OpenAI acaba de anunciar uno de los acuerdos más grandes en la historia de la computación en la nube: un contrato de 300 mil millones de dólares con Oracle para construir centros de datos colosales como parte de su proyecto Stargate. La cifra impresiona, pero lo que más llama la atención es el momento en que llega: casi al mismo tiempo, la propia OpenAI publicó un estudio en el que reconoce que las alucinaciones de sus modelos no son errores aislados, sino un efecto inherente a cómo están entrenados. Según el documento, los modelos aprenden que es mejor adivinar que quedarse callados, porque así se les recompensa durante el entrenamiento.
Hay algo profundamente paradójico en esto. OpenAI está apostando cientos de miles de millones para escalar una tecnología que todavía no es confiable. Es como construir una autopista de veinte carriles cuando la mayoría de los vehículos apenas logra salir del estacionamiento. Para quienes vivimos de integrar estas herramientas en el mundo empresarial, las alucinaciones no son un problema anecdótico: erosionan la confianza. Si las personas no confían en las respuestas de la IA, simplemente no la usan en procesos críticos, y eso bloquea su adopción, genera riesgos legales y obliga a mantener costosas capas de supervisión humana.
La magnitud de la apuesta hace aún más evidente la desconexión con la realidad actual del mercado. Distintos estudios muestran que menos del 5% de los pilotos de inteligencia artificial generativa en empresas llegan a producción. No porque falte interés, sino porque la mayoría no logra generar valor medible ni confianza suficiente para escalarse. Mientras OpenAI compra autopistas de cómputo, el resto del mundo empresarial sigue atrapado en pruebas de concepto que rara vez trascienden el laboratorio.
Hacer rentable una apuesta de este tamaño exigirá algo más que modelos más grandes o más baratos por token. Exigirá resolver el problema que hoy frena todo lo demás: la confianza. Eso implica rediseñar los incentivos de entrenamiento para reducir las alucinaciones, crear productos verticales con retorno de inversión claro, y firmar contratos basados en resultados y no solo en licencias de uso. La próxima gran ventaja competitiva no será tener el modelo más poderoso, sino el más confiable y útil para el negocio.
OpenAI puede construir el sistema nervioso de la nueva era digital, pero nada de eso importará si sus respuestas siguen siendo inciertas. Al final, no están escalando modelos. Están intentando escalar la confianza. Y ese, en realidad, es el reto más difícil de todos.