

-Fuera de la redacción de Nexos, ¿qué te gustaría hacer en los próximos años?

-Dado mi paso por los medios y debido a esta incertidumbre que me preocupa y me entristece, y como todos y cada uno pueden escoger su realidad, es muy fácil que las redes confirmen tus sesgos; se han multiplicado las opciones para esta confirmación, pues esto también se convirtió en una forma fácil de hacer dinero. Quisiera encontrar la forma de contar historias que permitan construir puentes entre posturas aparentemente irreconciliables.

-¿Cómo?

-Es desesperanzador, pero si el modelo de negocios va para allá, y como soy bastante pesimista respecto de que esas posturas se encuentren y dialoguen, creo que hay que contar historias que aborden los temas importantes. El análisis puede ser circular, quedarse siempre en el mismo lugar. Las historias, en cambio, pueden mover, conmover, abrir. Quiero crear oportunidades para que esas historias se cuenten, porque son las que pueden transformar a la gente.

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