Luis Wertman Zaslav

Almendras y petróleo

Es posible que el bloque económico en América del Norte se fortalezca tan rápido que, nada más con tres naciones, hagan contrapeso al resto del mundo.

No hay un punto de referencia en la historia de los tres países que integran el T-MEC en el que hubieran estado tan sincronizados económicamente. Durante las últimas décadas, la teoría económica daba por sentado que las diferencias en el desarrollo de México, Estados Unidos y Canadá, eran parte de un equilibrio que sería compensado por sus balanzas comerciales, si las tres naciones mantenían una política de libre comercio. Vamos, un efecto de largo plazo que igualaría lo desigual.

Otras regiones actuaron de forma distinta y decidieron unirse bajo una misma moneda y un conjunto de reglas económicas, como en el caso de Europa; mientras que en Asia surgían naciones que se enfocaron en transformar sus cadenas de producción y con ello crear un mercado interno que ya tenían lo esencial: millones de consumidores que solo necesitaban salir de la pobreza (algo no tan sencillo). En ese terreno, India, China y Rusia, potencias orientales, incluso formaron una alianza comercial en la figura del BRICS, que sigue buscando nuevos miembros en todos los continentes.

¿Estamos ante una nueva economía de bloques que hará negocios multilaterales, pero sin abandonar el equipo al que pertenece? Si eso sucede así, entonces América del Norte luce como el bloque más atractivo posible, particularmente porque uno de sus integrantes es nuestro país.

Tan solo por el análisis geográfico, México es el polo de atracción para acceder, comerciar y hasta pactar con este nuevo poder regional y, tal vez, continental. Estados Unidos y Canadá intentan todos los días relocalizar sus cadenas de suministro, a pesar de las tasas impositivas y de interés que alejan a muchas industrias; mientras debate la legalización de miles de posibles trabajadores que hoy necesitan para competir, pero que es contaminada por un irracional rechazo a la migración.

Dos ejemplos sobre esta compleja disyuntiva pueden encontrarse en dos materias primas que no podían ser más opuestas: las almendras y el petróleo. El estado de California produce el 80 por ciento de las almendras que ponemos en nuestra mesa en el planeta, ya sea como botana o en la popular presentación líquida que se conoce comúnmente como ‘leche de almendras’. Una caída en los precios internacionales ha hecho que varias de las empresas que dominaban un mercado que parecía solo iba a crecer en los próximos años por la demanda de personas buscando nutrirse, se encuentren en dificultades financieras o de plano modificando su siembra hacia otros cultivos. Sin embargo, aun plantando otro producto, la mano de obra para cosechar almendras y otros alimentos escasea cada año. Y eso se repite en China, donde una importante cantidad de obreros es de origen coreano; en Europa, durante la cosecha de aceitunas; y en Indonesia con trabajadores de todas partes del mundo para su industria turística.

En resumen, muchas naciones podrían comenzar a estudiar los datos que indican que la próxima década será crucial para su desarrollo, contar con miles de trabajadores en edad productiva para mantener la oferta y la demanda de productos y servicios. Norteamérica no es la excepción, salvo porque cuenta todavía con una base de población joven y disponible para laborar en todos los niveles, a diferencia de Europa y de Asia.

Mientras tanto, el petróleo se mantiene como un recurso energético que desacelera la sustitución de vehículos eléctricos, entre muchas otras estructuras que siguen dependiendo de éste para funcionar; lo mismo que el gas natural y el carbón como principales combustibles de sectores económicos internacionales y de millones de hogares. Es decir, la carrera por energías consideradas limpias no va a la velocidad que se espera; en ese escenario, el mundo continúa girando alrededor de las mismas fuentes y éstas soportan gran parte de la soberanía de cada país.

Si revisamos las cifras de producción de petróleo de nuestros vecinos del norte, nos daremos cuenta de que, como nosotros, han comprendido esta realidad y, en algunos casos, han aumentado la perforación en sus territorios para que la demanda de combustibles pueda cumplirse y para contar con reservas a diez y a veinte años. Pero existen otras materias primas cuyo valor se va apreciando al mismo ritmo que, digamos, la fabricación de microcomponentes y que son tan antiguos como la humanidad: el cobre, el aluminio y el mercurio, por mencionar algunos, son necesarios para procesadores, cableado y circuitos complejos; todos presentes, con cierta abundancia, en suelo mexicano.

Es posible que este nuevo bloque económico en América del Norte se fortalezca tan rápido que, nada más con tres naciones, hagan contrapeso al resto del mundo. ¿Qué vendrá para entonces? Es difícil anticipar, pero cada vez en más escenarios México aparece como la piedra angular de esta integración. Contamos con lo que se necesita para el presente y también para el futuro: gente capaz y recursos naturales. Por muchas razones, no lo perdamos de vista.

COLUMNAS ANTERIORES

En sus marcas
No es posible

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.