El Globo

Ganó la curia

Para muchos decepcionados la negativa para “bendecir las uniones del mismo sexo” significa una claudicación de la figura más vanguardista en la Iglesia católica en décadas.

Todos los intentos y declaraciones del Papa en los últimos siete años en el sentido de abrazar, recibir y bendecir a las uniones del mismo sexo en el seno de la Iglesia católica fueron echados por tierra ayer mediante un comunicado del Vaticano. El documento lo emite la Santa Congregación para la Doctrina de la Fe, el dicasterio –ministerio del Vaticano– dedicado a vigilar y supervisar la observancia precisa de la doctrina católica, evitar los desvíos y rechazar las interpretaciones de grupos, sectas o congregaciones. El documento lo firma el titular, el cardenal Luis Ladaria, y establece que la Iglesia carece de la potestad o el poder para "bendecir las uniones del mismo sexo", cuando son consideradas pecado.

El subtexto del documento señala que no se puede otorgar la misma bendición a las parejas y familias heterosexuales que a las homosexuales, como si temieran –es una interpretación– la desbandada de familias católicas al rechazar que los homosexuales fueran igualmente bendecidos.

Pero el gran debate de fondo, independientemente de los caminos legales que la Santa Congregación encontró para rechazar a las uniones de pareja del mismo sexo, radica en la postura inflexible de la curia romana, la jerarquía de obispos y cardenales que manejan la Iglesia y que, al parecer, controlan al Papa.

Francisco I ha expresado, al paso de los años, posturas mucho más conciliatorias y flexibles, desde aquel histórico "quién soy yo para juzgar" (2013) hasta su invitación a recibir a los hijos de Dios –todos– sin diferenciar sus preferencias o tipos de familia.

Se sabe que al interior del Vaticano se ha librado una batalla entre posiciones conservadoras y otras que, sin calificarse de liberales, apuntaban a una gradual apertura y aceptación de otras formas de constituir familias.

Al pronunciar el documento en el Vaticano ayer, el papa Francisco señaló que existen "elementos positivos" en las uniones del mismo sexo, algo que sin duda representa un avance muy importante. Sin embargo, como el matrimonio entre un hombre y una mujer es considerado un sacramento por la Iglesia, es imposible otorgarle el mismo tratamiento a una pareja homosexual.

"Por esta razón –dijo el Papa– no es lícito impartir la bendición a relaciones o parejas, incluso estables, que involucran actividad sexual fuera del matrimonio, como es el caso de uniones entre personas del mismo sexo".

Los conservadores se impusieron y lograron la aceptación del Papa. Para muchos decepcionados significa una claudicación de la figura más vanguardista en la Iglesia católica en décadas, la victoria de la curia, el control sobre el Papa.

Para un líder eclesiástico que se distinguió, desde sus tiempos de obispo y cardenal en las zonas más marginadas de Buenos Aires, como un pastor de la conciliación y del amor, que abrazaba y convocaba a todos como auténticos hijos de Dios, debe haber representado un fuerte retroceso. Francisco ha ido, con frecuencia, a un ritmo y una velocidad mucho más ágil y de avanzada, que la lenta, conservadora y, en muchos, casos retardataria curia romana.

Millones de gays en el mundo profesan la religión católica. Y han optado por el distanciamiento o la franca rebeldía a la Iglesia y a su fe, por estas posiciones cerradas de rechazo y de cero tolerancia. Francisco representaba, hasta hace muy poco –con base en sus propias posturas y en sus declaraciones–, una luz de esperanza y apertura ante estas posiciones clásicas del Vaticano. El comunicado de ayer es un paso atrás en la búsqueda de muchos por una reconciliación con la Iglesia católica.

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