Finanzas e Inteligencia Artificial

La IA y el futuro laboral: ¿Se están desvaneciendo las primeras oportunidades para los jóvenes?

Si analizamos nuestros propios datos —y exigimos que sean más útiles y detallados—, podemos darle a esta nueva generación de profesionales mexicanos no solo la posibilidad de sobrevivir a esta transformación, sino de prosperar en ella.

}}La noticia salió esta semana: un paper de Stanford, firmado por Erik Brynjolfsson y su equipo, reveló que los recién graduados en Estados Unidos son los primeros en sentir el peso del boom de la IA. Leí el titular —“La IA está reduciendo las primeras oportunidades laborales”— y no pude evitar pensar en los estudiantes que he conocido últimamente, llenos de optimismo y con títulos que, hasta hace apenas unos años, eran el pase de entrada asegurado al mercado laboral.

Los datos son contundentes. Desde finales de 2022, el empleo para jóvenes de entre 22 y 25 años en sectores expuestos a la IA —como desarrollo de software o atención al cliente— ha caído hasta un 20%. Los trabajadores con más experiencia, con años de conocimiento tácito que las máquinas aún no pueden replicar, no solo se han mantenido, sino que en muchos casos están usando la IA para multiplicar su productividad. En otras palabras, esas primeras oportunidades laborales que antes te permitían aprender, equivocarte y crecer están desapareciendo cuando la automatización avanza tan rápido.

Y eso es lo que más preocupa. Durante las últimas dos décadas, los trabajos en tecnología han sido uno de los canales más confiables de movilidad social. Aprender a programar en un bootcamp, empezar en soporte técnico o integrarse a un equipo digital era suficiente para entrar a un camino que, con tiempo y esfuerzo, llevaba a mejores sueldos, mayor estabilidad y, muchas veces, a ascender a la clase media. Si la IA está ahora automatizando o comprimiendo esas primeras oportunidades, ese canal —el que transformó tantas vidas— corre el riesgo de romperse.

Y pensé en México. Nos gusta creer que estas tendencias tardan años en alcanzarnos, que tenemos un colchón. Pero ¿de verdad lo tenemos? La realidad es que la IA no es como otras tecnologías que requerían grandes inversiones o hardware especializado. ChatGPT, Claude, Gemini… todas están a una suscripción de distancia, listas para ser adoptadas de la noche a la mañana en cualquier empresa. Esa facilidad de adopción elimina el rezago que solíamos tener entre lo que pasaba en Estados Unidos y lo que llegaba aquí. La pregunta ya no es si esto pasará, sino cuándo.

Lo que sí tenemos es algo valioso: datos. Cada mes, el IMSS publica registros detallados de empleo formal en el país, desglosados por edad, sector y geografía. No es tan granular como uno quisiera —no sabemos exactamente los roles o las tareas de cada puesto—, pero podría serlo. Con más detalle, podríamos mapear qué sectores están más expuestos a la automatización, seguir las contrataciones de jóvenes de 22 a 25 años y detectar señales tempranas de disrupción en los call centers de Monterrey, los hubs tecnológicos de Guadalajara o los servicios financieros de la Ciudad de México.

Claro, nuestro contexto es distinto. Más de la mitad de la fuerza laboral es informal, y muchas empresas apenas están empezando a adoptar IA. Quizás el impacto aquí tarde un año o dos en sentirse con la misma intensidad. Pero ese retraso es una ventaja. Es tiempo para prepararnos, para ajustar nuestros sistemas educativos, repensar cómo integramos al talento joven y asegurarnos de que la IA sea una herramienta que complemente las capacidades humanas en lugar de reemplazarlas.

Porque la IA no es destino. Si prestamos atención, si analizamos nuestros propios datos —y exigimos que sean más útiles y detallados—, podemos darle a esta nueva generación de profesionales mexicanos no solo la posibilidad de sobrevivir a esta transformación, sino de prosperar en ella.

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