El Globo

Operativos contra narcos

Mandar drones a Sinaloa, Tamaulipas, Guerrero, Michoacán, sería enormemente impactante para los americanos, brutalmente traumático para los mexicanos.

Nos adelantamos. Lo leímos a tiempo. Paso a paso, Donald Trump fue construyendo con una planeación precisa —desconocida hasta ahora— los antecedentes necesarios para atacar a cárteles del narcotráfico en donde quisiera.

Primero fue la clasificación de “organizaciones y agentes terroristas” a los cárteles de la droga del mundo entero y sus integrantes.

La Ley de Seguridad Interna de los Estados Unidos faculta al gobierno para lanzar ataques extraterritoriales e internacionales en contra de todas aquellas organizaciones calificadas como un peligro para la seguridad nacional de la Unión Americana.

Esta es una de las grandes herencias del 9/11, el ataque y derrumbe de las Torres Gemelas en Nueva York.

Ese ataque terrorista cambió el mundo: los operativos de seguridad, los controles aéreos, la vigilancia y protocolos en aeropuertos, la inteligencia acumulada y compartida entre agencias y, de forma muy señalada, la clasificación de organización terrorista internacional.

La segunda medida realizada por el gobierno de Trump fue notificar al Congreso que Estados Unidos libra un “conflicto armado contra las organizaciones del narcotráfico”.

Ambas medidas anteriores son del orden jurídico, porque sientan los precedentes necesarios para lanzar los ataques que está ejecutando en el Caribe en contra de supuestas lanchas o barcazas provenientes de Venezuela, con cargamento de drogas.

Nunca verificado el contenido, el destino o la procedencia.

La tercera fue una lista “filtrada” por el Departamento de Justicia, con las organizaciones, cárteles o grupos criminales señalados como blancos de operativos para contener, neutralizar o destruir la fuente de suministro y envío de drogas a los Estados Unidos.

La Casa Blanca ha construido con cuidadosa precisión el expediente de la estrategia antidrogas del gobierno. Ha cumplido los requisitos legales, ha notificado al Congreso y ha sentado las bases jurídicas para lanzar sus ataques, en el marco de la legislación americana.

El presidente Nicolás Maduro de Venezuela —no reconocido por Washington— declara que toda esta campaña es la construcción de una narrativa para atacar a Venezuela, desestabilizar al gobierno y robarles la riqueza de su petróleo y gas.

Difícil de reconocer, considerando que está el expediente del narcotráfico, pero ciertamente, una cosa no excluye la otra.

Si Trump depone a Maduro, establece un gobierno de transición para la realización de elecciones libres y, de paso, asume control de alguna parte o del total de las reservas de crudo más grandes del continente, obtendría grandes beneficios.

El caso de México es distinto, por muchas razones, por la vecindad, el T-MEC, la buena relación de colaboración y entendimiento que tiene con el gobierno de Claudia Sheinbaum, pero más del 60% de la droga que entra a EU proviene de México.

En términos concretos, la aportación venezolana al mercado americano es menor.

Mandar drones a Sinaloa, Tamaulipas, Guerrero, Michoacán, sería enormemente impactante para los americanos, brutalmente traumático para los mexicanos, pero tal vez, sensiblemente eficiente en términos de reducir el tráfico y eliminar núcleos, células y mandos criminales.

Nuevamente cruza el delicado argumento de la soberanía, tan esgrimido por los morenistas. Trump responde con pragmatismo que la soberanía americana está siendo vulnerada hace décadas con criminales y droga provenientes de México y que la cooperación no ha sido suficiente.

Su reciente declaración a la NBC el fin de semana deja ver con toda claridad que la intención existe, muy probablemente los planes y objetivos también, y que podría involucrar fuerzas terrestres, agentes de la CIA y drones.

¡Vaya escenario! Es terrible para la desgastada soberanía morenista. A pesar de la encomiable colaboración de este gobierno, los daños causados por los abrazos durante 6 años son gigantescos.

¿Es una valentonada de Trump? ¿Es solamente un mensaje a sus simpatizantes y seguidores republicanos, amantes de las invasiones y operaciones armadas?

Puede ser todo al mismo tiempo: la velada amenaza contra México en tiempos de sensible y delicada negociación comercial. Como sabemos, cruza por la seguridad y la migración. Instrumento de presión para tener más presencia, participación e incluso breves incursiones con drones para desactivar cárteles. Mensaje poderoso a sus huestes y votantes para reforzar su imagen de “salvador americano”.

Con pragmatismo y oficio político, México puede estrechar relaciones de seguridad e inteligencia con el gobierno americano (el actual embajador en Washington y el canciller mexicano no ayudan).

Trabajar de la mano, en conjunto, y ganar algún control operativo de militares mexicanos en tales potenciales incursiones.

Es la única vía. Envolverse en la bandera no aportará el menor beneficio.

COLUMNAS ANTERIORES

“… de los más democráticos”
Trump vs. Petro

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.