Costo de oportunidad

Tesla cambió

EU está tratando de construir opciones viables para que la manufactura del planeta se diversifique lejos de China y se establezca en países con menos riesgo político.

En el auge de la manufactura en China, no era poco común que los gobiernos provinciales compitieran por atraer ciertas inversiones. Cierto, en China, como en otros regímenes autoritarios, nada sucede sin la venia y complacencia del Partido Comunista Chino y las figuras más importantes del gobierno nacional. Sin embargo, esa era una de las diferencias importantes que quienes estudiábamos la competitividad de las naciones hace 15 años, veíamos entre China y México. China era un país grande donde los gobiernos locales importaban. México no, y eso nos costaría para desarrollar regiones del país.

En China pasó algo parecido, pero la escala los salva. La zona costera se desarrolló. La China interior no, e incluso hay restricciones para la gente que vive ahí para emigrar a los lugares donde ocurre el desarrollo. En medio de un nuevo conflicto sino-estadounidense, el sector financiero global, especialmente el de Estados Unidos, está tratando de construir opciones viables para que la manufactura del planeta se diversifique lejos de China y se establezca en países con menos riesgo político. Esto ha construido momentum para una euforia por México, a través de neologismos acuñados por pensadores y banqueros como nearshoring y friendshoring.

No es la primera vez que a los mexicanos nos cae encima la responsabilidad de vender un “Momento México”. De hecho, es como la quinta. Una durante el TLCAN; otra pos-TLCAN; una tercera en la transición democrática de principios del s. XXI y una más en la administración pasada, del presidente Peña Nieto.

¿Qué cambió? En México, mucho y a la vez muy poco. El norte del país y el Bajío son lugares cada vez más integrados a la economía global. Para un viajero constante entre el sur estadounidense y el norte y centro-norte mexicano, no sería difícil despertar en un hotel, asomarse por la ventana, y dudar por algunos segundos en qué país está.

La industria de México ya no es la de los 80 y 90. Ya es una industria sofisticada y tecnológicamente avanzada, produciendo bienes manufacturados de muy alto precio, y de muy alto valor agregado.

Ese México no tiene problemas de atracción de inversiones. Sí hay ciertos problemas institucionales, como carencias en seguridad pública, educación y salud, pero en general, es un México donde las cosas funcionan bien.

Hay otro México, más antiguo y más profundo, que tiene otros problemas. Instituciones públicas disfuncionales. Carencias del sector educativo que hacen inempleable en la manufactura a la mayoría de la población. Excesos de informalidad laboral que conviven con hipersindicalismo. Lugares donde la gran mayoría de las empresas y las familias no quieren pagar los impuestos, por la ínfima calidad de los servicios públicos, y grupos de rentistas que capturan las instituciones locales y los subsidios que da la Federación.

También hay lugares intermedios, como el Estado de México, donde conviven un corredor industrial sofisticado en Lerma y Toluca, caos urbano en las inmediaciones de CDMX y pobreza en el resto del territorio de la entidad.

En últimos días, hemos oído que Tesla quiere poner una planta en México. Que Nuevo León es el lugar que les gustó. Pero que el gobierno federal, el presidente y el canciller de la República, quieren convencerlos de mover su inversión al Estado de México. La disponibilidad de electricidad y agua es el pretexto, pero la elección mexiquense, crucial para el régimen, es el verdadero motivo.

Don Elon Musk, el emprendedor de Tesla, tiene muchas opciones. Un planeta entero a su disposición. Un lugar donde el gobierno nacional no decida dónde debe estar su empresa con criterios políticos. Un país donde los políticos locales crean que pueden extraer rentas a partir del litio, mineral crucial con la tecnología actual para el auto eléctrico.

La calidad de los gobiernos locales es la que acabará por decidir el destino de Tesla. Pero no de los 32 sultanes que tenemos en México, y sus casi 2 mil 500 príncipes presidentes municipales. El destino de Tesla puede estar en Bangalore, Alabama, Ontario, Eslovaquia, Panamá o Vietnam.

Los mexicas llamaban al universo conocido el Cemanáhuac. Ellos estaban precisamente en el centro de ese mundo conocido. Nos parecíamos a China, que literalmente se llama a sí mismo “el país de en medio”. Ese etnocentrismo anacrónico no es una buena receta para comerciar, atraer inversiones e integrarse al mundo. Hasta los mejores pronósticos para México pueden echarse a perder con un gobierno con actitud de imponer condiciones a los negocios del futuro.

El autor es asesor en Agon Economía Derecho Estrategia, Consejero MUCD.

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