Juan Antonio Garcia Villa

La primera Semana Santa de la historia

El libro escrito por Jorge de Juan Fernández, y que lleva ese nombre, es una lectura muy recomendable y adecuada a estos días, que no sólo han de ser de curiosidad histórica sino principalmente de reflexión.

En esta Semana Santa, o en cualquiera otra, y con independencia de si se es o no creyente siempre será de provecho alguna lectura en torno a la crucifixión y muerte del hombre que, se quiera o no reconocer, más ha influido en el devenir de la humanidad. Es decir, el Jesús histórico. Y desde el ángulo de la fe, estos días recuerdan la pasión, muerte y resurrección de Cristo, el Redentor.

Sobre ningún otro hombre se ha opinado, estudiado y reflexionado más a lo largo de 20 siglos, que como ha sucedido con Jesucristo, sobre su vida y su doctrina. Literalmente son miles los libros que sobre él, nacido en la plenitud de los tiempos, se han escrito.

Pues bien, para iniciar y agotar su lectura en cualquiera de estos días, se recomienda un librito de menos de cincuenta páginas. Fue publicado hace menos de un par de años por Buena Prensa. Salió de la imprenta con el atractivo título de “La primera Semana Santa de la historia”. Su autor es Jorge de Juan Fernández, quien lo redactó de manera sencilla, con estilo ágil y directo, sin rebuscamiento ni tecnicismos.

El opúsculo lo mismo puede ser leído desde la óptica espiritual que desde el ángulo meramente histórico. O bien, desde ambas visiones. Desde la perspectiva histórica, resultan no sólo de interés sino verdaderamente fascinantes los nuevos conocimientos o la confirmación de otros, anteriores, que han arrojado las recientes investigaciones arqueológicas.

A manera de ejemplo, mencionemos parte de lo que el autor refiere acerca del Pretorio, del cual hablan los evangelios. Sobre el Pretorio escribe que “es la palabra técnica para designar el lugar desde el que el gobernador romano ejercía su función administrativa y judicial”. A ese lugar, las autoridades judías condujeron a Jesús, luego de condenarlo a muerte por el delito de blasfemia, sentencia capital que no estaban autorizados a ejecutar sin la aprobación del procurador romano, que era Poncio Pilato.

Aunque Pilato residía en Cesárea, jurídicamente el Pretorio estaba donde él estuviera. Como por esos días se encontraba en Jerusalén, ¿dónde se ubicó el Pretorio a donde llevaron a Jesús?

Sobre esta cuestión dice Fernández, el autor, que se han señalado dos posibles lugares: la Fortaleza Antonia y el Palacio de Herodes. Los peregrinos de los primeros años del cristianismo identificaron el Pretorio con la Fortaleza Antonia, donde inicia el vía crucis tradicional conocido como la Vía Dolorosa, pero que ahora sabemos no corresponde exactamente al inicio del camino que siguió Jesús rumbo al Calvario. También hay datos, tanto de documentos históricos extrabíblicos, del historiador Josefo, y hallazgos arqueológicos recientes, según los cuales, el Pretorio debió haber estado esos días en el Palacio de Herodes.

A varios otros puntos de interés como éste, se hace referencia en el libro. En fin, una lectura muy recomendable y adecuada a estos días, que no sólo han de ser de curiosidad histórica sino principalmente de reflexión.

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