Las dos personas que tendrán a cargo la relación de México con Estados Unidos en el gobierno de Claudia Sheinbaum, Juan Ramón de la Fuente y Marcelo Ebrard, enviaron ayer una carta al Washington Post. En ella, reclaman tanto la opinión del periódico como la del embajador estadounidense, haciendo eco de las ocurrencias matutinas presidenciales, es decir, acusando injerencia en la política interna de México.
Dicen que tanto el Post como el embajador se equivocan al considerar que la reforma tiene impacto hemisférico, y que por lo tanto están interviniendo en nuestros asuntos. Se equivocan Ebrard y De la Fuente: la reforma judicial que impulsa López Obrador sí tiene un impacto en la manera como podrían resolver sus disputas los inversionistas estadounidenses, que trajeron sus recursos al amparo del T-MEC, y ahora tendrían que jugar con reglas diferentes.
A continuación, afirman que la reforma judicial en México ya pasó por un amplio debate, durante las campañas presidenciales. Me cuesta trabajo calificar esta afirmación. Es, sin duda, una mentira: esa reforma, y todas las demás que propuso López desde febrero, no formaron parte de la discusión política durante las campañas. No volvió a mencionarlas su promotor, que en cambio se dedicó a descalificar a Xóchitl Gálvez, a promover a Sheinbaum, a cimentar el mito del PRIAN y, sobre todo, a condicionar los programas sociales al triunfo de su candidata. Es decir, López Obrador violó la ley y la Constitución de forma permanente durante las campañas. ¿A eso se refieren por amplio debate de la reforma judicial?, ¿quieren decir, Ebrard y De la Fuente, que lo que se votó en México fue el desprecio a la ley que ha caracterizado a López? No me parece un extraordinario argumento.
Continúan diciendo que, gracias a la amplia victoria de su coalición, Sheinbaum podría simplemente ir reemplazando jueces, magistrados y ministros, sin necesidad de la reforma. Exacto. Eso es lo que hemos propuesto. Con base en el marco legal actual, la coalición que ganó en las elecciones (así haya sido una elección de Estado, antidemocrática e ilegítima) puede nombrar en el Poder Judicial a quienes les parezca conveniente. No necesitan destruir todo para tener un Poder Judicial a modo. ¿Por qué entonces su prisa? ¿Por qué el desaseo?
Responden que la elección directa de jueces, magistrados y ministros representa un apoyo directo a la democracia mexicana. Esto, en boca de Ebrard y De la Fuente, es un insulto. Los dos saben perfectamente que ninguna democracia en el mundo elige a quienes imparten justicia. Los dos saben que la democracia liberal depende esencialmente de un Poder Judicial realmente autónomo e independiente, que garantice los derechos de las minorías.
Aunque los dos funcionarios son gente calificada, no cuentan con espina dorsal. Defender de esta manera las ocurrencias del autócrata lo único que hace es descalificarlos como interlocutores. Nadie podrá tomar en serio, en el gobierno estadounidense, en la arena internacional, en círculos académicos y mediáticos, a este par de individuos. Como decíamos hace pocos días, regresamos al país de opereta, con todo y bufones.
Reitero que hubo nombramientos en el gabinete que me permiten cierta esperanza. Específicamente, en el caso de energía, incluyendo Pemex y CFE. Ahí parece haber una estrategia, en el sector más importante para reducir los riesgos fiscales e incrementar la atracción de inversión. Es una lástima que en otros espacios haya privado el sectarismo, la subordinación lacayuna, la inercia.
No hay nada más importante para México que su relación con Estados Unidos. Más allá de las creencias patrioteras, de las leyendas de la migración socialista, del Arielismo, prácticamente uno de cada cuatro mexicanos vive en el país vecino, y en conjunto envían a sus familias 60 mil millones de dólares por año. Comerciamos, ida y vuelta, casi diez veces esa cantidad.
Hay que ser serios.