¿Qué hacer con todos los datos económicos nacionales que dibujan contradicciones, dependiendo de quién hace el análisis? Una sugerencia, siempre útil, es seguir estudiando el comportamiento de mercados e industria para encontrar tendencias y no tanto fotografías del momento, porque vivimos en una economía dinámica como nunca, incorporada a circunstancias internacionales y estacionales que podrían provocar optimismo y pesimismo, dependiendo de la jornada que estemos analizando.
Eso quiere decir que México ha dejado de ser un país manufacturero o de consumo en ciertos segmentos de la población, además de un paraíso de las rentas y de las comisiones que aún benefician los estados financieros anuales de muchos corporativos, que lo hizo previsible durante décadas, para convertirse en un polo de atracción de inversiones, pero con retos por enfrentar en áreas como la desigualdad, el empleo formal y la competencia abiertas en la mayoría de sus sectores económicos.
Esta ‘bipolaridad’ económica, por definirla de alguna manera, no es privativa de nuestro país; todas las economías grandes del mundo se comportan de la misma manera y lo han hecho de manera más pronunciada en la última década. Alemania, Japón, Francia y los Estados Unidos, por nombrar algunas, atraviesan por esas altas y bajas, debido al reordenamiento del comercio internacional, el cambio de modelo financiero ante la casi extinción del neoliberalismo y la situación de conflicto que amenaza al mundo desde hace un año.
Así que, anticipar vísperas o hacer pronósticos motivados por la emoción y no por las razones económicas, será una mala decisión de corredurías y analistas. Debemos ver el mundo como es y no como quisiéramos que fuera. Es un tema de objetividad financiera, nada más.
Si no ampliamos la base de consumo, disminuimos las desigualdades y aumentamos el acceso a las oportunidades de educación y de trabajo, estaremos condenando a muchos mercados al estancamiento. Ha llegado la hora de modificar las reglas que solo concentraron en algunas manos varias industrias, permitieron la especulación y fomentaron privilegios que han resultado un mal negocio para la mayoría.
El temor no está en los vaivenes, tanto como en la falta de acción y de reacción de los gobiernos y de los sectores privados de las naciones ante eventos económicos sorpresivos. México lleva un sexenio de disciplina macroeconómica y de inyección de inversión social que han aumentado el gasto per cápita, sin que eso se tradujera en una tasa de inflación inmanejable. El fortalecimiento de los salarios y la formalización de miles de empleos es un piso sólido para seguir creciendo en puestos dignos y en remuneraciones que tengan poder adquisitivo real. Claro que es cierta la pérdida de trabajos informales y formales en los dos últimos meses, pero también lo es que estamos a unas semanas de la temporada navideña y del inicio de nuevas obras de gran tamaño que requerirán de mano de obra.
Hace un par de días, la proveedora de servidores y de chips más grande del planeta anunció que comenzará a fabricar estos componentes para la compañía de inteligencia artificial número uno de ese mercado. La industria automotriz ha ligado dos meses de producción histórica y sus ventas se han ido a la cima; mientras el sector maquilador podría cerrar uno de sus mejores ejercicios en décadas.
Esa es la nueva realidad. Y a ella tenemos que acostumbrarnos como agentes económicos y como sociedades. La hegemonía económica mundial está modificándose y hay nuevos jugadores en la cancha, con factores imprevistos y otros que serán consecuencias de decisiones, errores y aciertos, que se cometieron en el pasado inmediato.
No estaría nada mal que, en este contexto, los países industrializados de Occidente y de Oriente estudiaran reescribir las reglas comerciales y diseñar un nuevo modelo económico que contemple a esas mayorías que hoy han ganado derechos y espacios y se unen a esas empresas y emprendedores a los que solo les hace falta apoyo para destacar en industrias que deben volverse de competencia auténticamente abierta. También ha llegado el momento del cambio en la iniciativa privada.