Isabel Bagnasco

Licitaciones, ¿el camino hacia la modernización petrolera?

 

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Los procesos de liberalización de sectores estratégicos en el mundo han sido considerables desde la década de 1990. Hay tres razones que explican la implementación de estas reformas: un agotamiento de los modelos estatales; la necesidad de incorporar empresas privadas, nacionales y extranjeras para aumentar la competitividad; y finalmente por el desmantelamiento del sistema socialista después de la caída del Muro de Berlín.

Desde su adhesión al GATT en 1986, México ha realizado importantes reformas estructurales. Una de las últimas es la reciente Reforma Energética. El Estado mexicano mantiene la propiedad de hidrocarburos, pero permite esquemas legales para la participación privada: contratos de producción o utilidad compartida, licencias, etcétera, donde las empresas nacionales e internacionales pueden invertir y aportar tecnología e infraestructura. En julio de 2015 se realizó la primera convocatoria de la Ronda 1, donde se adjudicaron dos áreas de 14; este 30 de septiembre se abrió una segunda para cinco áreas en aguas someras. La primera convocatoria no fue totalmente exitosa, pero fue una lección importante para el proceso posterior. El entorno internacional de precios bajos de petróleo no es propicio, pero hay que considerar que las inversiones en el sector petrolero son de muy largo plazo – 30, 40 ó 50 años –, y donde la primera producción de hidrocarburos, en el caso de proyectos en aguas ultra profundas, puede tardar hasta 8 ó 10 años, desde que se adjudica el contrato de exploración y producción.

Diversos países han implementado reformas petroleras: Colombia, Ecuador, Argentina, Angola y Azerbaiyán, entre otros. Angola y Azerbaiyán lograron adjudicar contratos para sus cuencas en el Atlántico y en el Mar Caspio, respectivamente, con aumentos considerables en exploración, producción, reservas y comercialización. Las rentas petroleras se incrementaron, lo que se tradujo en un mejoramiento en sus indicadores macroeconómicos y sociales. Todos muestran incrementos en producción y reservas, en la transferencia de tecnología y en el desarrollo de infraestructura e industrias nacionales de proveeduría para el sector energético. El camino de apertura puede ser un paso hacia la modernización y de mayor competitividad del sector, y la forma de alcanzar la seguridad energética en el país.

La autora es integrante de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México Norte y Titular de la Cátedra BP Anáhuac en Estudios Estratégicos.

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