Desde el otro lado

La tormenta perfecta

Resulta difícil pensar que Washington no seguirá operando por su cuenta y colocando al gobierno mexicano contra las cuerdas

Se acumulan las señales de que Trump y su gobierno han decidido ir con todo contra el narcotráfico en México. Por primera vez desde que los cárteles fueron designados como organizaciones terroristas, fiscales federales de California presentaron cargos de narcoterrorismo contra dos miembros del Cártel de Sinaloa. Esto ocurrió apenas unos días después de la entrega al FBI de Griselda López —madre de Ovidio Guzmán—, junto con otros 16 familiares, en lo que claramente apunta a un pacto de su hijo para declararse culpable a cambio de colaborar con los fiscales de Chicago. El Departamento de Justicia, por un lado, aprieta y, por otro, negocia, en una estrategia que opera totalmente al margen del gobierno mexicano.

A eso se suma la cancelación de visas a políticos mexicanos. Primero fue la del alcalde de Matamoros y luego la de la gobernadora de Baja California y su esposo. Según Héctor de Mauleón (El Universal, 15 de mayo), el gobierno de Claudia Sheinbaum ha sido informado de que otros políticos y altos funcionarios están ya rumbo al “desvisadero”. No hay confirmación oficial ni sobre las razones detrás del retiro de la visa de la gobernadora ni sobre si el gobierno ha sido notificado de otras acciones similares en puerta.

También destaca el “exhorto” que el subsecretario adjunto del Tesoro hizo a los banqueros, en plena Convención Nacional Bancaria, para blindar los sistemas financieros. No se sabe si el gobierno de México fue informado de esa visita, pero todo indica que se reunió solo, a puerta cerrada, con los banqueros, sin presencia de autoridades mexicanas. Como dijo uno de los asistentes, en una frase que bien aplica a las demás acciones del gobierno de Trump contra los cárteles de la droga: esto ya no es business as usual.

El gobierno de Estados Unidos está haciendo todo lo que considera necesario, al margen de lo que piense o diga el gobierno mexicano. Por eso, como apunté la semana pasada, la amenaza de que intervenga unilateralmente en México no puede tomarse a la ligera. Hasta ahora, ese escenario no se ha concretado, quizá porque el gobierno mexicano ha optado por combatir de forma más frontal al crimen organizado y ha entablado una colaboración más activa con Estados Unidos que la que hubo en el sexenio pasado.

El problema es que la capacidad del gobierno de Sheinbaum para imponerse sobre los cárteles es muy limitada. Por más decidido que esté, la magnitud del fenómeno criminal hace imposible contener la violencia y frenar el flujo de drogas hacia Estados Unidos en los tiempos que Trump parece estar dispuesto a tolerar. Peor aún: en este tema, no tiene a nadie en Estados Unidos que valide su esfuerzo, ni siquiera que advierta sobre las graves consecuencias de una acción unilateral en territorio mexicano para el futuro de la relación bilateral. Una revisión de lo que se escribe y publica en los medios confirma que, en este frente, México está solo, a diferencia de otros temas, como migración o aranceles, donde sí existen voces influyentes que cuestionan las políticas de Trump y, aunque no lo busquen, terminan alineándose con los intereses mexicanos.

Con el narcotráfico, en cambio, México marcha solo, a contracorriente. No me refiero solo a la visión del gobierno de Trump y los republicanos. Ni en la opinión pública ni en los medios de comunicación hay un ambiente favorable. El consenso, más bien, es que el gobierno de México ha sido rebasado. La cobertura predominante en la prensa estadounidense —incluso en medios que buscan objetividad— refuerza la imagen de un país atrapado por el crimen organizado. Incluso los perfiles favorables que se han publicado sobre la presidenta Sheinbaum terminan regresando a los desafíos de seguridad.

En medios conservadores como Fox News, el tono es abiertamente crítico. México aparece como un Estado fallido, con autoridades incapaces de combatir el narcotráfico, si no es que en abierta complicidad con los cárteles. Desde esa perspectiva, la violencia representa una amenaza directa para la seguridad de Estados Unidos, y se argumenta que debe actuarse con firmeza, sin esperar el consentimiento del gobierno mexicano. Comentaristas de ese canal han cuestionado a Sheinbaum por rechazar la oferta de Trump de desplegar tropas estadounidenses en territorio mexicano, afirmando que es “difícil de creer” que el gobierno esté haciendo todo lo posible contra los narcos.

Todo esto apunta a una tormenta perfecta. Estados Unidos ya actúa en múltiples frentes, sin coordinación ni consideración diplomática con México, mientras el gobierno de Sheinbaum enfrenta un fenómeno criminal que lo rebasa y carece de respaldo político o mediático en el país vecino. Por eso, resulta difícil pensar que Washington no seguirá operando por su cuenta y colocando al gobierno mexicano contra las cuerdas. La narrativa ya está instalada y la ofensiva, en marcha. Al final de ese camino, alguna acción militar no puede descartarse.

COLUMNAS ANTERIORES

La ‘honrosa’ propuesta de Trump
El efecto Trump

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.