El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, enfrenta un problema gigantesco en su frontera sur… lo cual no es nuevo. Lo nuevo sería encontrar soluciones, y el clima político en Washington no parece conducente para encontrarlas.
La crisis, lo inmediato, es el inesperado incremento de menores de edad que llegan solos a la frontera. De los casi 10 mil niños que llegaron en febrero, más de 500 tienen menos de 12 años, y algunos entre 6 y 7 años de edad. ¿Qué empuja a una familia a enviar a un menor desde Centroamérica a cruzar México para llegar a Estados Unidos? No es una decisión menor, ni que se tome a la ligera. Pero el miedo y el hambre hacen una poderosa pareja.
La ley en Estados Unidos obliga a la Patrulla Fronteriza, que depende de la Secretaría de Seguridad Interior, a entregar a los niños a la Secretaría de Salud y Servicios Sociales en un lapso no mayor a 72 horas. Ahí, buscan acomodarlos con familias dispuestas o con parientes, para hacerse cargo de los menores. Pero esto no es lo que está ocurriendo. La capacidad de la Patrulla Fronteriza de albergar a los niños está totalmente rebasada, y si bien no están ya en jaulas, como en tiempos de Trump, sí están hacinados, durmiendo en lugares diseñados para adultos, que más bien parecen prisiones, tienen poco o nulo acceso a una regadera durante días, y esperan en condiciones terribles, mientras pasan los días y el sistema no puede procesarlos.
El presidente Biden hizo un llamado a las familias a que no se muevan de sus lugares de origen. "No vengan por ahora", dijo Biden. "Estamos reorganizando el desorden migratorio y necesitamos tiempo". Pero es incierta la capacidad que tendrá el Ejecutivo para modificar las cosas de fondo.
Una de las principales promesas de campaña que hizo Biden fue lograr un "acuerdo migratorio exhaustivo", como le llaman allá, para encontrar un camino a la legalización y eventual ciudadanía de 11 millones de inmigrantes indocumentados que viven en Estados Unidos en la incertidumbre diaria. Pero el proyecto también incluye cambiar políticas migratorias, estabilizar la frontera, abandonar el famoso muro de Trump y, en general, humanizar la operación del aparato migratorio nacional. Es un plan ambicioso, apoyado por la sección más progresista del Partido Demócrata, pero que tiene muy pocas posibilidades de hacerse realidad en el Senado.
De vuelta a lo que les comentaba la semana pasada, respecto al filibuster u obstrucción. La iniciativa de ley tiene cero posibilidades de obtener 60 votos en el Senado. No parece haber una liga creíble de esta ley con el Presupuesto, por lo que sería difícil pasarla vía la reconciliación por mayoría simple. Pero supongamos que Chuck Schumer, líder demócrata del Senado, decide ir a la opción nuclear, elimina la obstrucción e impone una mayoría simple. Tampoco está seguro de pasar la ley, puesto que hay senadores demócratas, como Joe Manchin, y algún otro, que podrían votar en contra y descarrilar el proyecto.
Lo que veremos será lo posible, y no lo deseable. Habrá legislación migaja para arreglar algunos detalles migratorios, como dreamers. Quienes participan en el programa de jóvenes que llegaron de niños a Estados Unidos, y quieren quedarse, seguramente serán beneficiados. Habrá, tal vez, alguna modificación a las cuotas de inmigración legal por cada país. Pero la gran reforma parece inalcanzable.
Y si con un presidente demócrata y un Congreso demócrata no camina una revisión exhaustiva a las leyes migratorias de Estados Unidos, ya no se me ocurre un escenario en donde esto sea viable.
Mientras, habrá que resolver el problema humanitario en la frontera, y eso no es cosa menor.