De los dos temas que tratamos el lunes, uno está en proceso, la elección en Estados Unidos, y sus resultados pueden tardar. El otro, la decisión en la Suprema Corte, se decantó en contra del proyecto del ministro González Alcántara, debido al voto del ministro Pérez Dayán, porque las tres ministras de Morena ya no estaban en duda. El ministro tendrá que explicar por qué lo hizo, pero la oportunidad de corregir un error garrafal del Legislativo se ha perdido.
El lunes se publicaron los datos de consumo e inversión, para el mes de agosto, y me parece que confirman un comportamiento recesivo en la economía. No es que estemos ya en terreno negativo, que es lo que la mayoría de las personas asocia a la recesión, sino una desaceleración que va acompañada de un incremento en la volatilidad de los datos.
Esto obliga a una explicación doble. Primero, la asociación entre variabilidad y recesión. Resulta que cuando nos acercamos a una contracción general de la economía, diversos sectores reaccionan a diferente velocidad. Al hacerlo, los datos agregados se mueven mucho de mes a mes. Si normalmente tenemos diferencias, de un mes a otro, de un par de puntos, cuando nos acercamos a la contracción estas diferencias se multiplican. En el caso actual, por tres veces.
Segundo asunto que merece explicación: la variación que hoy vemos. Al cierre de 2023, la economía ya mostraba signos de desaceleración, y no menores. Pero a fines de febrero se entregaron dos bimestres de becas y pensiones, que en marzo provocaron un gran salto en el consumo. Al mes siguiente, eso se vino abajo. En mayo, como en todos los años, nuevamente tuvimos más consumo; los dos meses siguientes, desaceleración, y en el dato de agosto, nuevamente por becas y pensiones, otro salto.
La actividad económica, industria y servicios, muestra el mismo comportamiento, pero rezagada frente al consumo: el brinco del consumo en marzo se refleja en un brinco en la actividad, pero en abril. El avance de mayo en el consumo ocurre en julio en la actividad. Del salto de agosto, todavía no sabemos si alcanzará a jalar al resto de la economía o no.
De acuerdo con la estimación oportuna del PIB, parecería que sí, pero como es una estimación muy gruesa, que se realiza con muy poca información de septiembre, está por verse. De hecho, en el dato también oportuno del consumo a septiembre, INEGI reportó una contracción. Y en inversión, con el desplome que resulta de los datos ficticios del año pasado en la construcción de ‘obras de ingeniería civil’, está difícil una reacción.
De hecho, es muy probable que el dato oportuno del PIB se corrija de manera importante en unas semanas. La parte más grande de la cuenta corriente, que es la balanza comercial, se deterioró en el tercer trimestre. Las remesas, que nos han dado un inmenso colchón en ese rubro (si no, estaríamos como en 1994), también se frenaron un poco en esos meses. Al quitar esta parte, el crecimiento del consumo en el trimestre, de 2.5 por ciento, y de la inversión, 1.5 por ciento, a duras penas alcanzan para que el PIB no salga en números rojos.
Debido a la variabilidad que le he mencionado, que no es un fenómeno normal, los procesos estadísticos que se usan para eliminar la estacionalidad de las series no funcionan de manera adecuada, y mes a mes se van ajustando de forma importante. Justo eso creo que estaremos viendo en los siguientes meses, pero la tendencia no parece dejar lugar a dudas: recesión.
Gracias a las decisiones de unos pocos mexicanos, en puestos elevados, la variabilidad de los datos económicos palidece frente a la incertidumbre en que nos han colocado. Apostaría que octubre será el primer mes de franca contracción. No apuesto en qué mes tocaremos fondo.