En el escenario de los negocios no habrá paz próximamente. Al menos hoy no se ve un escenario de estabilidad en el horizonte. Ayer los mercados internacionales volvieron a caer y acá en casa un nuevo conflicto revela que con los estadounidenses pueden surgir razones de pleito cotidianamente.
Parecía que la escopeta arancelaria apuntaba ahora hacia China, pero este jueves el presidente Donald Trump informó: “seguiremos aumentando las consecuencias, incluyendo aranceles y, tal vez, incluso sanciones, hasta que México cumpla”. ¿Cumpla con qué?
No haré juicios, pero es importante entender al otro en este nuevo conflicto.
Recuerden lo frustrante que es tener prisa y ver al cajero que nos va a cobrar, platicando con el de al lado. Bien, pues los estadounidenses son en este momento, el cliente que ya explotó y no entiende razones.
Para muchos estadounidenses, la frustración por la falta de acción justifica las acciones de su presidente, así sea con el dumping de China, la inmigración ilegal o “la falta de pago de agua por parte de México”.
Quienes apoyan a Trump agradecen que haya alguien que finalmente se ocupe de que vengan las soluciones rápidamente.
Se suma el agua a la incomodidad de esta relación y ahí urge una labor de autocrítica porque el problema no es nuevo. Pero nuestros políticos, de cualquier partido, aspiran a que alguien en el futuro solucione los problemas.
¿De qué estamos hablando? Ustedes ya saben que México y Estados Unidos comparten recursos hídricos fronterizos. Ayer el mandatario de los vecinos recordó esos acuerdos y dijo que ya detuvo desde hace un mes envíos de agua a Tijuana por un adeudo pendiente que México no ha atendido.
La falta de pago ya derivó, dicen allá, en el impedimento para construir casas en zonas de Phoenix, Arizona, si los desarrolladores no comprueban antes la existencia de reservas hídricas para 100 años en su terreno.
Hace un año les avisé aquí que muy cerca, en Texas, los habitantes se quejan de la falta de agua en casas de Mission y McAllen, lo que ha derivado en el cierre de negocios relacionados con la producción de azúcar, eliminando 500 empleos y 100 millones de dólares anuales en ingresos para la economía fronteriza texana de Santa Rosa. Ahora tenemos las consecuencias:
“México debe a Texas 1.3 millones de acres-pies de agua según el Tratado de Aguas de 1944, pero lamentablemente México está violando su obligación bajo el Tratado. Esto es muy injusto y perjudica gravemente a los agricultores del sur de Texas. El año pasado, el único ingenio azucarero de Texas cerró porque México les ha estado robando el agua a los agricultores texanos”, dijo Trump.
“Ted Cruz ha liderado la lucha para que el sur de Texas reciba el agua que se le debe, pero ‘Sleepy’ Joe (el presidente Joe Biden) se negó a mover un dedo para ayudar a los agricultores”.
Ahí está justamente el problema. Los políticos estadounidenses de Washington y los mexicanos en el Zócalo se acostumbraron a patear para la siguiente administración el bote de este tipo de problemas geográficamente alejados de la oficina en la que cobran nómina.
Las cosas no funcionan así en los negocios y en las empresas en donde el sistema regularmente expulsa rápidamente la ineficiencia por el alto costo que genera.
Trump no es un buen empresario pero entiende esa dinámica y la usa en su favor para ganar adeptos. De ahí, su amenaza:
“Seguiremos aumentando las consecuencias, incluyendo aranceles y, tal vez, incluso sanciones, hasta que México cumpla con el Tratado y le dé a Texas el agua que se le debe”.
¿Tienen razón los estadounidenses? Tal vez sí o tal vez no, pero estamos en una era en la que ciertos presidentes tienen sus propios datos y le sirven para formar una narrativa.
Quien cuenta mejor y más fuertemente la historia lleva ventaja. Sobre todo si tiene en su favor además la fuerza económica.
Nace en el agua otro punto de fricción entre Trump y la presidenta Claudia Sheinbaum que se suma a una economía global inestable y un cambio revolucionario en la tecnología que nos hace a todos aún más impacientes.
Si los políticos no entienden que sus soluciones deben ser eficientes y rápidas, deben preparar entonces una estrategia para lidiar con las consecuencias.