Columnita Pibil

El rey del chicle sufre la pandemia

Jonathan Ruiz Torre analiza el impacto que el COVID-19 ha tenido en el consumo de esta golosina que en México puede llegar a las 70 mil toneladas por año.

El presidente no sabe lo que es tener familia yucateca. Ahora que en "Palacio" honrarán a Quetzalcóatl todo este año para celebrar la independencia de México, ya huelo el pleito por no hacerle un guiño a Kukulkán, que es como los mayas conocen a la serpiente emplumada... y al estadio de béisbol de los Leones.

¿Qué pensarán los yaquis de mi otra vena nacional?

Para liberar tensión habría que mascar chicle. No hay mucho del vegetal que gozaban los ancestros indígenas, por supuesto, pero sí del que fabrica Mondelez, los Trident que en realidad mascan muchos de ustedes... o mascaban.

Esa empresa con dirección en Chicago, Illinois, sufre porque con esto de la pandemia, los mexicanos han dejado de ejercitar la mandíbula.

¿Cómo está eso de que ustedes le bajaron más o menos un 15 por ciento al consumo de esta golosina? Eso dice el director de finanzas de la compañía, Luca Zaramella. Reflexionen... ¿En dónde suelen comprar chicles? Sí, en el OXXO, en el 7 Eleven o en el super. Pero los Trident los venden en la esquina de Florencia con Paseo de la Reforma... y en Barranca del Muerto y Periférico... pero también en la esquina de Juárez y Colegio Civil, en Monterrey. Admitan la fraternal relación que tienen con sus comerciantes ambulantes.

¿Qué pasó cuando por la fuerza o por miedo ustedes dejaron de salir a la calle? ¿Qué ocurrió cuando dejaron de abrir la ventanilla ante el riesgo de intercambiar bichos? Pasó que esos vendedores ya no venden chicles, o venden menos.

"México se redujo en dos dígitos debido a una disminución significativa en chicles y dulces, que representa más del 40 por ciento de ese negocio, ya que las categorías de 'fuera de casa' siguen afectadas por el distanciamiento social", dijo el pobre Luca al cierre del año pasado.

Mascamos mucho. Un exdirectivo de la compañía me dijo una vez cuánto pesa el volumen de esa plastilina hecha de petróleo que, una vez que perdió el sabor a sandía o menta, los mexicanos arrojan tristemente a las banquetas o en el mejor de los casos a un bote de basura: aproximadamente 70 mil toneladas por año. De ese tamaño sería su consumo total.

Busqué una calculadora para esa cifra extraoficial y que por tanto, habrá que tomar con pinzas. Serían 70 millones de kilos, divididos entre 120 millones de habitantes. Poco más de medio kilo anualmente por cabeza nacional.

¿Es posible? Son 11 gramos por cada uno cada siete días. Un paquete de chicles Trident contiene más de 15 gramos. ¿Un paquete por semana? Puede ser. También cuentan los de Clorets, Chiclets Adams o los Bubbaloo, aunque no sean de uva.

Si el consumo bajó "dos dígitos" como dicen en Mondelez -dueña de todas esas marcas- eso puede significar, digamos, un 15 por ciento menos. Y si la cifra es válida, los encargados de limpieza ya solo tuvieron que recoger unas 60 mil toneladas de plástico masticado durante 2020. Bien por ellos, son útiles las buenas noticias de 2020.

¿Y en dónde habrán quedado los Motita? Los fabricaba Adams, grupo que fue comprado por Cadbury hace casi 20 años y ésta a su vez por Kraft, que a la postre se convirtió en Mondelez, que cobró una dimensión de bomba de colores.

Deben tener aún mercado esos chicles ochenteros, a decir de páginas de internet que los ofrecen en bolsas. Encontrarlos quizás exige el empeño requerido para encontrar una efigie prehispánica.

En Palacio Nacional ya encontraron una. Será la efigie de Quetzalcóatl la que nos acompañe este año durante celebraciones difundidas antes y después del anuncio de muertos por COVID-19. En el Gobierno esperan que esa fiesta sea chicle y pegue, en año electoral.

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