Se acaba de aprobar el Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio 2026. Una variación del dicho popular de que “dime en qué gastas y te diré quién eres” aplica tanto en las relaciones humanas como en la economía política de los Estados. En este sentido, ¿qué nos dice acerca de la prioridades y objetivos de este gobierno el Presupuesto aprobado por la Cámara de Diputados, en su facultad exclusiva?
Sus apologistas señalan que es importante que el gasto neto para el próximo año se incremente en un 5.9 por ciento respecto al 2025, en términos reales. Agregan que el hecho de que los gastos sociales alcancen el 3 por ciento del PIB es un gran logro porque beneficia a muchas familias mexicanas. Estando de acuerdo - sin necesariamente conceder que el esquema actual de apoyos sociales es el más razonable y benéfico para los pobres - las buenas noticias palidecen ante las malas.
En primer lugar, se apuesta por la continua militarización de la sociedad y a un esquema centralizador en lugar de federativo. Esto es claro en el hecho de que las policías locales recibirán sólo 35.9 mil millones de pesos frente a los 236 mil millones de pesos que se destinarán a las fuerzas armadas. En términos del pacto republicano y liberal signado en nuestra Constitución el federalismo sigue recibiendo golpes. Quizás la estrategia hacia una mayor centralización y concentración del poder pudiera tener cierta justificación si el beneficio de la sociedad fuera ostensible. No es el caso, como tristemente lo atestiguamos día a día.
Otro tema fundamental en el que el presupuesto para el próximo año traiciona a la ciudadanía es el referente a la salud. Hoy los mexicanos gastan 150 por ciento más que hace dos años en este rubro. Esto es una muestra de que, en los hechos, se está privatizando la salud. La carga mayor es para los bolsillos de los pacientes. El problema es que esta privatización no es ni siquiera un esquema planeado sino más bien una consecuencia no deseada de la austeridad, en modo alguna republicana, a la que se ha sometido la salud de los mexicanos. Hospitales y clínicas públicas se encuentran hoy en las condiciones más depauperadas y lamentables en mucho tiempo. El espectáculo es triste y los enfermos y muertos los pone la sociedad.
Un ejemplo tétrico de esto tiene que ver con el hecho de que ni un sólo peso se ha destinado al tratamiento gratuito contra el cáncer infantil. Cuando uno se pone a pensar en esto de manera más atenta, la sangre hierve.
Lo que sucede en el sector salud se refleja como un espejo en el área educativa. El presupuesto propone el recorte en el gasto de importantes universidades públicas, como la UNAM y el Instituto Politécnico Nacional. Esto en el momento en que casi medio millón de jóvenes son rechazados en sus intentos por ingresar a una universidad pública. Curioso que un régimen que se dice progresista ataque a la educación que imparte el Estado. Pero ese es el hecho, desde hace tiempo.
Y no es que tampoco haya un plan bien estructurado para incentivar la educación privada. El proyecto educativo es a la vez irracional y dañino para millones de jóvenes que representan el futuro del país.
Por si esto no fuera suficiente, en la evaluación de las intenciones de “un gobierno de izquierda”, la Presidenta nuevamente les queda mal a las mujeres. En efecto, una vez más no hay financiamiento suficiente para cuidados y recursos, ni para becas y pensiones universales.
La Presidenta con A no parece tener presente el interés de las mujeres en su visión del futuro. Extraña forma de practicar el feminismo.
En síntesis, el presupuesto que se ha presentado a la consideración ciudadana, a través de sus representantes populares, no es ni progresista, ni racional, ni benéfico para la sociedad. Decir que los actuales gobernantes le están fallando una vez más a la ciudadanía es quedarse corto.
