En su sección denominada Dosier, la edición de abril de la revista Letras Libres trae una serie de muy ilustrativos textos, siete u ocho artículos, los cuales abordan el tema que, sin desmesura, bien pudiéramos llamar “el tema de nuestro tiempo”. Entendiendo por “nuestro tiempo” solo, quizá, las últimas dos décadas. Y hacia el futuro, no más de un par de lustros. Y esto cuando mucho, por el bien a largo plazo de la comunidad global. Ello de acuerdo a la premisa de que “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”.
En la introducción al Dosier, de manera institucional, la revista expone de entrada lo siguiente: “En las últimas dos décadas —dice—, hemos presenciado en distintas partes del globo la consolidación de gobiernos autoritarios que, en grados diversos, han debilitado los controles democráticos, desaparecido los contrapesos y limitado las libertades”.
Se trata —explica— de “un mundo que parece haberse desilusionado de la democracia liberal y sus valores”, que ha “dejado ver el nacimiento de un eje autoritario, que no responde a las normas internacionales sino a los intereses y caprichos de líderes poderosos”. ¿Habrá alguien que niegue que estos elementos de tal caracterización están y han estado claramente presentes en la experiencia que en los últimos años ha vivido México?
Sin lugar a duda, es notoria la desilusión que por la democracia y sus valores se ha percibido en vastos sectores del electorado mexicano. Básicamente, en razón de que una amplia mayoría de quienes lo integran consideró que bastaba con votar y exigir que su voto fuese respetado y todo lo demás vendría por añadidura y en automático.
El respeto al voto se logró gracias al enorme esfuerzo desplegado durante décadas por miles de mexicanos, con la participación, por cierto marginal y de última hora, de la izquierda, y que además muchos creyeron, sin que nadie así lo hubiere prometido, que con eso bastaba para que, como por arte de magia, se registrara un alto desarrollo, rápido, integral y justamente repartido, amplias libertades, vigencia plena del Estado de derecho, sin reparar en que la sola democracia electoral no hace milagros, no da para tanto, que es condición necesaria, mas no suficiente para el logro de tales metas.
La democracia va mucho más allá del sufragio efectivo. Exige presencia constante en la vida pública, exigencia permanente de una adecuada conducción de la gestión gubernamental, a fin de que ésta se ejerza de manera correcta, eficaz y honesta. Para ello, lo que la democracia sí proporciona son instituciones y herramientas adecuadas y pertinentes. Pero hay que usarlas, porque de no hacerlo, la consecuencia es la desaparición misma de la democracia. Como ahora lo constatamos.
El desencanto democrático propició en nuestro país el surgimiento de un populismo ramplón, demagógico en extremo, sustentado en una narrativa polarizante y maniquea que ha conducido al nacimiento de un poder autoritario, poder este que actúa según caprichos de quien lo controla y se ha vuelto por ello líder poderoso. ¿Se atreverá alguien a negar que así ha sido?
Porque no tienen desperdicio, como luego se dice, bien vale la pena la lectura atenta de los artículos y ensayos que integran el citado Dosier. En especial la extensa entrevista que León Krauze hizo al periodista y escritor estadounidense David Rieff, quien a pesar de sus reflexiones y análisis en torno al tema expresa: “Admito —dice— que es muy pesimista de mi parte, pero me parece que el mundo autoritario está ganando (el juego) en casi todo el mundo”. Pues sí, el pesimismo de Rieff es mucho. En particular porque ésta, su conclusión, me parece, no compagina con las consideraciones y premisas que él mismo plantea.
Valiosa es también la lectura del artículo titulado “El declive de Occidente y los orígenes del nuevo mundo”, escrito por el periodista británico Michael Reid. Avecindado en España, Reid termina su texto con el siguiente párrafo: “Los que creen en la democracia liberal necesitan encontrar formas de volver a dar esperanza a las clases medias y populares. De estas cosas depende si la ruptura de Occidente es definitiva o no”.