Desde el otro lado

La terca realidad se impone

La inseguridad y el poder desbordado del crimen organizado serán los principales desafíos que enfrentará el próximo gobierno de México.

El pasado lunes, se firmó el Compromiso por la Paz, una iniciativa encabezada por la Conferencia del Episcopado Mexicano, que plasma el trabajo que por casi dos años realizaron 50 especialistas, activistas y representantes de organizaciones no gubernamentales. El documento aborda en forma integral el tema de la inseguridad, a partir de un diagnóstico claro y crudo del problema, y sistematiza una larga lista de propuestas para enfrentarlo. Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez lo respaldaron en su totalidad, mientras que Claudia Sheinbaum pidió que quedaran asentadas sus reservas. Sus desacuerdos son tales que al final no queda claro qué significa su firma, más allá del gesto político de reconocer el esfuerzo de la Iglesia católica y de quienes trabajaron en el proyecto.

El gesto no tuvo el efecto esperado, pues al día siguiente, en una entrevista con Carlos Loret de Mola, Monseñor Ramón Castro, secretario general de la Conferencia del Episcopado, expresó que, aunque respetaba la posición de la candidata Sheinbaum, no la compartía. Afirmó que un mal diagnóstico podría ser fatal para el país, como lo son los pacientes enfermos. No obstante, afirmó que “la verdad siempre sale a la luz”, como demuestran las noticias a diario.

El problema es que la postura de la candidata Sheinbaum contrasta notablemente con la realidad. Al firmar el documento, la candidata dejó constancia de su desacuerdo con la evaluación “pesimista” del momento actual, la descripción del problema de la inseguridad y la idea de una “supuesta militarización” en el país, entre otros aspectos fundamentales del diagnóstico del que parte todo el planteamiento. En perfecta sintonía, al referirse al Compromiso por la Paz, al día siguiente de su firma, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que respetaba mucho a las iglesias, pero que no estaba de acuerdo con que se trate de “crear un ambiente que no existe”.

El contraste entre el discurso oficial y la grave situación de inseguridad en México es evidente. Aunque las cifras oficiales puedan indicar una mejora en ciertos delitos, la realidad es que la inseguridad persiste en niveles alarmantes, siendo esta la principal preocupación de los mexicanos, según todas las encuestas. Esto se refleja, por ejemplo, en los homicidios dolosos, que el año pasado promediaron más de ochenta al día, una cifra alarmante como quiera que se le vea. No es de extrañar que, según varios índices internacionales, casi la mitad de las 10 ciudades más violentas del mundo estén en México.

La realidad se impone también en las noticias. Mientras se firmaba el documento y la candidata Sheinbaum mostraba su desacuerdo con la evaluación “pesimista” del momento se reportaba la retención de un reconocido periodista de N+ en Guadalajara, la desaparición de dos fiscales que investigan el caso de Ayotzinapa y la fuga de un policía acusado de asesinar a un normalista. Además, circularon videos en los que se ve a miembros del crimen organizado agrediendo brutalmente a choferes de transporte público en Acapulco. Los videos no dejan lugar a dudas quién manda en esa y otras zonas del país. La posición oficial y la realidad claramente apuntan en direcciones opuestas.

A nivel internacional, la perspectiva tampoco es mejor. El mismo día en que se suscribió el Compromiso por la Paz, Avril Haines, directora de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, advirtió que el tráfico de fentanilo y la seguridad en la frontera con México amenazan a su país. En una audiencia en el Capitolio, aseguró que uno de los desafíos más grandes para el gobierno de México proviene precisamente de los cárteles del narcotráfico, pues controlan gran parte del país. Poco después, el nuevo jefe del Comando Norte de Estados Unidos, Gregory Guillot, en el mismo escenario, advirtió que los cárteles son una fuente de inestabilidad en México, que podría ser aprovechada por los adversarios de su país.

Independientemente de quién gane las elecciones de noviembre próximo en Estados Unidos, pero especialmente si es Donald Trump, la presión sobre el gobierno de México para mostrar avances y ampliar los espacios de colaboración en el combate al crimen organizado será enorme. El tema no desaparecerá de la agenda de ese gobierno por más alegre y optimista que sea la visión de este lado de la frontera, si la realidad no cambia.

La inseguridad y el poder desbordado del crimen organizado serán los principales desafíos que enfrentará el próximo gobierno de México. Aunque no son problemas nuevos, es imposible que la situación mejore si no se parte de un diagnóstico claro y crudo de la realidad actual, como el que ofrece el Compromiso por la Paz. La candidata Sheinbaum, puntera en las encuestas y posiblemente la próxima presidenta de México, hoy parece no compartir esa visión crítica. Habrá que ver si lo hace una vez pasadas las elecciones.

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